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A por el voto hasta el último minuto

La participación baja apuntaba a una victoria del no en el referéndum sobre el Tratado de la UE

LOURDES GOMEZ

El empujón de la campaña irlandesa se mantuvo hasta el cierre de los colegios electorales, a las 10 de la noche de ayer. Los dos bandos del referendo sobre el Tratado de Lisboa persiguieron el voto hasta el final de una disputada contienda.

Tres millones de personas están inscritas en el registro electoral y el nivel de participación dictará el resultado de la consulta y el futuro de la Unión Europea.

En el incierto panorama de la carrera hacia las urnas, sólo había una previsión constante: la abstención inclinará la balanza hacia el no, según coinciden los protagonistas del único ejercicio consultivo que se celebra en Europa sobre el proyecto de reforma institucional de la UE.

Los diputados, concejales y peones de Fianna Fail despertaron con un mensaje telefónico de su líder, Brian Cowen. El Taoiseach (primer ministro) les urgía a movilizar a familiares y vecinos, a persuadirles a cruzar la casilla del sí en la papeleta, porque el Tratado “es un bueno para Irlanda y bueno para Europa”.

“Es el último esfuerzo para asegurar una participación alta”, explicó su portavoz. Fianna Fail organizó furgonetas y autobuses para conducir hasta las urnas a los que no disponían de recursos propios.

A media tarde, el panorama seguía turbio. “Se están registrando bruscas oscilaciones, con índices del 35% en unos distritos y por debajo del 10% en otros”, comentó Alan Farrell, alcalde de Malahide por Fine Gael, partido en oposición en el Dail (parlamento) y aliado del Gobierno en el referendo.

Aún era pronto para hacer valoraciones, pero la campaña del Sí estima que necesita una participación entre el 40 y 45 por ciento para cantar victoria.

Un goteo constante de gente pasó ayer por el colegio electoral de Malahide, población costera al norte de Dublín con un alto nivel de rentas.

Hasta las monjas de clausura del Convento Carmelita ejercitaron su derecho de voto. Cuatro hermanas, con su hábito marrón, saludaron sonrientes al alcalde sin mediar una palabra.

En cambio, Colette O´Malley, viuda de 68 años, con experiencia en marketing, se disponía a votar positivamente porque, según explicó, “Europa ha beneficiado mucho a Irlanda”.

“Hay que fortalecer la UE para que pueda negociar mejor frente a Estados Unidos y China. La voz de un país pequeño nunca se escuchará en la comunidad global”, advierte de camino a Malahide.

“El Tratado”, añade O´Malley, “es un documento técnico, difícil de comprender. Pero los que lo rechazan, denotan ignorancia”. Ni el Taoiseach lo ha leído, según confesó al inicio de la campaña.

A la dificultad de comprender el compendio de leyes del reformado texto constitucional europeo se aferran los que ayer votaron no y muchos de los que se abstuvieron.  

De acuerdo con estimaciones preliminares, el rechazo fue más pronunciado entre las clases menos prósperas, entre la gente dejada de lado por el despegue económico del Tigre Celta.

A ellos se dirigen los mensajes de Sinn Fein, único partido parlamentario opuesto al Tratado, y de los grupúsculos de la izquierda política, que relacionan el rápido europeo con futuras nefastas condiciones laborales y la privatización de los servicios públicos.

En el umbral ideológico opuesto, pero también contrario a la ratificación, Libertas asegura que el impuesto de sociedades en la República- al 12,5%, el más bajo de Europa- corre peligro.

 “He votado en contra porque no entiendo nada. El texto que nos enviaron es incomprensible', dice Michael Rooney, en referencia a la información distribuida por la Comisión del Referéndum.

Lo explica con expresión de pillo a la salida del colegio de Dermott Street, en un barrio del interior de Dublín que ha conocido tiempos mejores. La regeneración aún no ha llegado a este enclave a dos pasos del centro y en cada bloque de casas hay pisos con las ventanas herméticamente tapiadas.

Anoche, el sí y el no continuaban batallando. El recuento comienza hoy y el resultado se espera por la tarde. Hasta entonces, Europa seguirá en la encrucijada de la crisis o la vía verde irlandesa.

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