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Crisis CiudadanosArrimadas reivindica a Cs como partido bisagra frente a los críticos que piden una fusión con el PP
Ciudadanos vive una crisis de identidad que arrastra desde sus inicios: ser alternativa o ser bisagra. Esa es la principal discusión estratégica que enfrenta a dos facciones claras de la formación.
Marta Monforte Jaén
Actualizado a
Ciudadanos vive una crisis de identidad que arrastra desde sus inicios: ser alternativa o ser bisagra. Esa es la principal discusión estratégica que enfrenta a dos facciones claras de la formación: la 'oficialista', a la que pertenece la presidenta, Inés Arrimadas, y su núcleo duro —conformada por el comité permanente del partido— y la crítica, en la que se encuentran dirigentes vinculados al antiguo líder del partido, Albert Rivera, algunos de los cuales mantienen un cargo público en la actualidad, como el senador Fran Hervías, que no comparten la hoja de ruta de la actual presidenta.
Pero el fondo de la cuestión no se resume con dos bandos enfrentados por la forma de ejercer un liderazgo, algo habitual en política, sino por el proyecto. En Ciudadanos hay cargos de peso como el valenciano Toni Cantó, la madrileña Begoña Villacís o el andaluz Juan Marín, que no cuestionan directamente a Arrimadas como líder, pero sí su estrategia y objetivos a largo plazo.
Estos nombres —junto a una treintena de cargos— forman parte del Comité Ejecutivo del partido, que Arrimadas convocó tras la tras la debacle en Catalunya, donde la formación perdió 30 escaños y aproximadamente veinte puntos respecto 2017. En esa reunión, que se prolongó durante cinco horas, se abordaron estas cuestiones y se llegó a pedir la destitución del número dos de facto de Cs, Carlos Cuadrado. Según fuentes de la cúpula, solo uno de ellos —Cantó— pidió expresamente su marcha, mientras Marín y Villacís plantearon la necesidad de limitar sus funciones o cambiar de estrategia política. El "resto", sostienen estas fuentes, dieron su "apoyo" a la dirección nacional.
Sin embargo, según ha podido saber este diario, estos dirigentes no son los únicos que consideran que Ciudadanos no debe resignarse a ser la 'muleta' del bipartidismo, sino que debe aspirar a liderar uno de los bloques, el de la derecha, aunque sea mediante una fusión con el Partido Popular. Plantean endurecer su estrategia y atraer el foco mediático —emulando aquellas acciones en las que iban a quitar lazos amarillos a Cataluña o a visitar al expresident Carles Puigdemont a Waterloo—, con una confrontación sin cuartel a los independentistas y al Gobierno de coalición. Tanto desde el parlamentarismo como desde las redes sociales.
Precisamente fue la ambición de Rivera la que le llevó a a 'derechizar' por completo el partido —y dejar atrás su papel bisagra— de cara a los comicios de abril del 2019, tras el veto impulsado contra Pedro Sánchez en febrero de ese mismo año. Una estrategia que le catapultó hasta los 57 escaños, quedándose a apenas 9 de sorpassar al PP de Pablo Casado, pero que finalmente certificó su muerte política tras la repetición electoral de noviembre. Rivera perdió 2,5 millones de votos y 47 escaños. Al día siguiente, dimitió. También lo hicieron algunos de sus cargos de confianza, como Juan Carlos Girauta, José Manuel Villegas y Fernando de Páramo.
En el partido hay teorías de todo tipo y color para explicar aquella debacle: la opinión más extendida es que los electores castigaron su falta de pragmatismo, al no investir a Sánchez —cuando ambos partidos sumaban 180 escaños— pese a la promesa hecha en campaña y la reticencia del líder socialista. Los hay que defienden que fue, precisamente, el hecho de quitarle el veto a Sánchez seis días antes de la disolución de las Cortes lo que les hizo parecer una formación poco fiable. Esta es la teoría que sostiene Rivera y su entorno, que hablan de una operación de los poderes económicos y mediáticos orquestada en su contra.
Arrimadas no quiere fusiones ni aspira a liderar la derecha
Sin embargo, la actual dirección se niega a cambiar de nuevo el rumbo y defiende que su función es hacer de contrapeso de los grandes partidos, pero facilitando la gobernabilidad y los acuerdos, lo que se conoce como partido bisagra. Ni Arrimadas ni su núcleo cercano aspiran a fusionarse ni a tensionar la cuerda con el PP, sino que su principal reto es tener un considerable número de diputados, impulsando gobiernos —a nivel nacional y autonómico— tanto a izquierda como derecha, al contrario de lo que hicieron en 2019, cuando pactaron casi exclusivamente con los populares.
En España esa fórmula —tan habitual en países europeos— ya la hemos visto con formaciones como el CDS de Adolfo Suárez y UPyD con Rosa Díez a la cabeza, aunque ambos proyectos acabaron diluyéndose hasta perder su fuerza inicial y, finalmente, desaparecieron. La actual dirección de Ciudadanos confía en que no les ocurra lo mismo y señalan que en este largo periodo sin elecciones tratarán de demostrar su utilidad en los gobiernos autonómicos en los que están presentes. La cúpula opina que hay que dejar madurar el proyecto de Arrimadas, pero reivindica su necesidad.
"Decidimos intentar ser el principal partido del centro derecha, porque sabíamos que el centro es demasiado frágil", apuntan fuentes de la dirección a Público. "Y todos estábamos de acuerdo: los que formábamos parte de la dirección de Rivera y los de ahora", especifican. "Nos quedamos a 400.000 votos de hacerlo, pero eso al final lo hemos pagado", prosiguen, en relación con la debilidad del partido, que se ha agravado con el fracaso en Cataluña. Pero ahora, dicen, ya no están en eso. "Hemos demostrado que con 10 diputados se pueden hacer muchas cosas", zanjan, tras las negociaciones con el Gobierno de Sánchez.
Hay quien apunta a una fuga masiva de cargos de cara a las próximas elecciones autonómicas
Sin embargo, hay quien apunta a una fuga masiva de cargos de segundo y tercer nivel —y, en algunos casos, incluso de rostros más conocidos— si la formación no cambia de rumbo. "Si seguimos así vamos a desaparecer", señalaban desde las entrañas del partido recientemente a Público. A no todos les convence el acercamiento de Arrimadas al Gobierno, escenificado en las prórrogas pactadas del estado de alarma y los Presupuestos Generales, que finalmente salieron adelante con el 'no' de Cs. Es más, según las fuentes consultadas, la mitad de los diputados y senadores que tiene actualmente Cs no comparten esta premisa.
Los 'bandazos' ideológicos de Cs
La formación surgió en el año 2006 en Cataluña y ese mismo año concurrió a las elecciones autonómicas sin una ideología clara, ya que pretendía ubicarse fuera del "esquema clásico derecha-izquierda" y se definía con valores universales como "la libertad, la igualdad, la justicia y el bilingüismo", según explicó un joven Albert Rivera ante la prensa en el congreso fundacional.
Un año después se celebró una primera Asamblea para sentar las bases ideológicas del proyecto, en la que se aprobó una enmienda que ubicaba a Cs en el "centro-izquierda", una decisión controvertida que no gustó a todos los que formaban parte del proyecto. Dos años más tarde, en 2009, Cs se alió con el partido ultraderechista Libertas para concurrir a las elecciones europeas. La apuesta fue un fracaso: obtuvo menos de 23.000 votos y provocó dimisiones de calado en el seno de la formación. Tiempo más tarde el propio Rivera admitió en una entrevista con Público que esa alianza fue un error.
En la Asamblea General de 2017, Cs ya inició el citado giro a la derecha: se eliminaron las referencias al socialismo y se abrazó el "liberalismo progresista". La formación pasó —por estatutos—a ser un partido "liberal progresista" y "acofensional", que no laico, como había sido hasta la fecha. Rivera obtuvo el apoyo del 70% de los compromisarios, lo que le permitió rechazar las siete enmiendas a la totalidad que había planteadas contra su proyecto.
En la última Asamblea del partido, celebrada en mayo de 2020 ya con Inés Arrimadas a la cabeza, se reivindicó el espacio de "centro liberal progresista" y se remarcó la voluntad de buscar acuerdos a izquierda y derecha, teniendo como única línea roja a los nacionalismos y populismos, incluyendo en este apartado a Unidas Podemos y a Vox. Una formación de la que, sin embargo, dependen varios de los gobiernos autonómicos y con la que ya se han pactado varios Presupuestos.
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