Opinión
Contra el IPC, calcule su CIP (inflación personal)
Por Amparo Estrada
-Actualizado a
Carmen Alcaide es la presidenta del Instituto Nacional de Estadística. Carmen Alcayde es una periodista televisiva. Ambas tienen en común el nombre, el tomate y una gran influencia social. Se me ha ocurrido algo que quizá las una más a ellas y a los demás nos ayude, a título personal, a llegar mejor a fin de mes. Me gustaría proponerles –ellas pueden– que estudien un proyecto conjunto de Calculadora de la Inflación Personal, una CIP.
Estoy convencida de que esa CIP puede hacer mucho más por la economía doméstica que el cálculo global del precio del tomate, fundamental en el IPC de Alcaide. Y creo que los freakies del Aquí hay tomate de Alcayde podrían transformarse en modelos a seguir por los españoles explicando en la tele sus propios CIP antes que sus infidelidades y pasados turbios. De este modo ganaríamos todos: sabríamos más sobre cómo administrar (bien) nuestro sueldo, el IPC dejaría de ser un concepto abstruso para la población y la telebasura pasaría a ser cultura.
Tampoco es tan rara la idea. La Office for National Statistics, o sea, el INE británico, ya tiene en su web un programita que te permite calcular on-line tu Personal Inflation Rate, es decir, tu propia tasa doméstica de inflación. Yo aplaudo que la administración pública haga este tipo de cosas, que los funcionarios más convencidos de que son servidores públicos se pongan en la piel de ciudadanos corrientes e ideen cosas tan cercanas como una CIP. Porque yo, como otros muchos, desconfío de los promedios; y las estadísticas oficiales –como el IPC– no dejan de ser promedios. Extraordinariamente sofisticados e imprescindibles para la toma de decisiones económicas globales. Pero promedios: yo me como dos pollos, tú ninguno y nos hemos comido uno cada uno.
Según el IPC, ahora en España se están desmadrando los precios de la alimentación. La gente que sabe dice que ocurre lo siguiente:
Cereales. Están por las nubes, entre el 50% y el 100% más que hace un año, por una subida enorme de la demanda.
Leche. Sube a tope básicamente por culpa de Bruselas, ya que su política de reducir la oferta y eliminar excedentes ha hecho que España sea deficitaria en leche: miles de ganaderos han transformado sus explotaciones de vacuno de leche en vacuno de carne. La cuota de producción española es de 6,1 millones pero la demanda es de 9 millones.
Huevos. Ha habido un genocidio avícola, de unos 48 millones de gallinas. El parque de ponedoras baja porque los granjeros no pueden pagar piensos (de cereales) más caros. Se crían menos pollos porque los hijos de las gallinas también necesitan pienso. La producción, además, ya había bajado por culpa de la mala fama que la gripe aviar les dio a los pollos.
Carne. Gorrinos y vacas también comen pienso. La subida del pienso se une ahora al hecho de que los ganaderos de cerdos y vacas, al igual que los de corderos, llevan años sufriendo la presión –de industrias transformadoras y el resto de la cadena– de mantener o bajar sus precios. Los ganaderos de puercos han reducido la reposición de madres, sacrifican lechones y reducen la entrada de cerdos para cebar. También entran menos vacas en los cebaderos y la situación de la producción de corderos es pésima, de modo que se ha reducido la cabaña ovina hasta en un millón de cabezas al año. La oferta se suele cubrir con importaciones de otros países.
Todo eso lo dicen quienes saben. Y seguro que es verdad. Pero también es verdad que eso se traduce luego en un IPC que mide promedios, que arroja datos que en realidad no sabemos si, personalmente, nos han afectado así o no. El IPC genera, para la gente corriente, más sensación de inflación que información concreta sobre qué hacer con su cesta de la compra.
Cualquiera sabe que no es lo mismo comprar un litro de leche o huevos en según qué supermercado; ni tampoco comprar eso mismo en Madrid que en Teruel. Tampoco hay los mismos sueldos en Sevilla que en Vigo, ni la amplitud de oferta es la misma en Barcelona que en Graja de Iniesta. Pero a todos nos promedian: esto sube, esto baja, aunque tú estés viendo otra cosa en tu vida diaria.
Un promedio es una simplificación necesaria en términos “macroeconómicos”, como llaman los expertos a las grandes generalidades económicas. Es cómodo para quienes han de utilizarlo como referencia. Pero a veces es un problema. Como cuando una empresa y un sindicato pactan que los sueldos suban “el IPC”, da igual de qué sector sea, en qué ciudad o entorno se mueva o cuál sea la capacidad adquisitiva de sus trabajadores. O como cuando el propietario de un piso y su inquilino pactan subidas del alquiler “conforme al IPC”.
¿Creerse el IPC?
El IPC es un instrumento técnicamente muy bueno, quizá todo lo bueno que puede ser. Pero, insisto, es un promedio, hay que creérselo relativamente. Veamos por qué: el procedimiento por el que se hace el IPC consiste en distribuir el gasto normal de las familias en “grupos de gasto”, cada uno de los cuales pondera o representa un porcentaje sobre el total, de forma que el mileurista promedio se pule el sueldo cada mes, según la verdad oficial del IPC, de la siguiente manera: Comida, 220 euros; Ropa y zapatos, 90 euros; Vivienda (no incluye la compra de piso), 103 euros; Transporte, 148 euros; Toallas y menaje, 61 euros; Colegio y universidad, 16 euros; Seguros sanitarios, médicos y medicinas, 28 euros; Telefonía y comunicaciones, 36 euros; Otros bienes y servicios (quién sabe qué), 80 euros; Desparrame (alcohol, tabaco, ocio, cultura, hoteles y restaurantes, 214 euros.
La verdad oficial sobre los precios, el IPC que ahora nos escandaliza y tiene enloquecido al Gobierno intentando achicar la vía de agua, es que los mileuristas no tienen motivos para quejarse. ¿Pues no gastan casi lo mismo en juergas que en comer y beber sano y destinan al teléfono móvil el doble que a educación?
Igual esa forma de gasto, por lo menos los porcentajes, es más aplicable a los protagonistas del Tomate. Yo animo a que las dos Alcaides lo estudien y nos propongan a la ciudadanía una CIP, creo que sería más útil para todos. Pueden coger alguna idea del INE británico oficial, en esta dirección de Internet: https://www.statistics.gov.uk/StatBase/Product.asp?vlnk=14762&Pos=&ColRank=1&Rank=422
También sería buena idea que, una vez puesta en marcha la CIP, cada uno de nosotros calcule su propia tasa de inflación, la de su casa, desde enero próximo. Que vaya guardando los datos y que al final de cada mes confronte los resultados con el IPC oficial. A ver qué pasa entonces con el promedio.