Este artículo se publicó hace 11 años.
Las víctimas de la pederastia de Marcial Maciel no han recibido respuesta a sus denuncias al Papa
Una de las víctimas de los abusos sexuales del fundador de los Legionarios de Cristo afirma: "Nos desilusionó mucho la actitud de Benedicto XVI respecto a los casos de pederastia, y nos quedan muchas sospechas sobre si renunci&oac
Además de los teólogos, ¿qué piensan de la dimisión de Benedicto XVI y del futuro Papa algunas víctimas de los abusos sexuales a lo largo de los últimos 50 años por parte de determinados miembros cualificados de la Iglesia? Publico ha podido hablar con uno de ellos, víctima de la pederastia de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, y denunciante ante el Vaticano de los abusos padecidos en su adolescencia.
José Antonio Pérez Olvera y otros siete ex Legionarios de Cristo remitieron a Juan Pablo II en noviembre de 1997, cuando Ratzinger era Prefecto para la Congregación de la Fe, una carta enormemente respetuosa, pero determinadamente expresa y dura, acerca de los abusos sexuales que habían sufrido por parte del fundador de la Legión, amigo del Papa Wojtyla, que le puso, a sabiendas de estas denuncias, como “ejemplo para la juventud”.
"Es sospechoso que Benedicto XVI haya decidido pasar sus últimos días tras los muros vaticanos, quizá buscando la inmunidad diplomática"
“Cuando hicimos nuestra denuncia contra Marcial Maciel –puntualiza Olvera– quisimos dejar bien claro que con ella nuestra intención no era atacar a la Iglesia, porque la Iglesia somos más de mil millones de católicos, el famoso pueblo de Dios, al que los jerarcas tienen como esclavos, sin darles ni voz ni voto. Nuestra lucha era contra aquellos clérigos que, debiéndonos dar ejemplo de santidad, nos hacen sentir vergüenza de ser católicos. Respecto a Benedicto XVI", continúa, "nos desilusionó mucho su actitud en cuanto a los casos de pederastia y de la Legión de Cristo, y nos quedan muchas sospechas sobre si renunció o le hicieron renunciar. También nos parece sospechoso que haya decidido pasar sus últimos días dentro de los muros vaticanos, buscando quizá, por lo que pudiera venir, la inmunidad diplomática”.
Olvera afirma que él y sus compañeros se “sorprendieron” por lo “inesperado” de la dimisión de Benedicto XVI, a quien “le venía demasiado grande el puesto de Papa, tanto que las mafias del poder (la logia masónica vaticana, el Opus Dei, la Legión de Cristo y otros poderosos grupos) lo rebasaron”. Olvera se refiere también a la denuncia presentada por dos abogados alemanes, hace dos años, ante la Corte Penal Internacional de La Haya contra Joseph Ratzinger, como persona física, por “crímenes de lesa humanidad”. En los diez últimos años del pontificado del papa polaco, “Marcial Maciel y Angelo Sodano hacían de las suyas, dentro del Vaticano, mientras traían y llevaban al pobre Papa de un lado a otro del mundo”.
Olvera dice que dos de sus compañeros denunciantes, José Barba y Arturo Jurado, “fueron testigos en Roma de un viacrucis en el que Benedicto XVI criticó duramente la burocracia vaticana”. Casualmente, en las últimas intervenciones públicas, y ya anunciada su renuncia, volvía a referirse a las “pugnas en el interior de la Iglesia”.
“¿Por qué, siendo Papa, no pudo limpiar la mugre que denunciaba? El Vaticano se ha quedado 200 años atrás", dice Olvera
“¿Por qué, siendo Papa –se pregunta Olvera– no pudo limpiar la mugre que denunciaba? Parece que la Iglesia se le había ido de las manos”. Según Olvera, “es ya hora de que el nuevo Papa tome en cuenta las palabras del cardenal Carlo María Martini, reconociendo que el Vaticano se ha quedado 200 años atrás. El mundo católico abunda en valores de los que nos sentimos orgullosos y nos duele que, por defender lo que es justo, podamos dañar la figura de una institución a la que amamos y en la que hemos vivido".
Las sugerencias y "reconocimientos" que Olvera sostiene que el nuevo Papa debería promulgar no tienen desperdicio:
"Ha llegado el tiempo de reconocer que os hemos engañado en determinados aspectos. En el Vaticano debería convocarse un nuevo Concilio donde participen todos los hombres de bien dispuestos a aportar lo mejor de sí mismos. Decreto que Dios es la esencia de la bondad, el maravilloso creador del universo que nos rodea. Que a Dios nadie le 'ofende'. Que no existe el pecado y por tanto sus secuelas del sacramento de la Confesión, que sólo ha servido para ejercer un espionaje voluntario de las almas que han confiado en nosotros y que hemos aprovechado para revertirlas contra ellos mismos y mantener nuestro despiadado poder sobre las almas".
"Vamos a decir adiós al espionaje espiritual. No existen ni el Purgatorio ni el Infierno. No existe la expiación de los pecados, que sólo ha servido para humillar a las personas. No más redenciones, ni arrepentimientos, ni golpes de pecho. Reconoced que sois hijos de Dios. No más flagelaciones personales. Sentiros orgullosos de ser hombres dignos. Practicad la autoestima, la lealtad, la veracidad, la justicia, el altruismo, la magnanimidad, la generosidad..."
"Dios no es un ser ególatra, como os hemos venido enseñando durante tantos siglos... Decreto que nosotros no somos los legítimos representantes de Dios en esta Tierra, idea que nos ha servido para cometer impunemente las peores tropelías sin recibir el castigo merecido. Reconozco que fuera de la Iglesia sí hay salvación, y que el fin de la creación es la armonía de la convivencia y la grandeza del hombre en la tierra".
Si Dios sólo "está durmiendo", como confesaba Benedicto XVI, es posible que no todo esté perdido.
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