Este artículo se publicó hace 3 años.
La UE se despide de Angela Merkel tras 20 años, con sus logros y desaciertos en las crisis europeas
Los ciudadanos alemanes votan el domingo el primer Gobierno sin Merkel en 16 años. Pero las urnas dictaminarán también el devenir de la UE tras un legado marcado por dos narrativas paralelas: la canciller pragmática y buena negociadora y aquella falta de visión estratégica para el futuro del proyecto comunitario.
María G. Zornoza
Actualizado a
Un atributo: tejer consensos. Un momento: la crisis de refugiados de 2015. Una flaqueza: apostar por el status quo y no arriesgar. Angela Merkel se despide con este legado tras 16 años en los que se ha convertido en ‘mutti Merkel’ para los alemanes y en ‘mutter Angela’ para los europeos. Las elecciones del domingo ponen fin a una era marcada por esta árbitro que ha destacado en la mesa del Consejo Europeo por su destreza para romper bloqueos, para escuchar más que hablar y para capear crisis que amenazaban con la propia supervivencia de la Unión Europea. Alemania vota un nuevo cambio de rumbo, pero también decide el devenir europeo.
Merkel ha sido la canciller de las crisis. La "chica de Kohl" asumió las riendas de la principal economía europea en 2005. Ese mismo año, Francia decía ‘no’ en referéndum a la creación de una Constitución europea. El tratado más ambicioso para aunar el marco legal de los por entonces 25 Estados miembros quedaba relegado a una ilusión. En este contexto, tuvo que afrontar la difícil tarea de poner en marcha el Tratado de Lisboa. Después llegó la crisis financiera, la del Brexit, la de refugiados o la multidisciplinar que ha desatado la pandemia.
Logros...
"El carisma de Merkel es la falta de carisma", dicen quienes la conocen de cerca. Su gran valor añadido en la política nacional y en la europea es que no daba margen a las sorpresas. Aportaba seguridad, estabilidad y protección. Pero los eventos de 2015 marcaron un cisma en su carrera. La canciller abrió las puertas de Alemania a cerca de 900.000 personas que huían de la cruenta guerra en Siria. Fue la madrina de las cuotas de reparto de refugiados obligatorias en los Veintisiete. Un movimiento que casi le cuesta su puesto en el Ejecutivo germano y que abrió una gran brecha con los países europeos anti-inmigración como Hungría y Polonia.
El de Merkel en la UE ha sido el "efecto licuadora": escuchaba todas las opiniones, las mezclaba y creaba una solución aceptable para todos. Así se plasmó en la crisis del euro o en la condicionalidad de los fondos europeos al Estado de Derecho, dos de las citas más tensas de los últimos años en Bruselas. "Su gran éxito ha sido la gestión de las crisis. Aunar la postura de los 27 ha sido un éxito en sí mismo. Ha sido una figura clave en asegurarse de que las crisis, incluso la del euro, no acabasen con la UE", señala a Público Sophie Pornschlegel, analista del European Policy Center (EPC).
Desde su llegada al Gobierno germano en 1991, la chica discreta procedente de Alemania del Este fue subestimada. Pero su imagen se fue fortaleciendo hasta ser considerada la líder del mundo libre por la revista Times en tiempos de los populismos del Brexit o de Donald Trump. Esta fortaleza y respeto internacional le ha permitido enfrentarse a su partido y llevar a cabo políticas propias, como ocurrió con la crisis de refugiados ante la ira de la bávara CSU. Pero el próximo canciller tendrá las manos mucho más atadas tanto en Berlín como en Bruselas. Se verá obligado a ganarse la confianza dentro y fuera de sus fronteras, establecer relaciones con el resto de líderes europeos y configurar su propia línea –aceptable por los otros dos partidos de la coalición- en el Consejo Europeo. El propio candidato conservador Armin Laschet llega bastante debilitado en sus propias filas.
... y desaciertos
Angela Merkel es una líder de dos historias: la de gestora de crisis y buena negociadora y la de falta de visión estratégica y de ambición europea. Su equilibrismo para lograr acuerdos en los momentos más críticos del proyecto comunitario también se han traducido en falta de ambición para que este avance. Merkel no es Macron a la hora de impulsar reformas ambiciosas y de calado que permitan avanzar en la integración de la UE. La alemana ha optado por mantener el status quo y por calibrar las posturas más enfrentadas. Sus apuestas más notorias se han traducido en el Welcome Refugees de 2015 o en dar pie a que la UE emita deuda conjunta para financiar el Fondo de Recuperación Europeo, algo impensable para Berlín años atrás.
Pero en el otro lado, ha dado demasiado banda ancha a los iliberales del Este encabezados por Víktor Orbán, que están desmantelando el Estado de Derecho en sus países. La CDU ha sido siempre uno de los grandes valedores del Fidesz en el Partido Popular Europeo. Además, muchos críticos alegan que en cuestiones como la crisis de la Eurozona, la migratoria o el proyecto gasístico del Nord Stream II ha antepuesto los intereses nacionales creando divisiones entre sus socios comunitarios.
"Diría que su mayor error es dejar la falta de cohesión que vemos hoy en el bloque y no haber sido lo suficientemente ambiciosa en temas como la transición climática, tecnológica y en el Estado de Derecho. Ha apostado por el diálogo cuando realmente tenía a un autoritario [Orbán] tratando de socavar a la UE en el largo plazo", analiza la experta del EPC. "Haría un balance positivo. Ha sido una gran líder durante estos años, pero su forma de abordar los problemas ya no es sostenible, como demuestra el problema sobre el Estado de Derecho. Hay cuestiones en los que no se pueden tender puentes, sino que se debe contar con posturas firmes. Especialmente cuando existe una amenaza existencial para la UE", coincide Jana Puglierin, analista senior del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.
La UE se queda a medio pulmón en los próximos meses
Las elecciones más ajustadas –existe un 25% de indecisos- y más apasionantes de la historia reciente de Alemania darán paso a unas arduas negociaciones. La única certeza es que el nuevo Ejecutivo estará conformado por tres partidos. Los verdes y los liberales tendrán la llave. Pero pasarán meses hasta ver consumado el nuevo Gobierno post-Merkel. Difícilmente se verá este año. Y la agresiva campaña personalista de los últimos meses no ha ayudado a crear confianza entre los candidatos.
Así, la maquinaria europea quedará a medio gas hasta ver la estabilidad en su principal motor y seguirá con especial atención los desarrollos. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, ve marchar su principal apoyo y una victoria socialdemócrata la dejaría a ella y a los populares europeos más debilitados en Bruselas. La alemana se vería obligada en este escenario a acercarse más a Emmanuel Macron, quien también vive elecciones decisivas el próximo año.
Las elecciones alemanas son de alguna forma elecciones europeas. El poder que el país ejerce en la UE es incontestable. Pero la política comunitaria apenas ha hecho su aparición en la campaña electoral, una tendencia extendida en el resto de capitales que excepcionalmente se vio rota por los comicios de 2017 de Macron, con fuerte tendencia europeísta. Y es que, pase lo que pase, no se espera un gran cambio de guion con respecto a Bruselas. "Los tres candidatos son pro-europeos, entienden la UE y son conscientes de su importancia. Pero ninguno supondrá un gran cambio para la UE, especialmente porque gobernará con otros dos partidos. La gran pregunta es si Alemania estará dispuesta a abandonar el status quo que ha guiado a Europa durante los últimos años", asegura Jana Puglierin, a este periódico.
Los coaliciones que tienen más posibilidades de ganar son la Jamaica (Conservadores, Verdes y Liberales) y la Semáforo (Socialdemócratas, Liberales y Verdes). La primera enfatizaría más los avances en seguridad y defensa y en el gasto en la OTAN. La segunda sería más flexible en el avance de la Unión Económica y Monetaria, pero ninguna cambiaría de forma radical el legado Merkel. "No espero una gran disrupción en ninguna de las coaliciones, con excepción de que se produjese una coalición de centro-izquierda. Y aunque sea el escenario menos probable, no lo descartaría", advierte Puglierin.
¿Un puesto de liderazgo en la UE su destino? Poco probable
La canciller no era la europeísta convencida y emocional que sí encarnaba su mentor Helmut Kohl. No es federalista, pero nunca ha sido anti-europea. Su forma de entender a Europa se dibuja en las capitales y no tanto en las instituciones comunitarias. Y su forma de entender la política en general no atiende a emociones, sino a soluciones. Una de las imágenes que deja para la posteridad es la de una niña palestina llorando a la que dijo que no todos los refugiados podían ir a Alemania.
Sin embargo, la llegada de Trump o el Brexit la han empujado a una postura más protectora y afectiva con el proyecto comunitario. Su último discurso ante el Parlamento Europeo fue uno de los más fervientes sobre la defensa europea. Y su frase "los europeos debemos tomar el destino en nuestras propias manos" tras reunirse con el ex presidente norteamericano pasará a los libros de Historia.
También su imagen dentro y fuera del país se ha ido modulando hacia una gran aprobación, exceptuando los tiempos en los que impuso en el sur la mano ortodoxa de reformas en la crisis del euro. Pero no esperan ver a Merkel en un puesto de liderazgo en las instituciones europeas. "16 años es mucho tiempo. Son muchas noches sin dormir, mucha atención mediática y muchas crisis. No creo que busque más poder. Es muy demócrata. No creo que busque el poder por el poder. Para otros, 16 años podría parecer autoritario, ello no lo ha proyectado", concluye Pornschlegel.
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