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Venezuela La oposición de Venezuela ensaya para su día clave

El malestar llega a los barrios populares, más divididos. 

Mitin de oposición contra Maduro en el que Juan Guaidó se declaró a sí mismo presidente interino del país | AFP

SANTI PIÑOL

Cuando a los vecinos del barrio caraqueño de Chacao se les pregunta por la manifestación de este miércoles sus respuestas poco apasionadas y hasta desganadas hacen pensar que la presión de la calle contra Nicolás Maduro ha bajado. Nada más lejos de la realidad.

La mayoría de los que habitan este bastión opositor, situado al este de la capital y levantado por la emigración española e italiana, siguen al minuto todo lo que ocurre en esta crisis política. Los rumores y las conspiraciones geopolíticas son un tema de conversación recurrente y, a pesar de la complicada situación económica palpable a simple vista, se respira cierto optimismo.

“Ya esto se acaba. Ahora estamos agazapados, esperando para saltar en el momento oportuno”, dice Marisol, trabajadora en un salón de belleza en el que apenas queda champú o esmalte de uñas. El local tiene una clienta y dos trabajadoras más. Si se les menciona a Maduro el grito es unánime: “que se vaya! No le quiere nadie”, a lo que añaden que su presidente es Guaidó. A las 12 del mediodía, cuando los venezolanos pro-Guaidó están llamados a salir a las calles de sus barrios. Todas ellas —clientas incluídas— dejarán las mechas y los tintes de pelo para asomarse a la acera.

Se trata de una protesta corta de dos horas que tiene como objetivo el mantener la presión sin desgastar en exceso a la gente, uno de los errores estratégicos que la oposición cometió en otras ocasiones. La percepción es que se trata de un ensayo para la del sábado. Ése es el día en el que los antichavistas creen que se jugará la carta decisiva. Por este motivo algunos no participarán en esta pero sí en la del fin de semana. A pesar de esto, la conciencia por la causa es total y se percibe el compromiso por un objetivo colectivo.

En esta zona de Caracas da la impresión de que el cambio es imparable

Al menos en esta zona de Caracas da la impresión de que el cambio es imparable. Cuando los dependientes de una cafetería comentan que no saldrán a la calle pero que creen que la caída de Maduro es cuestión de semanas, espontáneamente se unen los clientes a la conversación para teorizar sobre Rusia y Estados Unidos y lo tentados que se verán los militares a revolverse contra Maduro después de las sanciones económicas. Dicen que existen chats secretos en los que esperan instrucciones para cuando sea el momento. Creen que el desborde popular es imparable. Valoran el apoyo de Estados Unidos como algo definitivo. Lo más conscientes opinan que la presión económica de Washington es un mal necesario para un futuro mejor, mientras que muchos no son nada conscientes de los oscuros intereses de las potencias internacionales que hay detrás de la situación actual del país.

Cuando a Luis, un chico delgado de 19 años que trabaja en una tienda de productos de limpieza, se le pregunta por la represión, afirma que ya no tiene miedo y que los venezolanos estarán dispuestos a aguantar lo que tenga que venir en la calle. La ONU aumentó hasta 40 el número de muertos en las protestas de la semana pasada. “La represión ya no funciona. Han intentado quebrar a la gente por aquí —señalándose la cabeza— pero han fracasado”, asegura Marisol.

Una afirmación que no se aplica del todo a los barrios populares. Anteriormente baluartes infranqueables del chavismo, los altercados en zonas humildes fue lo más sorprendente de las protestas de la semana pasada. El gobierno bolivariano no se lo esperaba y reprimió con dureza en estas zonas.

Rafael explica que no saldrá a la calle porque vive en una zona muy chavista y no quiere que le señalen. “Se están llevando preso a todo el mundo”, añade. Es la nueva estrategia represiva basada en detenciones masivas que llevan aparejadas unos días en prisión con el objetivo de que no vuelvan a manifestarse. Rafael no es precisamente un admirador de Guaidó. De hecho no sabía quien era hace unos días. Pero sí que considera que puede ser una herramienta para que caiga Maduro, al que relaciona con la hiperinflación y la profunda degradación del nivel de vida.

Como él piensan algunos vecinos del barrio popular de El Valle, una de las zonas humildes de la capital venezolana. Aquí la batalla está mucho más disputada y las posiciones políticas no se expresan con la misma alegría. En una calle apenas asfaltada a los pies de una favela con bloques de pisos pintados con los colores de la bandera nacional cuando uno de los vecinos habla con la prensa todas las miradas se centran en él. “Ése Guaidó es mala gente”, dice Francisco ataviado con una gorra con la bandera de Venezuela. Pero también se acerca una mujer para decir que está “harta de Maduro”, que se manifestará hoy como lo hizo hace siete días y que le da igual. Los más mayores del lugar cuentan que eso era impensable hace unos pocos años.

La revolución bolivariana necesita sacarse un improbable as de la manga si quiere sobrevivir. Mientras no sea así la palabra que estará en la boca de los venezolanos será la misma que hoy: cambio.

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