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Víctimas de la violencia piden un México en paz

La Caravana al Sur registra en 11 días 221 casos de violaciones de derechos humanos

MAJO SISCAR

México es un campo minado de dolor, pero también de esperanza. Así lo ha demostrado el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, que encabeza el poeta Javier Sicilia, desde que el 28 de marzo cuando fue asesinado su hijo Juan Francisco emprendió un camino al que se han sumado centenares de víctimas que buscan recuperar la memoria de sus muertos y la dignidad de sus familiares, atrapados en una guerra que en los últimos cinco años ha acabado con cerca de 50.000 vidas.

'Hemos visto que la herida abierta en Ciudad Juárez se ha ido extendiendo como una gangrena hacia el sur del país para juntarse con los dolores ancestrales que viven los pueblos indios y las comunidades del sur. Guerrero y Veracruz se han convertido en réplicas de Ciudad Juárez, Monterrey y Tamaulipas', dijo Sicilia al concluir la Caravana al Sur, una peregrinación de 11 días en los que ha recorrido más de 3.000 kilómetros por ocho estados del sureste mexicano. Su objetivo: articular a la ciudadanía para reclamar el fin de la violencia, como ya había hecho en junio cuando impulsó la marcha al norte. Porque, como dijo Esther Hernández al paso de la caravana por Xalapa, capital de Veracruz, 'en México los muertos y los desaparecidos no nos diferencian, nos unen'. Su hija tenía 26 años cuando seis balas acabaron con sus sueños.

'Los muertos y los desaparecidos no nos diferencian, sino que nos unen'

Su tragedia se repite a lo largo y ancho del territorio, como también se repite en el 98% de los casos la impunidad en la que quedan estos crímenes. Gloria Edith Torres lleva dos años intentando que la falta de responsabilidades no acabe con la memoria de su marido y su hijo, asesinados por el Ejército. Circulaban por Acapulco en su camioneta cuando se encontraron con un tiroteo. Tres soldados disparaban al azar: 'Era una guerra, no sabían lo que hacían, iban drogados', recuerda Torres.

Salvó la vida de milagro y cuando se recuperó dedicó todo su aliento a buscar justicia. Escribió decenas de peticiones, hasta al presidente Felipe Calderón, pero los militares nunca fueron investigados. 'Tendría que haber hecho las cartas con los pedazos de mi piel y haberlas escrito con la sangre de mi hijo y de mi esposo para que las autoridades sintiesen en sus propias manos mi dolor y mi desesperanza', clamaba Gloria Edith.

La marcha llegó a Guatemala para pedir perdón por los emigrantes muertos

Estos testimonios desgarradores se sumaron a muchos otros, especialmente a los de las comunidades indígenas del sur de México. En Chiapas, la caravana visitó la comunidad de Acteal, un símbolo de la infamia de la violencia en este país desde que en 1997 un grupo de paramilitares antizapatistas asesinaron a 45 personas que rezaban en una iglesia. 'Seguimos resistiendo en busca de la paz y de un perdón que no sea impunidad, en busca de la verdad. ¡Organícense!', subrayaron los indígenas tzotziles de Acteal.

Y eso es lo que pretende el movimiento: unir todos los agravios que corroen el país para lograr un grito al unísono por la paz. 'La caravana al norte nos dio una muestra del dolor que hay en el país, pero el sur nos ha dado una muestra de la dignidad. Y necesitamos las dos cosas', resumió Julián Lebarón, un ranchero del norteño estado de Chihuahua cuyo hermano fue asesinado.

Él mismo entregó en Acteal un puñado de tierra del campo algodonero de Ciudad Juárez, un baldío donde se encontraron ocho cadáveres de mujeres asesinadas, que se ha convertido en un icono de los feminicidios de esta urbe fronteriza.

Y de la frontera norte a la sur. En Chiapas también, la caravana cruzó hasta Guatemala para pedir 'perdón' a los emigrantes de parte de la ciudadanía mexicana por no haberse movilizado antes para 'impedir' la violencia que sufren. Y se sumó a sus demandas para exigir al Gobierno mexicano que facilite un visado de tránsito a aquellas personas que, desde Centroamérica y Suramérica, pretenden cruzar México para llegar a los EEUU.

Son sólo algunos retazos de los 24 actos que tuvieron lugar en estos 11 días. En cada uno se hizo un registro de víctimas y se recogieron 221 nuevos casos; 116 de ellos, desapariciones forzadas.

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