Dilema entre los aliados del Gobierno: reprobar a Marlaska o traer a España a un superviviente de la tragedia de Melilla
El PP ha propuesto una moción para reprobar al ministro por el salto de junio, y a la vez se ha autoenmendado para pedir al Gobierno dé respuesta urgente a Basir, que pidió asilo en la embajada española en Rabat. Hay mayoría parlamentaria para asistir al refugiado, pero acusan al PP de usarlo como "rehén" para desgastar al Gobierno.
Jairo Vargas Martín
Madrid-Actualizado a
No es habitual ver al Partido Popular defender el derecho de asilo y refugio de las personas subsaharianas desde la tribuna del Congreso. Tampoco ver a grupos antagónicos como ERC o Junts dispuestos a votar a favor de una propuesta de los conservadores. Pero la política crea extraños compañeros de viaje, aunque el camino sea corto y no lleve a ninguna parte por falta de apoyos, que es lo que ocurrirá con mucha probabilidad durante la votación de este jueves.
Es lo que se ha visto este miércoles en el pleno del Congreso. El grupo parlamentario popular ha presentado una moción con una autoenmienda que ha generado cierto dilema entre los habituales apoyos parlamentarios del Gobierno.
Por un lado, los populares quieren seguir cargando contra el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, por su gestión durante la tragedia de Melilla del pasado 24 de junio, por sus "mentiras" y falta de transparencia sobre el operativo policial, sobre el número de muertos y sobre el lugar dónde murió al menos uno de los 23 migrantes fallecidos, que según una investigación periodística internacional, pereció en suelo español. Por ello piden su reprobación en el Congreso.
Pero al mismo tiempo, el PP ha negociado con otros grupos durante días una autoenmienda a su moción para rebajar el tono e incluir además una petición para que el Gobierno permita la entrada en España de uno de los supervivientes de la tragedia. Eso haría que varios grupos parlamentarios pudieran votar a favor de su propuesta.
El superviviente es Basir (nombre ficticio por seguridad), un joven sudanés que fue devuelto automáticamente a Marruecos por la guardia Civil aquel día y que pidió asilo en la Embajada de España en Rabat el pasado diciembre, con ayuda del abogado Arsenio G. Cores, miembro de DEMOS, Estudio Legal de Derechos Humanos. A pesar de la urgencia y el riesgo que corre el chico, el Ejecutivo no ha respondido en casi dos meses.
De hecho, la diputada conservadora Ana Vázquez se interesó por este caso pionero cuando se conoció, y ha mantenido encuentros con los abogados de Basir, al igual que otros grupos parlamentarios, con la excepción del PSOE.
El caso no solo abre la posibilidad de que Basir pueda obtener un salvoconducto para entrar en España mientras se estudia su petición de asilo. También supone un desafío al sistema español de protección internacional, que reconoce el derecho a pedir asilo en una embajada o consulado español. Es uno de los argumentos que Marlaska dio en el Congreso para asegurar que hay otros métodos para solicitar protección en España, también en Ceuta y Melilla, sin "asaltar con violencia" la valla.
La Fiscalía y el Defensor del Pueblo han insistido en que se facilite esta vía para evitar tragedias como la del 24 de junio, pero también como la del Tarajal, en Ceuta, un día como este hace ya nueve años.
"Chantaje parlamentario"
Los habituales socios parlamentarios del Gobierno coinciden en la necesidad y la urgencia de atender la petición de Basir y traerlo a España, aunque solo la diputada de ERC, María Dantas, ha asegurado que su grupo votará a favor de la propuesta del PP, que también pasa por pedir la reprobación de Marlaska. "El Gobierno está obligado a resolver con urgencia este asunto porque Basir ha sido víctima de tortura y España tiene responsabilidad", ha dicho.
El PNV, sin embargo, ha sido bastante claro a la hora de retratar lo que considera una maniobra del PP para utilizar políticamente "como rehén" al joven migrante. "Piden reprobar al ministro por su responsabilidad en tragedia de Melilla, pero ocultan que no han querido crear una comisión de investigación para determinar responsabilidades", ha asegurado el diputado vasco Mikel Legarda. Y ha lamentado este "chantaje parlamentario", porque según él, el PP podía haber registrado la petición para asistir a Basir de manera que se debatiera y votara por separado de la reprobación, lo que habría cosechado el apoyo de su grupo.
En la misma línea se ha movido EH Bildu, uno de los grupos más críticos con la actuación de Marlaska en la tragedia, pero que también exige al PP que apoye una comisión de investigación antes de reprobar a nadie. "Si hay que pedir el cese de uno o de 21, lo haremos; pero ahora toca investigar", decía la diputada Bel Pozueta, que también ha urgido al Gobierno a atender al joven sudanés que pide asilo.
Enrique Santiago, diputado de Unidas Podemos, también ha lamentado no poder votar a favor del traslado de Basir a España, a pesar de que su grupo le ha reclamado a Marlaska en varias ocasiones que se desarrolle el artículo de la ley de asilo que permite pedir protección en embajadas y consulados españoles. "No es creíble la procuración del PP por el derecho de asilo", ha argumentado Santiago, recordando que al PP no le importó esto cuando la Guardia Civil disparó pelotas de goma contra los migrantes que se ahogaban tratando que llegar a nado al Tarajal de Ceuta en 2014.
Tampoco se cuenta con el voto a favor del PSOE, cuyo diputado David Serrada ni siquiera ha mencionado a Basir durante su intervención, en la que ha acusado a los grupos que la respaldan de "comprar bulos y mentiras" del PP sobre la tragedia de Melilla. Ni con el voto a favor de Vox, que tiene mucho que reprochar a Marlaska, pero nunca será, desde luego, que la Guardia Civil actúe contra los migrantes que quieren "invadir España".
Así las cosas, el caso de Basir seguirá con toda probabilidad en un cajón de la Embajada española mientras ninguno de los ministerios implicados en su proceso da información sobre ello y el Gobierno guarda un interesado silencio sobre su posible asilo.
Otra noche más, Basir dormirá en las calles de una ciudad marroquí, sin dinero para comprar comida ni medicinas, con miedo a acabar en prisión como decenas de compatriotas o expulsado una vez más a los confines del país.
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