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Bono, elegido sin hipoteca nacionalista

El candidato del PSOE se convierte en el primer presidente del Congreso por mayoría simple // Dos socialistas le negaron su voto, aunque tuvo los de IU y CC

G. LÓPEZ ALBA

La elección de José Bono como presidente del Congreso de los Diputados dejó ayer en entredicho la tesis de que a José Luis Rodríguez Zapatero le va a resultar más fácil gobernar en esta legislatura -con la mayoría socialista ampliada- que en la pasada, al verificarse en la primera prueba lo ya sabido: que la llave de la mayoría absoluta la tienen en exclusiva CiU y el PNV.

Ninguno de los dos grupos nacionalistas dio su apoyo al candidato del PSOE, que se convierte así en el primer presidente de la Cámara baja elegido por mayoría simple y que batió el peor registro de todo el período democrático: 170 votos frente a los 179 que recibió el conservador Federico Trillo en 1996.

Hora y media de espera y dos votaciones tuvo que pasar Bono calentando en la banda de la segunda fila de la bancada socialista hasta su proclamación oficial como tercera autoridad en el rango protocolario del Estado. No fue el único mal trago para él.

'He tenido uno menos', pudo leerse en sus labios cuando, en el primer intento, recibió sólo 168 votos, uno menos de los que tiene el Grupo Socialista. Pero la cuenta era peor de lo que pensaba. Con intencionalidad política o sin ella, en este primer intento no recibió el voto de tres de los suyos porque -como desvelaron después- el coordinador de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares, y los dos diputados de Coalición Canaria sí votaron al candidato socialista, que tendría que haber sumado así 172, aunque insuficientes también para alcanzar la mayoría absoluta -176- requerida en la primera votación.

En la segunda y definitiva, volvió a recibir esos tres votos externos y sumó 170, lo que implica que dos diputados socialistas mantuvieron su rebeldía o reincidieron en el error.

También hubo ‘fugas' en el PP

Las miradas se volvieron automáticamente hacía Alfonso Guerra, quien horas antes había reiterado en Telecinco que él no habría propuesto a Bono para este cargo, y también a los socialistas catalanes. Pero la votación secreta, con papeleta introducida en urna, hace imposible determinar quiénes protagonizaron un gesto de rebeldía carente de efectos prácticos. El ex vicepresidente del Gobierno se reivindicó ante las sospechas como una persona 'muy disciplinada'.

Rebeldía o descontrol hubo también en el Grupo Popular, ya que su candidata alternativa a la presidencia, Ana Pastor, recibió dos votos menos de los que tienen los conservadores. Un mal cálculo en su reparto permitió que el peneuvista José Ramón Beloki, con el apoyo de los socialistas, arrebatara al PP la secretaría segunda, relegando a sus representantes a la tercera y cuarta.

Objetivo cumplido

A la postre, tras una sesión que se desarrolló sin otro suspense informativo y con la parsimonia propia de los ritos ceremoniales, José Bono se sentaba a las dos de la tarde en el trono del presidente del Congreso y Zapatero veía cumplido así su primer objetivo de la legislatura sin coste político para él, al evitar la imagen de que comienza su nuevo mandato prisionero de los votos nacionalistas.

Instantáneas y autorretratos

La sesión dejó también algunas instantáneas que pueden ser apuntes de futuro o meros autorretratos. Antes de su comienzo, Soraya Sáenz de Santamaría se apresuraba a celebrar su primera rueda de prensa como portavoz del Grupo Popular y, después, no desperdició la ocasión de acercarse al escaño de Zapatero para presentarse en su nuevo cargo.

A su vez, el todavía ministro en funciones José Antonio Alonso aprovechaba un encuentro casual en un pasillo con Mariano Rajoy para dar pruebas, con una distendida charla, de su propósito de recuperar el diálogo con el PP como portavoz socialista.


Aunque la atribución de asientos es aún provisional, en la bancada conservadora resultó llamativo ver sentadas ya en su primera fila a las estrellas emergentes como Santamaría, Ayllón y Álvarez de Toledo, mientras que Eduardo Zaplana pasaba a la segunda y había que subir hasta la cuarta para encontrar a Manuel Pizarro. Hasta la montaña había que escalar para ver a Federico Trillo o Carlos Aragonés.

En la bancada socialista, Ramón Jáuregui ocupó el asiento reservado a Alonso, mientras que Diego López Garrido demostraba Le Monde en mano que ya está sumergido en su próxima responsabilidad como secretario de Estado para la Unión Europea.


En la confusión propia del día, la ex PSOE Rosa Díez evitó el armario del Grupo Mixto y se sentó al lado de una de sus antiguos correligionarios, la lucense Margarita Pérez.


En un ambiente propio de los comienzos de curso, los de la nueva promoción eran fácilmente identificables no sólo por sus rostros desconocidos y, en general, más jóvenes sino también por el esmero en el atuendo, más de andar por casa entre los repetidores. Algunos que estrenaron escaño apenas tendrán ocasión de volver a sentarse en él, en concreto aquellos que sean confirmados como secretarios de Estado al ser incompatibles.

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