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Vetos, presión y críticas: aumenta la tensión de la UE con el gobierno más extremista de Israel

La UE, históricamente complaciente con los abusos de derechos humanos de Israel, ha aumentado el tono y la preocupación por la deriva antidemocrática del Ejecutivo encabezado por Netanyahu.

La bandera de Israel y la de la Unión Europea, juntas.
La bandera de Israel y la de la Unión Europea, juntas. Kenzo Tribouillard / AFP

"El pueblo palestino no existe", señalaba hace unos días el ministro de Finanzas israelí, el ultraderechista Bezalel Smotrich, a su paso por París. "¿Pueden imaginar qué pasaría si un líder palestino dijese que el Estado de Israel no existe?", replicaba poco después Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea. Estas palabras del Alto Representante, aunque puedan parecer laxas, son inusuales. En Bruselas es muy complicado ver y escuchar en público un atisbo de crítica con el Estado judío. Pero la actuación del Gobierno actual encabezado por Benjamín Netanyahu, que es ya el más radical y extremista de la historia del país, está haciendo que sea más y más complicado para los europeos mirar hacia otro lado.

Las calles israelíes están viviendo estos días unas protestas sin precedentes. Son la respuesta masiva a una polémica reforma judicial que limita el poder del poder del Tribunal Supremo y que socava la separación de poderes. Un deterioro democrático que la UE vive en sus propias carnes desde hace casi una década con el sistema judicial de Polonia. El retroceso de Tel Aviv a nivel interno se desarrolla en paralelo con las intervenciones de las fuerzas de seguridad israelíes en los territorios ocupados más agresivas y mortíferas desde 2005.

La semana pasada, el primer ministro israelí recibió en Berlín un mensaje poco común por parte del que, por razones obvias, es su gran valedor -con permiso de EEUU- en el ámbito internacional. El canciller germano Olaf Scholz admitió "gran preocupación" por la situación que atraviesa el poder judicial en el país. Poco después, el ministro de Finanzas israelí afirmó en la capital gala que no existe tal cosa como el pueblo palestino. Unas palabras que venían precedidas por su petición de que la ciudad Hawara de Cisjordania fuera eliminada del mapa. "No podemos tolerar estos comentarios. Son inaceptables, erróneos, peligrosos y contraproducentes. Nuestro compromiso sigue siendo consumar la solución de los dos Estados con un Estado soberano e independiente de Palestina viviendo al lado de Israel en paz y seguridad. Siento si a algunos no les gusta escuchar esto", reaccionó Borrell el lunes, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Asuntos Exteriores europeo.

Enfriamiento diplomático

El mes pasado, Israel vetó por segunda vez en un año la entrada del eurodiputado de Izquierda Unida Manu Pineda, presidente de la comisión para las relaciones con Palestina de la Eurocámara. La prohibición de entrada fue seguida poco después por el veto a la también española Ana Miranda, eurodiputada de Los Verdes. Desde el grupo de La Izquierda han pedido a la cámara que preside Roberta Metsola que reaccione con medidas de reciprocidad, pero la petición ha caído en saco roto solo siendo apoyada por el grupo de Los Verdes. El eurodiputado afea que Metsola ha esquivado reunirse con él para abordar el tema alegando falta de tiempo. "Hay una complicidad, aceptación y sumisión [de la UE] sobre Israel que obedece a motivos inconfesables. Si esto lo hacen otros países se romperían relaciones diplomáticas. Habría una respuesta contundente, pero Israel tiene carta blanca", explica Pineda en conversación telefónica con Público.

El 22 de febrero, el Ejército israelí llevó a cabo la incursión más cruenta de las dos últimas décadas matando a once palestinos e hiriendo a más de un centenar en la ciudad palestina de Nablus, una ofensiva que tuvo su réplica posterior en la franja de Gaza. Estos ataques han obligado al Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE) a emitir comunicados llamando al sosiego, pero que van poco más allá del tradicional y vacío "estamos profundamente preocupados". En paralelo, el Pleno de Estrasburgo celebró en su última sesión de marzo un debate sobre "el deterioro de la democracia en Israel y las consecuencias en los territorios ocupados". Unos desarrollos que no han gustado nada en Tel Aviv.

Especialmente amargo cayó el artículo de Borrell en Project Syndicate donde escribía que "la violencia de los colonos en Cisjordania está aumentando y amenaza la vida de los palestinos casi con total impunidad". "Además, las operaciones militares israelíes causan con frecuencia muertes civiles, tienen poca rendición de cuentas y os asentamientos ilegales se están expandiendo", proseguía. Los medios hebreos recogen que, tras la publicación de este artículo, Israel ha dejado patente que Borrell no es bienvenido. Desde el Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE) explican que no había ni hay ningún viaje del Alto Representante planeado a Israel. "Para una visita oficial es necesaria una invitación formal y no hemos recibido ninguna", detalla uno de sus portavoces.

Lobby israelí

El escándalo de corrupción del CatarGate, el más grave de la historia del Parlamento Europeo, puso en la picota la falta de transparencia entre las reuniones de los representantes europeos con los grupos de presión. Países como Marruecos o Catar expanden sus tentáculos por los despachos de Bruselas para blanquear su imagen. Se trata e una dinámica conocida y aceptada, especialmente en los pasillos de la Eurocámara. Es vox populi que Israel tiene uno de los lobbies más potentes del mundo. "Hay lobbies tan normalizados que no parecen lobbies", resalta Pineda, que explica que este país es el destinatario de la mayoría de viajes gratuitos que realizan los eurodiputados de la derecha.

La mañana del debate plenario sobre Israel, Borrell recibió una llamada del ministro de Exteriores de este país, Eli Cohen, que tenía la intención de dejar constancia de que no estaba nada contento con este acontecimiento. "Estaba preocupado preguntando por qué el Parlamento se inmiscuía en los asuntos internos de su país. Lo siento, si el Parlamento Europeo me llama para debatir sobre algo tengo que ir [le dije]", afirmó el propio Borrell ante los eurodiputados en tono casi de pedir perdón.

¿Punto de inflexión?

La UE e Israel suman 23 años de acuerdo de asociación. Es uno de los países aliados preferentes del bloque. La UE es el principal mercado comercial del Estado hebreo. Pero la fortaleza de esta relación sacrosanta va mucho más allá de lo económico, es política. Organizaciones como Human Rights Watch califican sin tapujos las acciones israelíes como apartheid.

Los asentamientos ilegales, la expulsión a la fuerza de los palestinos de sus casas o el bloqueo por tierra, mar y aire de Gaza -la mayor prisión al aire libre del mundo- son afrentas al Derecho Internacional que Occidente clama y reclama hacia otros actores como Rusia. La UE podría ejercer más influencia en el respeto a los derechos humanos en Israel con cláusulas sobre el acuerdo de asociación o la ley Magnistky europea, pero carece de consenso para todo ello. Los Veintisiete siempre han estado profundamente divididos. Bélgica o Luxemburgo se topan a menudo con los frenos encabezados por Alemania o Hungría para impulsar cualquier atisbo de crítica.

Los israelíes estaban muy preocupados por la designación en 2019 de Josep Borrell como jefe de la diplomacia europea. Había vivido en un kibutz del país, su prioridad era resucitar el acuerdo nuclear iraní (JCPOA) y había criticado abiertamente al populista Netanyahu. Pero el español ha seguido la línea de sus antecesores en el cargo: perfil bajo y masajes al país que la derecha define como la "única democracia de Oriente Próximo". Ahora, el Estado hebreo camina hacia un debilitamiento de su sistema judicial y está impulsando el regreso de la pena de muerte. Una deriva que pone en aprietos a la UE. "[La subida de tono de la UE con Israel] no es por Palestina, sino por una cuestión interna. Es muy difícil defender al Gobierno actual. Para ello habría que ser Vox o algo parecido", analiza Pineda.

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