Público
Público

William y Kate ya forman parte de 'La Empresa'

Los nuevos duques de Cambridge se convierten en el futuro de la monarquía británica

IÑIGO SÁENZ DE UGARTE

La novia entró como Kate Middleton en la abadía de Westminster y salió convertida en duquesa de Cambridge. Tras su matrimonio con William Windsor, de 28 años y segundo en la línea de sucesión al trono, esta joven de 29 años ya forma parte de lo que en Gran Bretaña se llama 'The Firm' (La Empresa), una forma coloquial pero no irrespetuosa de referirse a la familia real.

'La Empresa' es un hueso muy duro de roer. Ahora espera tener más suerte con Middleton que la que tuvo con la indomable Diana Spencer, cuyo recuerdo tuvo que estar presente en la mente de muchos. The Sun se atrevió a colocar su foto en la portada del viernes, por debajo de la de los novios, con el titular “Ella estaría tan orgullosa”.

Para alivio de los que intentaban buscar diferencias, los novios se miraron sonrientes e intercambiaron algunas palabras cuando lo permitía la ceremonia. En 1981, Carlos y Diana casi ni se dirigieron la mirada.

Por entonces, el arzobispo de Westminster, Robert Runcie, llegó a utilizar la expresión “cuento de hadas”. Esta vez, su sucesor, Rowan Williams, no cometió ese error.

El único momento que se salió del protocolo tuvo un aire curiosamente retro. Para recorrer los 300 metros desde Buckingham hasta Clarence House, donde se celebró la recepción posterior a la boda, los novios se subieron a un descapotable Aston Martin DB6, comprado por el príncipe Carlos en 1969. El coche llevaba la preceptiva L de los novatos y la matrícula con el “recién casados”.

Centenares de miles de personas se echaron a la calle y, frente al Palacio de Buckingham, tuvieron la oportunidad de disfrutar de su derecho de ver a los novios besándose. No una vez, sino dos, porque la primera resultó algo breve y forzada.

La boda fue un gran éxito popular, no en vano todos los sondeos –los actuales y los de los años 90– arrojan un apoyo a la monarquía nunca inferior al 70%.

A lo largo de todo el país, se celebraron unas 5.500 fiestas callejeras, un número mucho menor que el de 1981, bien porque los británicos son ahora un poco más cínicos sobre las promesas de felicidad eterna habituales en las bodas reales o porque los lazos comunitarios entre vecinos no son los de épocas anteriores.

Los republicanos también tuvieron su fiesta –más modesta y sin más presencia de la Iglesia anglicana que un joven disfrazado de obispo– en la plaza Red Lion de Londres.

“Las bodas reales también son buenas para los republicanos”, comentaba Graham Smith, del grupo República. “Nuestra fiesta es una forma irónica de participar en este día. Y haremos otra el próximo año cuando se celebren los 60 años de la coronación de la reina, es decir de tener un jefe de Estado no electo”.

Todo fue relajado y tranquilo para el millar de personas que fueron pasando por la plaza. No tanto para los que preparaban una actuación algo más directa.

El profesor universitario Chris Knight y varios miembros de un grupo de arte callejero fueron detenidos por la policía cuando se disponían a representar una escena medieval que incluía una guillotina y un personaje regio ejecutado.

La tarde anterior, la Policía había realizado lo que deberíamos considerar detenciones preventivas. Uno de los arrestados era un activista anarquista que pretendía realizar una protesta en el Soho. A lo largo de todo el viernes, la policía realizó al menos 55 detenciones en el centro de Londres.

Las novias casi siempre son elogiadas por la elección del vestuario en estas ocasiones. El traje nupcial de Kate Middleton, secreto hasta el final, fue responsabilidad de Sarah Burton, de la empresa de Alexander McQueen, el célebre diseñador de moda que se suicidó en febrero de 2010. 

La respuesta fue elogiosa. “Ha sido un gran triunfo de la moda británica”, dijo la crítica de moda de The Guardian.

'La Empresa' es un hueso duro de roer

Quienes se salieron de la norma fueron Samantha Cameron, esposa del primer ministro, que acudió sin sombrero (para los tradicionalistas, un pecado de lesa majestad), y la española Miriam González, esposa del viceprimer ministro, Nick Clegg.

Una columnista del Daily Telegraph fue brutal en la descripción del vestido de González: “Un cruce entre el flamenco español y Roxie Hart de (la película y obra musical) Chicago”.

Las cadenas de televisión cumplieron con lo que se esperaba de ellas. La BBC, seria e institucional, aunque el presentador principal tuvo problemas para identificar a algunos invitados.

Eso no es un delito en el caso de los extranjeros, pero llamó la atención que dudara de si una persona determinada era la cuarta o quinta en el orden de sucesión. Esas cosas no suelen pasar en la BBC.

Otro error difícil de justificar es que no ofreció durante la ceremonia ningún plano del líder laborista, Ed Miliband, y sí unos cuantos del primer ministro Cameron.

Dos diputados laboristas protestaron en Twitter, lo que acarreó otras protestas contra sus críticas. Portavoces laboristas dijeron luego que Miliband no estaba en absoluto molesto por la posible omisión.

ITV y Sky News se permitieron un ambiente más relajado en sus intervenciones. El comentario menos edificante que se oyó en televisión fue el de una invitada de Sky News: “Ella (la novia) está perfecta con ese aspecto de muñeca”.

El nivel de la discusión era aún más divertido e irreverente en Internet con 67 referencias por segundo a la boda en Twitter y 74 en Facebook. La gente se cebó con una de las invitadas, Tara Palmer-Tomkinson, de 39 años y amiga del príncipe Carlos.

Estrenaba un nuevo tabique nasal, ya que el anterior no había podido superar años de consumo de cocaína, una costumbre afortunadamente ya abandonada.  

La web de The Guardian, volcada en la cobertura de la boda, tuvo piedad con las personas que buscaban otras informaciones. Un enlace en la parte superior permitía a “los republicanos” escapar de la noticia del día.

No es que el diario más importante de la izquierda británica se identifique como republicano. Como mucho, acepta tener “simpatías republicanas”.

Quien sí lo es es The Independent. Dedicó toda su portada el viernes a fotos relacionadas con la boda, pero sugirió a los no interesados que fueran directamente a la página seis.

Millones de británicos habían aprovechado la boda para huir del país. Los hubo que no querían verse arrollados por los turistas ni aturdidos por la cobertura mediática. En cualquier caso, al ser el viernes festivo y también el próximo lunes, el puente era demasiado tentador.

La Asociación de Agencias de Viajes Británicas ha calculado que 3,5 millones de británicos, un 5% de la población, han viajado estos días al extranjero. Según un sondeo de YouGov, el 23% de la gente tenía previsto tomarse unos días fuera de casa, dentro o fuera del país.

'Las bodas reales también son buenas para los republicanos'

Los hoteles del centro de Londres no parecían estar llenos. “Pusieron unos precios totalmente por encima del mercado”, explicó James Taylor, de una web de reservas hoteleras. “Los turistas más ahorradores prefirieron buscar alojamiento en zonas de Londres no tan caras”.

Tras la luna de miel, de lugar aún desconocido, William y Kate se asentarán en el pueblo galés de Anglesey, cerca de donde el novio tiene su puesto de trabajo. A William le quedan aún por cumplir dos años de su destino como piloto de helicóptero de la RAF especializado en rescates.

La prensa ha informado que ambos aspiran a estar alejados de la atención de los medios de comunicación durante ese tiempo. Sin embargo, ya tienen un viaje oficial en ciernes. Estarán en Canadá del 30 de junio al 8 de julio. Es la primera misión que les ha encomendado 'La Empresa'.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias de Internacional