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La frágil unidad viaja en doble vía

Ningún político se salvó del cruce de pitos y aplausos entre una mezcla de ciudadanos concentrada ante el Congreso

GONZALO LÓPEZ ALBA

El eco de la mezcolanza de abucheos y aplausos procedente de la calle traspasó los muros del viejo caserón de la Carrera de San Jerónimo hasta penetrar en la sala del Gobierno en la que José Luis Rodríguez Zapatero, primero, y después Mariano Rajoy y Gaspar Llamazares, comparecieron brevemente ante los periodistas.

Los varios centenares de ciudadanos concentrados ante el Congreso reflejaron, más si cabe que la división, el desconcierto y escepticismo ante la incipiente y endeble unidad de los políticos.

Juntos, aunque no revueltos, los militantes de la AVT -que acudieron organizados, con carteles y banderas de España-, los que reprueban la conducta de éstos y otros que sólo pasaban por allí, produjeron una cacofónica sinfonía de pitos y vítores de la que no se salvó ningún político, fuera del PSOE, del PP o de lo que fuera, el fiscal general del Estado o la presidenta de la Comunidad de Madrid.

Temor a incidentes

El temor a incidentes hizo que el minuto de silencio que se había previsto guardar en el exterior del recinto se trasladara al Salón de los Pasos Perdidos donde el presidente del Congreso pronuncia habitualmente su discurso en el Día de la Constitución, ayer más austero y breve que nunca por el luto nacional impuesto por ETA.

El mismo salón donde luego se sirve un cóctel y los políticos hacen corrillos, entre ellos y con los periodistas. Ayer se canceló el cóctel y los corrillos con periodistas se sustituyeron por breves ruedas de prensa, en las que bajo los discursos de apelación a la unidad frente el terrorismo se escuchó el fluir de su fragilidad.

Sólo el coordinador de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares, se atrevió a decirlo a las claras: 'La unidad entre las fuerzas políticas todavía es una unidad frágil y el uso partidista de la política antiterrorista ha dado como fruto la crispación en la sociedad'.

Pero el mismo juicio, de forma más o menos explícita, afloró también en las comparecencias del presidente del Gobierno y del líder de la oposición.José Luis Rodríguez Zapatero optó por la prudencia al advertir de que 'nos llevará su tiempo' volver a 'caminar por la senda del entendimiento', si por tal -como subrayó- se entiende y ha de ser 'un entendimiento sincero', porque 'las distancias han sido muy fuertes'.

'Los ciudadanos entienden mejor esto a que hagamos un canto a la unidad de la noche a la mañana sin que los cimientos estén sólidamente anclados', dijo el jefe del Ejecutivo antes de reafirmar su 'voluntad de trabajar' por ese objetivo 'sin mirar atrás'.

También Mariano Rajoy se reafirmó en su compromiso de 'apoyar al Gobierno para derrotar a ETA', porque 'no tenemos otra prioridad ni otro objetivo político que la derrota de ETA'.

Pero, sobre el tierno asfalto de esa unidad, asomaron los baches, grietas y desconfianzas. Dijo Zapatero: 'Estos días he hablado tres veces [con Mariano Rajoy]. La última vez ayer noche [el miércoles] para darle la información más detallada posible [sobre las detenciones en Francia de los presuntos asesinos de los dos guardias civiles]'. Dijo Rajoy: 'Me llamó a las 21,30 horas, para contarme que la Policía había detenido a dos terroristas en Francia'. Las detenciones se divulgaron antes del mediodía, según se recordó desde el PP.

A vueltas con derrota o negociación

Dijo Zapatero: 'Tengo la voluntad de dar los pasos necesarios para que podamos tener un diálogo fluido. No nos marquemos citas. Hagamos que las cosas se desenvuelvan de forma natural'.

Dijo Rajoy: 'Nunca me he negado a una cita. He ofrecido consenso hasta la saciedad, incluso para los Presupuestos. Se me convoca a una reunión en el Congreso de los Diputados y venimos. Se me convoca a una manifestación por la derrota de ETA y vamos. A lo que no vamos es si se me llama para negociar con una banda terrorista'. Había dicho Zapatero: 'El Gobierno lucha y va a luchar con todas las fuerzas del Estado de derecho contra el terrorismo de ETA. Lo hemos afirmado y reafirmado. Los hechos son contundentes, inequívocos e indiscutibles. Los hechos siempre se imponen a las valoraciones o posibles intenciones'.

Dijo Zapatero: 'La primera responsabilidad del presidente del Gobierno es escuchar lo que reclaman los ciudadanos. Deben saber todos los españoles que la democracia siempre se impone a la barbarie y que la libertad siempre derrota a la violencia. Tenemos unos ciudadanos ejemplares y tengo el absoluto convencimiento de que el rumbo del país será positivo'. Y, prácticamente, no dijo más.

Rajoy hace campaña

Dijo Rajoy: 'Quien apueste por la derrota de ETA tendrá mi apoyo incondicional. Es mi posición, pero no de hoy, sino de hace muchos años'.

Y puso punto y seguido para proclamar: 'Hoy podemos decir que la legislatura está agotada'.

Acto seguido, el líder de la oposición desgranó las líneas maestras de su programa electoral, que se sustancia en la siguiente declaración: 'España necesita serenidad, que es hija de la sensatez y del sentido común. En los países sensatos nadie pone todo patas arriba ni plantea negociaciones que no conducen a ningún lado. Conmigo los españoles pueden estar tranquilos'.

Como si, de pronto, quisiera suplantar al Zapatero de la oposición pactista, lanzó la oferta de cinco consensos, sobre: el desarrollo territorial; una reforma limitada de la Constitución; la lucha contra el terrorismo, 'pero sobre la base de la derrota de ETA y poniendo en marcha la ilegalización de ANV y el PCTV; política exterior, y 'para la consolidación del modelo de protección social, especialmente en sanidad y pensiones'.

Estos cinco consensos los agrupó en la prioridad de 'corregir los errores de esta legislatura', para añadir como segunda prioridad 'la economía'.

Lo valiente no quita lo cortés

Como lo valiente no quita lo cortés, el presidente del Gobierno atendió afablemente a la presentación que de su hija y nieto, respectivamente, hicieron los dirigentes del PP Ana Torme y Jaime Ignacio del Burgo.

A Zapatero también se le vio estrechando la mano de Eduardo Zaplana y, aunque no se les vio, Mariano Rajoy aseguró que también estrechó la suya.

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