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Cuestión de ejemplaridad

"Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol." La frase es del escritor Albert Camus, Premio Nobel de Literatura que llegó jugar de portero de manera semiprofesional en el Racing Universitario de Argel. Camus amaba tanto el fútbol que es posible que se hubiera convertido en una estrella internacional de ese deporte si una tuberculosis no hubiera hecho que se tuviera que conformar con ser uno de los mejores novelistas y ensayistas del siglo XX.

La primera obligación moral de un hombre es la de no prevalerse de la fuerza para someter a su pareja. Si ese hombre además es futbolista, la obligación no debería ser solo moral, sino estar recogida por escrito como una de las cláusulas esenciales de su contrato: eres una figura pública, en la que se reconocen miles de niños. La gente paga hasta por tener cromos tuyos. Si maltratas al prójimo serás multado. Nos da igual que el maltrato sea dentro o fuera del campo. Si ese prójimo es una mujer, tendrás además la obligación de dar una conferencia de prensa en la que expliques a todo el país lo que es un maltratador:

Un maltratador es una persona con la autoestima tan baja que usa a las mujeres como si fueran puntales de una obra. La función primordial de una mujer en la vida de un maltratador no es la de compartir vivencias con él, sino la de impedir que su yo se caiga al suelo, hecho pedazos. Es por eso por lo que el maltratador considera a la mujer como un objeto de su propiedad (es la muleta con la que camina su «cojeante» personalidad) y por lo que acaba muchas veces asesinándola: la única prueba de que no soy una mierda de ser humano es que tú querías estar a mi lado. Si me abandonas, lo que quede de mí será peor que la muerte y no podré soportarlo: como venganza, acabaré contigo antes de suicidarme.

El futbolista maltratador tendrá que salir a decir eso ante las cámaras, para que lo escuche toda la afición. Y anunciará que el club le ha detraído una parte de su sueldo para financiar su rehabilitación psicológica. Tu pareja no está ahí para impedir que te sientas un desecho ambulante, su misión no es la de que ames a ti mismo: tienes que venir ya amado de casa. Esa tarea, la de descubrir que no eres la sabandija humana que desde pequeño te han hecho creer que eres, es la de un especialista en salud mental. Cuéntales a los niños que compran tus cromos y camisetas con tu dorsal, que hacen colas interminables para conseguir tu autógrafo, que estás yendo al psiquiatra para te arregle la cabeza. En caso contrario y dado que tú eres el espejo en que se miran, ¿sabes qué ocurrirá? Los niños empezarán a creer en esa frase ahora tan de moda: sí, le casca a su mujer, ¡pero en el campo mete unos golazos! Para ellos será la justificación del acoso escolar: ¡sí, el chiquitín tortura a un compañero de clase, pero hay que ver qué bueno es en matemáticas!

Uno de los grandes obstáculos para acabar con la violencia machista es la falta de recursos materiales. Las casas de acogida para mujeres maltratadas solo pueden ser un paréntesis para ellas, no un hogar permanente. Pero muchas veces no hay dinero para que esas mujeres puedan acceder a una vivienda digna. Así que, clubes de futbol ¿por qué no montáis una vez al año un partido de homenaje en la que la recaudación no se la lleve el futbolista de turno, sino la coordinadora de Casas de Acogida? Ah, que preferís gastaros la pasta en un ucraniano que colecciona símbolos nazis ¿no? Perdonad, no quería molestaros. Voy a seguir leyendo a Camus.

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