madrid
Se esperaba que el rey pasara de puntillas por los escándalos de corrupción que han llevado a su padre a huir del país y a un paso del banquillo de los acusados. Y así ha sido. El discurso de navidad más esperado por los medios y por gran parte de la sociedad tan solo ha hecho una referencia tangencial a la abrupta fuga a Emiratos Árabes de Juan Carlos I tras desvelarse que ocultó al fisco millonarias sumas de dinero de dudosa procedencia durante su reinado.
Felipe VI ha esperado hasta los últimos coletazos de su alocución navideña para hablar de la importancia del "cumplimiento de las leyes" y de "preservar los valores éticos". Si alguien esperaba que el rey se mostrara tajante o contundente ante las acciones de su padre o que diera alguna explicación sobre su opaca fortuna o su actual situación, tan solo ha encontrado una vaga y manida idea que, según ha recordado, ya defendió durante su Proclamación en las Cortes en 2014.
"Los principios morales y éticos que los ciudadanos reclaman de nuestras conductas", ha dicho, "nos obligan a todos sin excepciones". "Están por encima de cualquier consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personales y familiares", ha enfatizado, para refugiarse en el "espíritu renovador" que dice inspirar su reinado "desde el primer día". Esa ha sido la única frase con la que ha pretendido desprenderse de la pesada herencia que el rey emérito ha dejado en La Zarzuela y en la imagen pública de la Institución monárquica, cada vez más cuestionada.
Todas las miradas estaban puestas en este discurso, que tenía que abordar o vadear un contenido sensible y polémico. De ahí que la Casa Real llevara días trabajándolo con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; su jefe de Gabinete, Iván Redondo; y la vicepresidenta primera, Carmen Calvo. Pero finalmente no ha arrojado luz ni ha esbozado una disculpa pública.
Temor a que la crisis económica devenga en "crisis social"
Como era de esperar, la pandemia y su impacto en la vida cotidiana y la economía del país han centrado casi todo el discurso, en el que ha intentado introducir cierto optimismo sin olvidar que la situación "es grave". "Ha sido un año muy duro y difícil" en el que la pandemia ha instalado "con razón" en muchos hogares "sufrimiento, tristeza y temor", ha explicado. Por eso, ha hecho un llamamiento a "abandonar el desánimo y la desconfianza", aunque él mismo se ha mostrado preocupado porque la crisis económica "derive en una crisis social". Para evitarlo, el rey confía en una "sociedad fuerte y un Estado sólido", en la Unión Europea y en "una Constitución que todos tenemos el deber de respetar", ha argumentado.
"España no puede permitirse una generación perdida"
El monarca ha lanzado este mensaje "especialmente a nuestros jóvenes", cuyo índice de paro "es altísimo", y ha enfatizado: "No pueden ser los perdedores de esta situación". "España no puede permitirse una generación perdida", ha insistido, olvidándose quizás de la que ya se perdió tras la gran recesión de 2008.
"Los retos sanitarios, económicos y sociales a los que nos enfrentamos son, por tanto, grandes… Enormes", ha puntualizado. Razón por la que ha insistido en que superarlos debe ser un "gran objetivo nacional".
Sus palabras han tratado de esbozar cierta la esperanza y han apelado a la fortaleza del país y a la "unidad" y a la "cohesión" nacional. "Ni el virus ni la crisis económica nos van a doblegar", ha asegurado, después de enviar su "mayor ánimo y afecto" a los familiares de las decenas de miles de personas que el virus se ha llevado y a los que siguen luchando contra la enfermedad y sus secuelas.
Agradecimiento a los sanitarios
Felipe VI ha puesto en valor la labor de los trabajadores sanitarios, a los que ha dado las gracias por su reacción frente la primera ola del virus, "ante situaciones extremas" y también de "desbordamiento de algunos hospitales"; y les ha pedido que "mantengan todo el ánimo y toda la fortaleza y que sigan cuidando de nuestra salud". Lejos de evidenciar el deterioro que el sistema sanitario español ha sufrido en la última década, Felipe VI ha dicho que los servicios públicos y básicos "han funcionado bien" en este huracán, aunque la pandemia haya "revelado aspectos que necesitan ser mejorados y reforzados".
Pero lo que realmente ha marcado su discurso ha sido la recuperación económica y el fortalecimiento del tejido empresarial español. Justo ahora, cuando los confinamientos y restricciones de movimiento han puesto sobre la mesa, a golpe de cierres, ERTES y ERES, las grandes carencias de un país que ha fiado su bienestar a las rentas del turismo y la hostelería. Su breve y obligada referencia a la "protección de los más vulnerables" y a la "lucha contra las desigualdades" se ha visto interrumpida abruptamente y a renglón seguido por una frase en la que resume su solución a estos problemas: "Pero también será fundamental recuperar nuestra economía", ha dicho el monarca cuando la tercera ola del virus solo ha asomado la cabeza.
Ha demandado "reconocimiento y apoyo a nuestras empresas", más protección a autónomos y comerciantes y un impulso "que anime la inversión y la creación de puestos de trabajo".
Apenas sí se ha referido a la creciente y preocupante crispación y polarización política que la pandemia ha recrudecido. Tan solo ha evocado los logros de la Transición, "los avances y progresos conseguidos en democracia", fruto del "reencuentro y el pacto de los españoles después de un largo periodo de enfrentamientos y divisiones".
"No somos un pueblo que se rinda o se resigne a los malos tiempos", ha subrayado. Incluso ha apelado al pasado glorioso en el que tantas veces se refugia la derecha, en esa "gran historia que ha sido, durante una época, la historia misma de nuestro mundo", ha dicho el monarca para insistir en que "España es un país extraordinario" y que "no será difícil que el 2021 mejore a este 2020".
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