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La inestabilidad política agrava las crisis internas de los partidos: nadie está a salvo

Distintos expertos destacan que los enfrentamientos y las divisiones alcanzan ya a todos las formaciones, aunque PP y PSOE, gracias a sus antiguas estructuras, son capaces de aguantar mejor los autogolpes.

El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, y el exprimer ministro francés, Manuel Valls, en una foto de archivo. EFE

Cuarenta años después de su estreno en la gran pantalla, “La vida de Brian” cobra actualidad en el escenario político español. Aquel film de los Monty Python pasó a la historia –entre otras escenas- por el enfrentamiento entre el Frente Popular de Judea y el Frente Judaico Popular. Sus creadores se reían así de las escisiones y enfrentamientos –que marcaban tradicionalmente a la izquierda. En la España de 2019, los “disidentes” que aparecían en aquella película brotan públicamente por la izquierda, el centro y la derecha.

Crisis aquí y crisis allá. “¡Disidentes!”, dirían los del Frente Popular de Judea mientras repasaban, nombre a nombre, la larga lista de formaciones que salían de su matriz. Ficción y realidad. Ahora le toca a Ciudadanos, pero nadie está a salvo. Este viernes, Albert Rivera reaparecía en el Consejo General de su partido tras el estallido de dimisiones y críticas de estos últimos días. Cerraba así una semana que preferirá –aunque no podrá- olvidar. Su consolación: no es, ni de lejos, el único político que en los últimos tiempos ha tenido que digerir tragos amargos.

“Las crisis internas de los partidos ha sido un fenómeno que se ha visto de manera muy extendida durante los últimos años en España”, dice a Público el politólogo Stephan Zhao, graduado en la Universidad Carlos III de Madrid. Seguido, aparecen los ejemplos cercanos: la ruptura entre Iñigo Errejón y Podemos, el terremoto que sufrió el PSOE en 2016 –con la caída y posterior recuperación de Pedro Sánchez- o la división del PP en distintas fracciones que compitieron entre sí en el proceso interno de 2017 y que acabó con Pablo Casado imponiéndose al sorayismo y dando un giro hacia posiciones más duras.

Los candidatos a presidir el Partido Popular Soraya Sáez de Santamaría (i) y Pablo Casado (d), acompañados de la presidenta del Congreso de los Diputados, Ana Pastor (c), durante el inicio de la celebración del Congreso Nacional del Partido Popular, que a

 Soraya Sáenz de Santamaría y Pablo Casado, rivales en las últimas primarias del Partido Popular, junto a la ex presidenta del Congreso de los Diputados, Ana Pastor (c), durante el congreso del partido. EFE/Kiko Huesca

La consultora política María Corrales cree que, aparte del problema, hay que mirar detenidamente las recetas. “Cuando hay fracciones internas, solo hay dos maneras de solucionarlo. O se integra la diferencia y se la resitúa en otros espacios –lo que podría implicar ciertas transformaciones en la línea del partido- o se les expulsa o no se les deja espacio, y al final esa militancia se acaba marchando”, señala.

Cuando esos militantes de los que habla Corrales no encuentran su sitio, pasan cosas como Vox. La formación ultraderechista salió del PP –Santiago Abascal fue parlamentario en Euskadi por ese partido- y se nutrió, precisamente, de su sector más conservador. Ciudadanos, por su parte, surfea ahora un tsunami después de acercarse a Vox y, al mismo tiempo, imponer un cordón sanitario al PSOE.

“El problema que tiene Ciudadanos es que hay una parte de su electorado que proviene de tesis más cercanas al PSOE, mientras que otra parte venía de votar al PP”, señala el politólogo madrileño Javier Alberdi. A su juicio, la eclosión dentro de la formación naranja forma parte de “un panorama electoral inestable”, en el que nadie está a salvo.

“Homogeneización y expulsión”

Imanol Zubero, sociólogo y profesor de la Universidad del País Vasco (UPV), observa que esa inestabilidad general ayuda a reducir el impacto de cada crisis por separado. “Hay tanto ruido y cacofonía en la política, que se modera el impacto negativo de cada uno. Cuando ves que alguien lo hace mal, compensa”, subraya.

En ese contexto, Zubero se pregunta qué pasaría si en los partidos “se discutiera con tranquilidad”. “Los cierto es que cuando ocurren estas cosas (en alusión a crisis como la que ahora atraviesa Ciudadanos), se intenta cerrar por la vía del ‘unanimismo’, la homogeneización e, incluso, la expulsión. Eso siempre pasa factura”, remarca este sociólogo.

"PSOE y PP aguantan mejor estas crisis porque tienen una implantación territorial mucho más fuerte"

Ahí llega, precisamente, el otro aspecto de las polémicas internas: el precio que los partidos pagan –o no- por sus disputas al aire libre. Corrales considera que hay diferentes repercusiones según la edad y el tamaño de la formación que se ve agitada por la crisis. En otras palabras, la politóloga catalana observa “diferencias entre los partidos nuevos y los partidos viejos” a la hora de afrontar estos problemas internos. “El PSOE y el PP aguantan mejor estas crisis porque tienen una implantación territorial mucho más fuerte. Son partidos más antiguos y sólidos”, destacó.

En cambio, Corrales advierte que estas situaciones son “más complicadas” para los partidos emergentes –como serían Podemos y Ciudadanos- “porque las fracciones no suelen estar tan limitadas, las hipótesis son bastante nuevas aún y tienen menos poder territorial, menos anclaje y menos lealtad a las siglas”.

El politólogo y analista Alejandro Pérez apunta en esa misma dirección. “Es distinto cuando tienes un partido orgánico, con mucha tradición y muchísimos cuadros”, remarca. No obstante, advierte que esta regla no siempre se cumple, y para ello cita el caso del Partido Socialista Francés (PSF). “Hace tres años tuvo una crisis descomunal, y ahora están en la irrelevancia política”, comentó. Vueltas de la vida: en ese mismo partido estaba Manuel Valls, uno de los políticos que en los últimos días ha roto con Ciudadanos.

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