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La falta de un helicóptero frena la ayuda a las zonas más dañadas por el seísmo

En el centro de Gorkha, en Nepal, comienza a respirarse cierta normalidad, pero sus habitantes temen que las réplicas puedan derribar algún edificio más y no quieren correr el riesgo de quedar atrapados.

Una mujer, ante los edificios derruidos en el distrito de Bhaktapur en Katmandú./ EFE

ELENA DEL ESTAL

GORKHA (NEPAL).- El primer grupo de ayuda llegó en la noche de este miércoles a Gorkha, epicentro del terremoto de Nepal. Entre ellos, está el equipo de rescate y salvamento español Bomberos Sin Fronteras (BSF): 12 personas y dos perros de búsqueda. Un equipo con gran experiencia en catástrofes naturales formado por bomberos profesionales y una enfermera. Salieron este martes de Katmandú junto con un equipo belga y otro de Singapur.

“Nos enviaron desde el Centro de Operaciones y Coordinación [OSOCC] que Naciones Unidas tiene en Katmandú porque nos dijeron que ésta era una de las zonas más afectadas, pero al llegar aquí nos encontramos con una gran falta de información”, cuenta Lorenzo Álvarez, miembro de Bomberos Sin Fronteras.

Matthew Darvas, periodista australiano que reside en Nepal y que fue uno de los primeros extranjeros en llegar a la zona de Gorkha, lleva cuatro días intentando poner en contacto a los equipos de rescate con los gobiernos locales. Él es una de las primeras personas que provee información al grupo de BSF.

Se han detectado dos tipos de situaciones. La primera son los pueblos aledaños situados en un radio de entre 1 y 15 kilómetros del centro de Gorkha y a los que se puede tener acceso por carretera. “Preferimos no focalizar esfuerzos y medios de rescate en llegar a esa zona porque o bien la gente está muerta. o ya ha llegado ayuda, o ellos han venido hasta aquí para asistencia”, dice el periodista australiano.

Los esfuerzos se centran ahora en conseguir un helicóptero para llegar a las zonas remotas donde nadie ha recibido asistencia. “Un avión del ejército indio ha sobrevolado la zona para lanzar comida. De ellos nos llega la información de que hay zonas donde hay entre un 70% y un 90% de edificios colapsados. La prioridad es intentar llegar a esas áreas”, continúa Darvas.

A primera hora de la mañana de este miércoles se convocó una reunión con el Jefe del Distrito, la Policía Local y los equipos de rescate español, belga y de Singapur para planificar el acceso a esas zonas remotas. Por ahora, no se va a mandar ningún helicóptero hacia estas áreas.

“Se trata de un radio de entre 30 y 40 kilómetros, pero son zonas que no tienen ni siquiera acceso por carretera. La única manera posible de llegar es en helicóptero”, confirma Damián Soriano tras salir de la reunión. Vhiya, Keraunja, Kasigaon, Lapu y Gumda son, en principio, los pueblos a los que se pretende llegar. Se accedería con helicópteros privados con capacidad para seis personas.

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Pero a las dificultades de acceso se le añade otro obstáculo: el tiempo climatológico. Una espesa niebla cubre las montañas desde el amanecer, aunque la situación mejora a medida que avanza el día. Sin visibilidad, el helicóptero no puede volar. 

La desesperación comienza a hacer mella en los miembros del equipo de BSF que esperan en el centro de Gorkha. Saben que cada minuto que se pierda cuenta. “A partir de las 72 horas se reducen las posibilidades de encontrar a gente, por eso es tan importante actuar con urgencia”, dice Lorenzo Álvarez.
“Es bastante frustrante estar parado esperando cuando se sabe que hay gente que necesita ayuda”, cuenta Tamara González, la asistente sanitario.

Mientras tanto, en el centro de Gorkha comienza a respirarse cierta normalidad. Aunque las tiendas permanezcan abiertas y la gente vuelva a sus trabajos, aún se tiene en mente que hace seis días el distrito fue el epicentro del terremoto.

Nada más aparecer los primeros rayos de luz, la gente vuelve a sus casas cargando con mantas al hombro. “Seguimos durmiendo en la calle porque tenemos miedo a las réplicas”, dice una de las mujeres mientras señala las grietas del suelo y el techo que el terremoto causó en el edificio en el que vive con toda su familia.

Al rato, la tranquilidad se rompe otra vez. Un leve movimiento del suelo alerta de que las réplicas aun no han terminado. La gente sale corriendo de sus casas. Temen que los temblores puedan derribar algún edificio más y no quieren correr el riesgo de quedar atrapados.

Los niños llevan sin ir al colegio desde el terremoto porque les da miedo. “La profesora nos dice que es mejor que no vayamos”, dice uno de los niños que merodea curioso alrededor del equipo de BSF. Pasan el tiempo jugando al cricket e intentando comunicarse con los extranjeros que han llegado hasta allí.

Mientras, el grupo de españoles se plantea alternativas. Si finalmente no pueden salir los helicópteros no descartan intentar avanzar a pie. Todos miran al cielo, a la espera. “El tiempo aquí es muy cambiante, por eso no perdemos la esperanza de finalmente algún helicóptero pueda salir hoy”, dice Darvas. 

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