Opinión
El PSOE contra el 'trumperio'

Por Anibal Malvar
Periodista
El pensador ultraderechista Steve Bannon ha dicho en The Economist que Europa es un protectorado de EEUU. Sin cortarse. También afirma que Donald Trump es "un instrumento de la voluntad divina", lo cual puede hacernos dudar de su cordura. Pero siempre es peligroso e imprudente subestimar los delirios de un trillonario loco. Pueden comprar percepciones, hasta el punto de instaurar sus chaladuras como respetables normas de urbanidad.
Bannon es un maestro en este arte. Su fortuna exponencial la forjó vendiendo mentiras. Su estrategia flood the zone (enfangar, llenar de mierda, de bulos) lo ha convertido en el ideólogo más influyente de este siglo XXI. Todas las fasciocracias triunfantes y emergentes (desde Bolsonaro a Milei y Nayib Bukele, pasando incluso por el futurible Santiago Abascal) se nutren de su coprológico ideario.
Por eso, para una vez que no miente, aquilato como diamantes las palabras del creador del Trumperio. Y sí, Bannon tiene razón: Europa es un protectorado de los EEUU. Aunque parece que la España de Pedro Sánchez se le resiste un poco en estos días turbios de pólvora y niños asesinados.
El detonante de este arrebato de independentismo sanchista con respecto al resto del protectorado europeo es el dinero. Su negativa (ficticia o no) a dedicar el 5% del PIB a la OTAN, o sea, a comprarle armas a EEUU para que las empleemos solo donde nos mande EEUU, no ha sentado nada bien a Donald Trump. "La diferencia es que ahora [los países europeos] están pagando el 5% en lugar del 2%. Con la excepción de España. El problema se podría resolver muy fácilmente", añadió, no se sabe si aludiendo a nuestra expulsión de la OTAN, de la UE y de Eurovisión, o amenazando veladamente con bombardear a los percebeiros galegos en plan videojuego, como está haciendo con los pescadores en las costas de Venezuela.
En la última cumbre de la OTAN, celebrada en junio en La Haya, Pedro Sánchez parecía el muerto del entierro buscando su ataúd. En la foto de grupo, aparecía apartado y esquinado. Cuentan medios nacionales e internacionales que apenas habló con sus homólogos (con lo dicharachero que se pone en inglés) y que lo ocultaban socialmente para evitar que se cruzara con Trump.
No es la primera vez que un líder socialista español se rebela contra el Imperio. En 2003, el entonces candidato José Luis Rodríguez Zapatero ganó fama y fortuna demoscópica rompiendo el protocolo en el desfile militar del 12 de octubre. ZP no se levantó, como el resto de líderes, ante el paso de la bandera norteamericana, en protesta por la invasión ilegal de Irak bendecida por el presidente español José María Aznar.
En las fotos de aquel 12 de octubre, sentado entre señores enchaquetados y en posición de firmes ante el ondear de las barras y estrellas, ZP recordaba a Buster Keaton: cara de palo, anatomía rotundamente triste, manos entrelazadas de condenado a muerte. Parece mala imagen para un cartel electoral. La guapa prensa de derechas se cachondeó largamente del aspirante sedente y Francisco Umbral lo bautizó como Bambi. Pero funcionó cual dinamita pacifista y al año siguiente ZP era presidente del Gobierno.
A veces pienso que al votante socialista, que suele ser poco revolucionario, le suben las adrenalinas y las endorfinas cuando sus líderes sacan al Ché Guevarita que todos llevamos dentro, y se suben a las barbas del sheriff del planeta. Es inútil, pero esparce gran valor simbólico.
PS ya había protagonizado sonadas rabietas en el seno de la Unión Europea. Y algunas de ellas impactaron directamente incluso en la economía doméstica: la denostada excepción ibérica rebajó el precio de la luz, por ejemplo. Pero plantarle cara y solo ante el peligro al pistolero de la Casa Blanca da mucho más caché que cabrear a Úrsula von der Leyen, y sospecho que Pedro Sánchez piensa lo mismo.
Carga Sánchez el estigma de haber engañado recientemente al pacifismo con el cosmético y falsario embargo de armas al genocida Israel. Quizá su postura contra el 5% otaniano lo pueda redimir. Por lo menos, ha cabreado tanto a Donald Trump que los improperios contra España atronan diariamente en los salones hoy fascistas de la Casa Blanca. Quizá esta soledad le traiga a Pedro Sánchez la baraka, como a Zapatero.
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