Opinión
No hace falta ser muy técnico para entender cómo funciona una bomba

Investigador científico, Incipit-CSIC
-Actualizado a
Existen pocos consensos en el mundo. Uno de ellos es que los crímenes que perpetra Israel en Gaza son absolutamente inaceptables. Quedó de manifiesto en la ONU con el discurso de Netanyahu ante una sala casi vacía. A estas alturas, Israel es indefendible y lo saben hasta quienes lo defienden. Así pues, la estrategia de quienes se encuentran del lado equivocado de la historia ha tenido que cambiar. Ahora se pone el énfasis en negar que la violencia en Gaza se pueda denominar genocidio.
El objetivo de la maniobra es doble: por un lado, quienes niegan el genocidio se presentan a sí mismos como gente templada que lamenta genuinamente el sufrimiento de la población civil, al tiempo que saben llamar a las cosas por su nombre. Por otro lado, pueden criticar a los que supuestamente instrumentalizan la acusación de genocidio para criminalizar a Israel, hacer alardeo moral, desacreditar a sus contrincantes políticos o por puro antisemitismo.
Dado que la acusación de genocidio, razonan, convierte al acusado en un paria sin salvación, hay que ser muy prudentes con el uso del término: genocidio, insisten los negacionistas, es lo que hicieron los nazis con los judíos. Y los hutus con los tutsis. Y si nos esforzamos un poco, los turcos con los armenios. Ahí se acaba la lista. Desde este punto de vista, el genocidio es un evento rarísimo que implica el exterminio completo o casi completo de un grupo -o el intento de llevarlo a cabo.
Esta postura parte de una visión errónea de este tipo de crimen. Existen bastantes más que los que se suelen citar como referencia, especialmente contra comunidades indígenas, que no encajan necesariamente en el modelo de los tres grandes genocidios del siglo XX. Es el caso del exterminio de los selkn’am de Tierra de Fuego, los aborígenes tasmanios o el de multitud de grupos en la Amazonia y el Chaco.
Tanto en estos casos como en otros más recientes, el programa exterminador no consistió siempre en la eliminación física de todos y cada uno de los miembros del grupo, sino en una combinación de asesinatos indiscriminados, desplazamientos forzosos, encarcelamientos masivos, sometimiento a condiciones de vida inhumanas, prohibición de prácticas culturales ancestrales y la entrega en adopción o servidumbre de mujeres y niños.
El objetivo último de un genocidio es hacer inviable la supervivencia de un determinado grupo en tanto que tal a medio o largo plazo: en la masacre de Srebrenica, tipificada como genocidio, los perpetradores serbobosnios mataron fundamentalmente a varones bosnios musulmanes en edad militar. De hecho, el asesinato en masa parcial suele ser más común que el exterminio completo, porque es más viable y el resultado es el mismo. Es a este tipo de genocidios a lo que más se parece lo que estamos viendo en Gaza.
Pero es que además daría igual que la violencia contra los palestinos no pudiera calificarse de genocida. El genocidio es solo uno entre muchos crímenes de lesa humanidad contemplados en el derecho internacional humanitario. Incluso si lo tachamos de la lista, el Estado de Israel sigue siendo culpable de numerosos crímenes de guerra y contra la humanidad, como el asesinato masivo de no combatientes, el ataque a infraestructuras civiles e instalaciones sanitarias, la destrucción de viviendas sin justificación militar, el maltrato y la humillación de prisioneros, ejecuciones sumarias, desapariciones forzosas, violencia contra miembros de organizaciones neutrales, saqueos y desplazamientos de población.
Lo que ocurre en Gaza no es una guerra dura y difícil, como argumentan algunos, ni las víctimas daños colaterales tan lamentables como imposibles de evitar. Es una campaña criminal que ha buscado desde el inicio dañar y traumatizar a la población civil. Negarse a repudiar la violencia que perpetra Israel porque no está clara la intención genocida es como negarse a repudiar un asesinato con premeditación y alevosía porque no está claro si además se incurrió en ensañamiento. Es una maniobra tan inmoral como ridícula. Llamad como queráis a los crímenes de Israel, pero condenadlos sin paliativos. No hay disculpa que valga.
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