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14F Vox, de la marginalidad al centro de la atención mediática y del debate político en la campaña electoral catalana

La formación ultra consigue hacerse un lugar en la escena mediática y acapara opciones parlamentarias catapultado por un sistema mediático que, a base de sobredimensionar sus excentricidades, lo ha normalizado en el imaginario colectivo. Los constantes incidentes y provocaciones salpican la campaña del partido de extrema derecha. 

El líder de Vox, Santiago Abascal (i), visita L'Hospitalet de Llobregat durante la tarde del domingo junto al cabeza de lista del partido en las elecciones catalanas del 14F, Ignacio Garriga (d).
El líder de Vox, Santiago Abascal (i), visita L'Hospitalet de Llobregat durante la tarde del domingo junto al cabeza de lista del partido en las elecciones catalanas del 14F, Ignacio Garriga (d). Quique García / efe

Este sábado pasado, Jessica Albiach aseguraba que "el mejor antídoto para cerrar el paso a la extrema derecha es En Común Podem". Según la candidata de esta formación a la presidencia de la Generalitat, "la peor pesadilla de Santiago Abascal es que Catalunya tenga un Govern republicano y de izquierdas". Al mismo tiempo, en un mitin en Lleida, Oriol Junqueras afirmaba en alusión a Vox que "Esquerra es el único partido que puede detener el fascismo", unas palabras rematadas por su cabeza de lista, Pere Aragonès, para quien el republicanismo es el único voto útil contra la ultraderecha.

Las referencias a Vox las completaba David Fernández en el acto central que la CUP organizó el mismo día ante el Hospital de Sant Pau de Barcelona. Para el exdiputado y activista social, el "voto antifascista" es, entre todos, el más útil en vista a los comicios que deben celebrarse el día 14. Dolors Sabater, cabeza de cartel cupaire, añadía que "tendremos que plantar cara al fascismo" dada la posibilidad de que "entre en el Parlament y tome nuestras calles".

La jornada del sábado tuvo de colofón la protesta que un millar de personas protagonizaron en el centro de la ciudad de Vic contra el acto que Javier Ortega Smith, número dos de Vox, ofrecía ante una treintena de seguidores. La protesta derivó en la persecución de la comitiva fascista y el enfrentamiento de un puñado de jóvenes con los Mossos d´Esquadra, ante el que todos los partidos han dicho la suya: el PSC ha condenado los incidentes apelando a retomar el diálogo, el PP y Ciutadans han enmarcado los disturbios en el contexto del "totalitarismo" que, según dicen, el independentismo practica en todo el país, y Vox los ha utilizado nuevamente para victimizarse y, de la mano de Ignacio Garriga, su candidato, espetó la idea de que entrarán en el Parlament para "acabar con la mafia separatista".

La crispación como modus operandi

A raíz del episodio de Vic, que se ha replicado en otras ciudades como Tarragona, Reus, Ripoll, Salt, Manresa, Valls o les Borges Blanques, el partido de Santiago Abascal ha acaparado los focos mediáticos hasta condicionar el discurso del resto de fuerzas que concurren a los comicios del próximo domingo. Todas, con más o menos matices, advierten del peligro que supondría tener a Vox en el hemiciclo y la necesidad de establecer un cordón sanitario a efectos de que sus mensajes racistas, homófobos y excluyentes no se propaguen entre la población.

La irrupción de este partido, sin embargo, tiene que ver con su capacidad de atraer la atención mediática a través de un discurso que genera controversia y obliga a medios y actores políticos a posicionarse. Así lo advierten los expertos en el fenómeno de la extrema derecha, para quien, a imagen y semejanza de otras fuerzas populistas, Vox se alimenta de una maquinaria de propaganda basada en la mentira y la demonización de determinados grupos sociales, en particular de la izquierda, que se ve obligada a denunciar las prácticas de la ultraderecha, dándole una dimensión que por otro lado no obtendrían.

Así pues, en una dinámica de acción-reacción acumulativa, Vox se ha hecho un hueco dentro de la agenda política. No sólo en la actual campaña electoral, donde es consciente de que sus proclamas generan crispación a pie de calle, como hemos visto en Vic y el resto de los municipios que ha visitado. Después de varios años sin obtener presencia institucional -ni en las elecciones europeas de 2014 ni en las autonómicas de 2015 alcanzó representación-, el partido optó por intensificar su presencia en las redes sociales y encontrar nuevos espacios de intervención donde propagar su lenguaje populista.

En esta estrategia se inscribe su participación como parte acusatoria en el juicio del Tribunal Supremo contra los dirigentes independentistas, al que fue admitido como acusación popular en noviembre de 2017. La causa del procés, iniciada en febrero de 2019, proporcionó a Vox una enorme proyección mediática, gracias a la que dio el salto a las instituciones: primero en el Parlamento de Andalucía, donde en diciembre de 2018 obtuvo 12 escaños, y más tarde, en los comicios al Congreso de los Diputados, donde pasó de 24 representantes a la convocatoria de abril de 2019 hasta incrementarlos a 52 en noviembre del mismo año.

Ya entonces, un estudio sobre la cobertura mediática de Vox entre junio de 2016 y diciembre de 2018, cuando aún no tenía presencia parlamentaria, revelaba que el ascenso de esta formación podía atribuirse a una "cobertura desproporcionada" en los medios, sobre todo si se comparaba a la que habían recibido otros partidos que entonces también eran extraparlamentarios, entre ellos el PACMA. La estrategia de crispación, pues, le había servido a Vox como trampolín para ser conocido y captar una bolsa importante de sufragios.
De hecho, en virtud de esta representación en el Congreso y en el Parlamento andaluz, Vox está disponiendo de una destacada cobertura mediática a las elecciones al Parlament de Catalunya, donde no tiene ninguna representación, una vez la Junta Electoral Central lo consideró "grupo político significativo". De ahí que su cabeza de lista, Ignacio Garriga, haya sido entrevistado por los medios públicos y participado en los diferentes debates televisivos.

Un problema, varias respuestas

Entorno la necesidad de contrarrestar y no dar oxígeno a Vox, se ha evidenciado la falta de unanimidad al respecto. Y es que, mientras algunos partidos apuestan por evitar el cuerpo a cuerpo e ignorar sus soflamas, otros invocan el respeto por los derechos humanos para exigir un frente amplio que las combata de forma abierta. Así, por ejemplo, la CUP ha presentado un recurso para impugnar en la Junta Electoral Central (JEC) el plan de cobertura que los medios públicos dan a la formación ultra.

La demanda de los anticapitalistas, sin embargo, no ha encontrado el apoyo del resto de partidos, algunos de los cuales, como PP y Ciutadans, utilizan la llamada Teoría de la herradura, consistente en equiparar el fascismo de esta formación con el movimiento antifascista, como si se trataran de dos polos que se enfrentan entre sí. Una estrategia que, según el teórico estadounidense Mark Bray, autor de ‘Antifa’, sirve a la derecha para presentarse como moderada entre el electorado y, de paso, situar al mismo nivel la extrema derecha con los movimientos que, como es el caso del antifascismo o el independentismo en Catalunya, salen a la calle a rechazarla.

Por su parte, otros expertos como Jordi Borràs o Miquel Ramos consideran que el mejor antídoto para combatir Vox es desmontar cada uno de los aspectos que conforman su ideario maniqueo y estigmatizador. Según estos periodistas especializados en el seguimiento de la ultraderecha, hay que insistir que se trata de un partido que, lejos de ofrecer un discurso renovador, proviene del mismo establishment y se aprovecha de él para socavar la democracia. "No podemos caer en su marco mental, que pone en duda el acceso de determinados colectivos a los derechos humanos, ya que en una democracia no se puede admitir que los derechos humanos no valgan para todos", indica Ramos.

También, con respecto al partido de Abascal, Miquel Ramos recuerda que ya hace tiempo que su discurso se difunde de Catalunya bajo otras siglas, con la diferencia que se apropia de conceptos como "constitucionalismo", "pluralidad" o "convivencia "para disimular su agenda profundamente reaccionaria y al servicio de los poderosos. "Se exhibe como garante de la ley mientras propone dinamitar el estado de las autonomías o cerrar el Parlament, como hicieron las tropas franquistas en 1939", añade Jordi Borràs, para quien en vistas a restar influencia a Vox hay que señalar esas contradicciones y explicar que, entre sus filas, hay conocidos neonazis y gente entusiasta de la dictadura franquista. "El mismo Ignacio Garriga ha reivindicado más de una vez el alzamiento del general Franco", indica.

En la misma línea, Mark Bray apuesta por buscar fórmulas que pongan en evidencia el carácter antidemocrático de Vox, razón por la que es partidario de contar con expertos y datos que muestren cómo se aprovecha de la crisis y las desigualdades que genera el actual sistema para propagar su ideario racista y excluyente. Sea como sea, Bray advierte que siempre es conveniente combatir la extrema derecha antes de que sea demasiado tarde, porque "una vez dentro de los hemiciclos, es muy difícil hacerle frente".

Las elecciones del próximo día 14 podrían abrir, pues, un nuevo escenario en Catalunya si, como auguran todas las encuestas, Vox obtiene representación en el Parlament. Si esto se confirma, habrá que ver de qué manera lo encaran el conjunto de fuerzas democráticas una vez aquella formación que parecía una simple anécdota se ha normalizado en nuestro paisaje político. Pedagogía, dialéctica y alternativas políticas parecen, hoy por hoy, las mejores recetas para que el veneno del odio no acabe destruyendo la democracia.

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