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¿Cómo puede un grupo de 50 hombres eyacular sobre una niña de 18 años y penetrarla sin pensar que es una violación?

La docuserie 'PornoXplotation', dirigida por Mabel Lozano, explora las entretelas de la industria del porno y su relación con la trata y la explotación sexual y laboral. Una trituradora de mujeres que se ha hecho fuerte en el mundo digital y que cada día es más violenta.

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Mabel Lozano, junto a las dos actrices de la docuserie 'PornoXplotación' en su presentación en Seminci. — Cedida

madrid, Actualizado:

Cuando Halyna entró en la sala se encontró con que había 50 hombres semidesnudos. Ninguno mostraba su rostro porque los tapaban con máscaras de animales, antifaces o pasamontañas. Acababa de cumplir los 18 y la noche anterior había llegado de Europa del Este con el acuerdo de grabar una escena porno. Le habían prometido 6.000 euros por beberse el semen de dos hombres en una copa. Pero aquello que tenía delante no se parecía en nada a lo que habían acordado. Lo que estaba a punto de suceder en esa pequeña habitación tiene nombre y es una de las prácticas más brutales, humillantes y de sumisión hacia las mujeres. También es uno de los productos más demandados en pornografía. El bukkake consiste en que un grupo de hombres eyaculan sobre la mujer, introducen los penes en su boca y se van turnando a lo largo de una larga sesión que se graba para luego ser distribuida como material porno. 

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"Estuve a punto de vomitar varias veces, les hice gestos para que pararan mientras me metían aquellos penes hasta el fondo de mi garganta, pero nadie me hacía caso. Sentía que iba a perder el conocimiento. Los tíos empezaron a correrse uno a uno y la cámara se me acercaba para grabarlo todo", relata en la pantalla la actriz que interpreta a la joven. Ninguno paró. Ninguno pensó que lo que estaba sucediendo en esa sala fuera una violación. Y esto ocurre todos los días. 

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Se trata de una de las historias incluidas en la docuserie PornoXplotación, presentada este fin de semana a nivel mundial en la Seminci, el festival de cine de Valladolid. Basada en el libro del mismo nombre, escrito por Mabel Lozano y el policía especializado en trata y explotación sexual Pablo J. Conellie (uno de los expertos que aparecen en el documental), la obra se presenta ahora en tres capítulos duros. Duros no por lo que se muestra en las escenas, que han sido delicadamente tratadas, sin imágenes explícitas, sin caer en la trampa de hacer pornografía de la pornografía, sino por la realidad que narran

Halyna no sólo no recibió el dinero prometido, sino que quedó atrapada en una red de prostitución, en la que fue explotada y amenazada con tomar represalias contra su madre y sus hermanos si no colaboraba. "Lo saben todo de mí", explica en una escena, ya sola, una vez que se han ido los hombres que participaron en el bukkake, despeinada, con el maquillaje corrido, abatida. Es una actriz, pero cuenta con precisión lo que vivió y relató la protagonista de esa historia real. Ella no puede hacerlo por miedo a las represalias, por no poner su vida y la de su familia en riesgo.

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Diana tampoco da la cara. Ella no fue traída de otro país y su historia también la representa un actriz. Esta joven madrileña fue explotada sexualmente durante meses por su captor. Un hombre del que se había enamorado la puso en contacto con un amigo suyo para que le diera un puesto de camarera. Ella y su madre vivían en la precariedad y con una mínima ayuda de los servicios sociales, que no alcanzaba para cubrir las necesidades más básicas. Necesitaba ingresar dinero. Sin embargo, lo que encontró no fue el prometido trabajo, sino una sumisión química y ser encerrada durante meses en una habitación del centro de la capital, donde fue violada a diario para grabar escenas porno que luego se distribuían en distintas redes plataformas. Seis meses encerrada. Por todo el tiempo cautiva recibió 200 euros. Una de las amenazas constantes era la de hacer daño a su madre. 

No todo el porno que se filma está realizado con víctimas de trata y explotación sexual, afirma Mabel Lozano, actriz y activista que ha estudiado y denunciado los mecanismos que acaban por condenar a las mujeres a la prostitución forzada. Pero es clave entender cómo funciona esta industria, porque "se lucra de la vulnerabilidad de sus víctimas y es la carne que alimenta la prostitución", señala.

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Pablo sí da la cara. Explica que cuando vio las imágenes de su hija en redes sociales, lo primero que hizo fue culparla a ella, hasta que finalmente entendió que ella era una víctima. La menor fue captada por un productor porno que la grabó y distribuyó sus imágenes por internet. Fue uno de los vídeos más vistos y viralizados. Decidieron denunciar, pero desde hace más de cinco años el proceso está en investigación y aún no se ha puesto fecha para el juicio. Paula, su hija, está considerada testigo protegido. El denunciado está libre, en la calle. "Nos han ofrecido dinero para llegar a un acuerdo y que quitemos la denuncia", afirma el padre, "pero no hemos aceptado. Tiene que pagar por lo que hizo, pero no con dinero", añade en la cinta. Él es una de las caras reales del drama y ha decidido contar su historia a la cámara.

Conellie explica que una vez que las imágenes son subidas a internet es casi imposible borrarlas, y si se consigue eliminar alguna de un servidor, siempre  vuelve a circular por algún usuario que se la ha bajado y vuelve a subirla. Se trata de un círculo vicioso en el que las víctimas, incluso menores, son estigmatizadas, asediadas y en muchos casos destruidas de por vida

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Otras dos historias las cuentan dos hombres que quisieron ser actores porno y relatan desde dentro los entresijos de una explotación sexual y laboral de la que no se han beneficiado: no existen contratos, ni medidas de protección... solo acuerdos verbales que nunca se cumplen, afirman a cámara. Lo único que sí se firma es un acuerdo de cesión de imágenes, por lo que las productoras de porno pueden distribuirlas infinitas veces en cualquier tipo de plataforma y por las que el actor no cobra nada. Incluso años después de haber dejado la industria, las imágenes siguen siendo distribuidas como material nuevo, alimentando un negocio que siempre necesita dar la sensación de que hay carne fresca en el mercado.

Las redes, un multiplicador de violencia

La docuserie, al igual que lo hizo el libro, es una llamada de atención sobre el refinamiento de los métodos de captación y explotación dentro del mundo de la pornografía, su relación con las redes de trata y de explotación sexual y una denuncia a la creciente utilización del entorno digital, que no sólo es abierto, sino accesible en un clic las 24 horas del día. "Los chavales, desde los 8 años, tienen en sus bolsillos teléfonos que son televisiones que les permiten acceder a todo esto y están normalizando la violencia que supone", advierte Mabel Lozano. 

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La industria del porno mueve al año 97.000 millones de euros

La denuncia clara es la normalización de la violencia. Una violencia extrema de la que, además, no se habla ni se enseña en los colegios. Un silencio que supone un campo abonado para esta macroindustria, que mueve anualmente la friolera de 97.000 millones de euros

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Pero lo importante de este trabajo no es sólo la denuncia de lo que hay delante de este negocio multimillonario, sino también de lo que hay detrás, entre bambalinas: cómo se construye lo que millones de personas, principalmente hombres, consumen a diario.  "Es necesario hablar de lo de hay detrás del porno, del consumo sin criterio, sin pensamiento crítico. A muchos ya no les basta con verlo y afirman que tienen que participar; es un incentivador de la prostitución. Yo la llamo prostitución 2.0", explica Lozano. 

Otro de los hombres que da la cara en la serie es Dani, un chico que comenzó a consumir porno de muy joven, primero a través de revistas, luego en el primer ordenador que llegó a su casa y más tarde en el móvil. "Me convertí en un adicto", afirma a cámara. "El porno para mí pasó de ser un entretenimiento a una necesidad". Una adicción que le truncó la vida y las relaciones íntimas. Tras años de tratamiento ha conseguido dominarlo. No es infrecuente este enganche. 

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Ellos no cobran, ellas se juegan la vida

Los dos hombres que trabajaron en el cine porno también dan la cara. Hablan principalmente de las condiciones laborales, de los engaños, de las prácticas de riesgo, de las mentiras que encontraron en una industria que mueve ingentes cantidades de dinero, pero de las que, afirman, no se han beneficiado durante los años en los que estuvieron ligados a ella. Ellos eligieron libremente ejercer como actores porno y también voluntariamente, abandonarlo. Ellas no. "Ellas no eligen ser actrices porno. En su gran mayoría son captadas y mantenidas en una industria que las humilla y las explota y de la que no pueden escapar por amenazas", añade Lozano. Ninguna de las mujeres cuya historia se cuenta da la cara. En muchos casos el temor a las represalias y a la estigmatización hace imposible que cuenten lo vivido con sus nombres reales. 

"Ellos se quejan de las condiciones laborales y de las condiciones en las que se han visto obligados a trabajar. Ellas se juegan la vida", añade Lozano. En la gran mayoría de los casos ellas no sólo no eligen, sino que una vez dentro de las redes que manejan la pornografía, no pueden salir. "Nosotras somos trabajadoras sexuales por voluntad propia, y así debemos contárselo a cualquiera que nos pregunte", afirma en la cinta una de las actrices que cuenta la historia de una de las víctimas. "La pobreza es un arma contra las mujeres", añade otra que encarna a una de las jóvenes explotadas sexualmente en la serie.

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"La entrada en pornografía es relativamente fácil, pero la salida, muy complicada", afirma Beatriz Ranea, una de las expertas que aparecen en la cinta, intercalada entre las historias personales. 

Para Lozano esta docuserie debería ser vista por todos: chavales, profesores, madres y padres... "¿Es dura? Sí, pero cuenta una realidad que es necesario conocer. En España no habla de sexo nadie en sus casas. Los chavales ven pelis con una gran cantidad de violencia, pero cuando hay una escena subida de tono sexual, los echan. Ellos lo ven en sus dispositivos móviles sin ningún filtro, sin ninguna supervisión. Si les preguntamos, seguro que muchos saben lo que es un bukkake. Creo que la serie es una herramienta maravillosa para educar. Estamos hablando de nativos digitales y hay que recordarles que nada es gratis en la web. Está lleno de lo que llamo ojeadores de las vulnerabilidades. Y es clave informarles de lo que hay delante y detrás de la pornografía", advierte Lozano.

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