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Juanma Guijo, arqueólogo de la fosa franquista de Sevilla: "Casi consiguen el olvido total en Pico Reja"

El investigador y corresponsable de la exhumación de una de las mayores fosas comunes abiertas en Europa, en la que se han documentado 1.786 asesinatos, hace balance en esta entrevista con 'Público'  de tres años de trabajos, que culminaron la semana pasada y han destapado un horror mucho mayor del que se pensaba: "La tierra ha hablado".

Familiares de los represaliados durante el acto de inauguración del osario memorial. A 27 de marzo de 2023, en Sevilla (Andalucía, España).
Familiares de los represaliados durante el acto de inauguración del osario memorial. A 27 de marzo de 2023, en Sevilla. María José López / Europa Press

Esta semana, Sevilla ha homenajeado a las 1.786 víctimas de la represión franquista, que fueron exhumadas de una de las mayores fosas comunes abiertas en Europa, la de Pico Reja, según la sociedad de Ciencias Aranzadi. La fosa ha superado todas las previsiones del horror y "la tierra ha hablado", asegura a Público en esta entrevista Juanma Guijo, arqueólogo y corresponsable de los trabajos que, según las familias y asociaciones memorialistas, habitualmente muy críticas, ha sido ejemplar, por la transparencia y la acogida a hijos y nietos, después de más de 80 años de miedo, abandono e incomprensión.

"El olvido total casi lo consiguen en pico Reja por el modo de funcionamiento que ha tenido. La fosa es un enorme espacio de olvido. No hay ni una sola persona que tenga un marcador, un nombre, algo que recuerde a una persona en concreto. No hay lápida, nada. Son todos enterramientos anónimos. Es el producto de la España de ese momento, del 36, de los años 40", afirma, con voz dulce, sentado este jueves en un banco del cementerio de Sevilla.

"Es el retrato perfecto –prosigue, en un relato escalofriante– de las víctimas, no en el sentido de asesinato solo, sino víctimas que mueren de hambre, de una enfermedad, de abandono. Es un espacio de abandono, se echa basura. Las víctimas están conviviendo con basura, con piernas amputadas de hospitales, con restos de desechos de ataúdes, con restos de huesos de animales que han sido comidos, todo ese tipo de cosas, desecho de material de construcción también, es un enorme basurero a la espalda del cementerio. O es intencionado para hacer desaparecer pruebas... pero yo creo que que es pura indiferencia: se consigue el olvido. Yo creo que en este caso la indiferencia es peor todavía que el intento de ocultación".

¿Esta fosa es la más compleja en la que ha trabajado?

Nunca hemos tenido delante una fosa de esta complejidad. No hay que olvidar que Sevilla fue el primer lugar donde descargó el golpe de Estado. Estaba todo planificado, las matanzas, los asesinatos. Esto se hace en Sevilla por primera vez. Se tiene claro que hay que separar a las víctimas en espacios distintos de enterramientos normalizados. Es decir, hay que esconderlas, no se pueden quedar en el mismo sitio. Aquí no hay el menor reparo en hacer enterramientos en masa de personas fusiladas, de gente que muere en la cárcel. Y tampoco hay miedo en que se perpetúe el uso de espacios funerarios. Ese es el sello distintivo de la fosa de Sevilla. Es el elemento distintivo y sádico también. Es, de alguna manera, otra prueba más de los crímenes, del desprecio hacia las personas que están enterradas allí.

Después, se permite el uso de la fosa para enterrar personas que mueren por otras causas, hambre, enfermedad en la terrible España de los 40. No hay ningún empacho en remover los depósitos de víctimas que todavía incluso no han perdido los tejidos, que no han completado el proceso de esqueletización. Entonces, ¿que tienen que hacer sitio a ataúdes? Pues apilan los huesos y los amontonan sobre todos los sujetos, que con suerte se quedan intactos o parcialmente intactos. Entonces encontramos víctimas a las que le falta una parte del cuerpo, que les falta el cráneo, las piernas, etcétera Y eso ocurre en muchísimos casos, hay muchísimas fosas alteradas, hay fosas intactas también, pero ese procedimiento se perpetúa hasta finales de la década de los 30 y gran parte de los años 40.

Se han hallado 10.000 cuerpos y se ha logrado identificar a 1.786 víctimas de la represión. ¿Correcto?

La complejidad empezó cuando nos dimos cuenta de que las cifras de partida, que eran 850 víctimas y 253 personas vinculadas a actividad funeraria normalizada, gente que venía de hospitales, niños... Los primeros meses se reveló que eso no era así. La tierra habló de verdad. Las primeras estimaciones que empezamos a hacer a los pocos meses de comenzar fueron impactantes y fueron un golpe bastante duro porque modificaba toda la estrategia metodológica, todos los planes, todo el cronograma. Evidentemente los verdugos no van a dejar una pista perfecta de papeles para que se decida el rastro. Eso lo entendemos: claro que es muy difícil haber conseguido un proceso de una documentación total de todos las enterramientos cuando además no se pone los nombres, son partidas en blanco. Hubo que hacer un cálculo de cubicaje. Sabiendo las dimensiones de un cuerpo humano aproximadamente una simple operación matemática nos decía que si la fosa tenía cuatro metros podía haber hasta cerca de 40.000 personas. Por suerte la fosa tenía sólo dos metros y los cálculos eran en torno a 20.000 personas. Por suerte también, había muchísimos espacios vacíos. No era un horror vacui todo lleno de huesos por suerte para nosotros. Y al final nos hemos quedado en esas 10.076 personas.

¿Cómo se han individualizado?

Había que comprobarlo todo, que un cráneo suelto de un osario no tuviese un impacto de proyectil. O sea, había que comprobar eso con todos los ataúdes, unos 6.000 ataúdes y 3.000 personas que han salido revueltas. A las víctimas en ataúd se hace la revisión, aparecen fracturas. Ahí hay personas que han muerto a golpes, fracturas brutales. No tienen impactos, tienen golpes en diversas zonas del esqueleto. Y luego están los de las fosas alteradas. Aquellos restos que vienen de traslaciones de fuera de las fosas los echan allí como la basura. Luego tenemos víctimas sueltas, que aparecen boca abajo casi en el 80% de los casos. Es una manera de enviarlos al infierno o quizás también ese sentimiento de cobardía de no ver a personas conocidas, ahí puede entrar un poco de todo, de no verles el rostro. Aparte de eso, están las evidencias de impacto de proyectiles. Te pones a ver trocitos de cráneo. Es un sufrimiento. Siempre aparece el circulito, el bisel, el orificio con bisel de entrada o salida, como sea. Y a veces roturas perimortem [antes de la muerte] y sujetos que están atados incluso...

¿Trabajar en una excavación más antigua tiene que ver con exhumar una fosa como esta?

Exhumar una fosa no puede ser nunca arqueología. No puede ser así. Una cosa es usar métodos y técnicas arqueológicas y también se usan técnicas forenses, pero no puede equipararse a una cosa patrimonial nunca. Esto hay que situarlo en el plano de los derechos humanos, tiene que tener identidad propia. Es necesario imprimir ritmos, además, distintos de lo que es la investigación del patrimonio, de la actividad académica. Hay que ser rigurosos, pero hay que actuar con un nivel de intensidad importante porque es que se nos mueren los pocos hijos e hijas que quedan. Y si terminan desapareciendo, aunque es cierto que que esto no debería prescribir, pero si no se ha conseguido nada judicialmente estando vivos los hijos y los nietos, cuando desaparezcan puede que la cosa cambie a bien, pero también puede que la cosa cambie a mal y entonces se conviertan en desechos funerarios.

El olvido total casi lo consiguen en Pico Reja por el modo de funcionamiento que ha tenido. La fosa es un enorme espacio de olvido. No hay ni una sola persona que tenga un marcador, un nombre, algo que recuerde a una persona en concreto. No hay lápida, nada. Son todos enterramientos anónimos. Es el producto de la España de ese momento, del 36, de los años 40. Es el retrato perfecto de las víctimas, no en el sentido de asesinato solo, sino víctimas que mueren de hambre, de una enfermedad, de abandono. Es un espacio de abandono, se echa basura. Las víctimas están conviviendo con basura, con piernas amputadas de hospitales, con restos de desechos de ataúdes, con restos de huesos de animales que han sido comidos, todo ese tipo de cosas, desecho de material de construcción también, es un enorme basurero a la espalda del cementerio. O es intencionado para hacer desaparecer pruebas... pero yo creo que es pura indiferencia: se consigue el olvido. Yo creo que en este caso la indiferencia es peor todavía que el intento de ocultación.

Las familias de las víctimas han podido venir cuando han querido. ¿Cómo fue el trabajo con ellas ahí? ¿Cree que en España hay víctimas peor tratadas que las del franquismo? Primero el propio asesinato, después el silencio de la familia durante 40 años de dictadura, después la incomprensión, la insensibilidad y la indiferencia en la etapa democrática.

Yo creo que sin duda. A lo largo de todo el proceso de intervención hemos intentado hacer una explicación didáctica. A finales de los años 30, principios de los 40 se puso en marcha un proceso de recuperación de fosas, de exhumación de fosas por parte del franquismo. Está publicado en el BOE en mayo de 1940. Se invita a familiares que tienen desaparecidos a personarse porque el Estado va a acometer un proceso de exhumación para recuperarlos. Pero son personas del bando franquista, digamos. Y se acomete un proceso de intervención y de homenaje y de dignificación, pero se olvida a la mayor parte de las víctimas. Cuando se abre la fosa hay que situarlo siempre en un tema de derechos humanos. Yo estoy en contra de que se politice porque en cuanto se politiza, importa más la pelea política que la víctima y que la justicia.

Entonces, en toda esta intervención hemos tenido claro que el lugar central de todo nuestro trabajo eran ellos, quienes quedaban vivos y vivas. Los hijos, las hijas, nietos, nietas y los colectivos que se han llevado luchando décadas y décadas para  intentar acercarse lo más posible a la verdad, a la justicia y la reparación. Y eso lo hemos mantenido desde el primer día hasta el último. Sí o sí. No hay otra opción. Quienes han venido a las fosas cuando estaba funcionando la excavación no pueden decir que se ha marchado. Se ha atendido a todo el mundo, se han organizado visitas de institutos, colegios, junto con el Ayuntamiento. Se ha hecho una tarea de difusión, de didáctica, pero sin sectarismos: exponiendo la cruda verdad. El equipo técnico tenía que tener suficiente imparcialidad para decir si hay víctimas o no y razonarlo. No puede ser decir: hay un esqueleto, es una víctima. No. No es así.

¿Está todo recogido en informes? ¿Se podrían utilizar como pruebas los informes?

Se han hecho 37 informes científicos. Uno cada mes, 37, sobre cómo iban los trabajos. Cualquier persona ha podido seguir la intervención. Y ha podido ver cómo se usa un dinero público, ha podido ver qué tipo de pruebas han aparecido y eso se ha expuesto, con claridad, sin recurrir a ningún tipo de intenciones morbosas, respetando la protección de datos. Las pruebas se han planteado con la mayor claridad posible. Esto no va de que llegan los locos y las locas de las fosas y los sacan. No. Son personas asesinadas, son desapariciones forzadas. La educación ha dejado en la sociedad española un erial, un desconocimiento casi absoluto de lo que ha sido el franquismo, de lo que es el franquismo todavía. No solo por el tema de las fosas, sino por el tema de la represión económica, de la represión social, las incautaciones y las secuelas que quedan aún a nivel de la justicia, del mundo académico, de la política por supuesto.

Ángel Rodríguez, cuyo padre fue asesinado, el primero que colocó los restos en el funeral simbólico, ha venido todas la semana a la fosa, ¿no?

Ha sido el abuelo de la excavación. Él llegaba, entraba. En ese momento no había peligro de maquinaria ni nada. Y siempre había gente que estaba pendiente, nos visitaba, hablaba con nosotros. Y con el tiempo, bueno, pues cada vez estábamos más cerca de él. Hubo un momento en que no vino, en verano y estábamos preocupados como si fuera un familiar nuestro. Hemos tenido personas delante que han llorado, que nos han contado historias terribles y yo creo que el contacto con esas personas nos ha hecho mejores personas todavía. Eso seguro. Hemos tenido delante ejemplos de dignidades, de gente que ha aguantado décadas y décadas sufriendo y sin poder contarlo o contándolo solo a su familia, con la impotencia de que se han llevado a su padre o a su hermano, a su madre y no pueden hacer nada. Y qué decir de la gente que lleva luchando con investigaciones, denuncias, los colectivos memorialistas. Son otro ejemplo. O sea, nosotros nos hemos sentido en aprendizaje continuo siempre al lado de estas personas. Ha sido una experiencia maravillosa de humanidad.

No hay ninguna identificación concreta por ADN aún, ¿no? ¿Qué es lo que pasa ahí?

Se han entregado unas 1.090 muestras y en total con las que tenemos que entregar todavía, serán un número exacto de 1557. Hay que entregar casi 500 más. Sabemos que han visto unas 400, pero la verdad es que a mí no me queda claro. A mí no me queda claro si se refieren solo a las 300 ó 400 personas, a los familiares que han aportado su ADN. No sabemos cuánto material antropológico han analizado.

¿Eso ya no es trabajo vuestro?

Eso es cosa del laboratorio y de la Junta. No se ha desarrollado el protocolo de exhumaciones y por lo tanto influye el tema de la ley de protección de datos, y tampoco se difunde de momento en qué sitios se han identificado a víctimas. Nosotros sabemos las que nos tocan y por discusiones con otras personas que han exhumado, asociaciones, sabemos también que salen en otros sitios, pero no hay una publicación en las páginas oficiales donde se acredite, se rinda cuentas de eso. Realmente no sabemos si puede ser por falta de medios. Igual lo que hace falta son medios para obtener cadenas más completas de ADN y preguntarle al laboratorio exactamente qué es lo que necesita. El equipo técnico y los responsables son personas que han intervenido en contextos de derechos humanos en sitios donde están en juego, y yo creo que son personas de absoluta garantía.

Teniendo en cuenta las dimensiones de la exhumación, ¿hubo que ampliar el equipo a mitad de exhumación?

El equipo ha tenido que ampliarse el último año porque desde el primer momento que vimos lo que había bajo tierra... El Ayuntamiento, por suerte, ha tenido una relación, una comunicación fluida, lo que no es usual. Ellos supieron del problema y a mediados del segundo año estábamos trabajando ya en una propuesta para ampliar un 20% la subvención, pero, claro, teníamos que sacar mil y pico y al final han aparecido 10.000. Por supuesto, teníamos claro que no se podía aprovechar la situación para poner en marcha una operación especulativa, de buscar el beneficio. Eso estaba descartado. Era incompatible con nuestro espíritu, absolutamente. Entonces, ante la situación de lo que había bajo tierra optamos por esperar al último año, a la mitad de esta intervención para ver qué podíamos hacer exactamente entonces. Le pusimos también más intensidad y muchísimas horas, hemos empleado en total de horas militantes, se podría decir, casi 3.000. Siempre hemos tenido claro que esto no podía ser un pelotazo. Los últimos meses han sido tremendos, de jornadas de revolución industrial, pero el equipo sale con una satisfacción enorme de que se ha hecho todo. Y más todavía.

No es frecuente que las asociaciones de víctimas y familiares hablen bien de un ayuntamiento. ¿El Ayuntamiento ha hecho lo que había que hacer?

Por parte de la delegación competente, de la Oficina de la Memoria y de la delegación de participación, ningún problema. Al contrario, tenemos que agradecerle a trabajadores y trabajadoras de la delegación un montón de facilidades, un trato maravilloso. Hay otros lugares que no llegan a la altura porque no se entera nadie de lo que se hace. Los informes mensuales científicos se colgaban en la web del Ayuntamiento: se tardaban cuatro o cinco minutos en colocarlos. Luego, hemos formado a la sociedad civil en lo que se estaba haciendo. Transparencia absoluta. Luego, hay una fiscalización económica brutal, que a nosotros nos pareció maravilloso y genial. Cada mes ha habido que entregar un informe de en qué se gastan las horas, quiénes y en qué actividad. Eso por escrito. Eso deja un rastro administrativo, y cualquier representante público, votado, puede pedirlo y verlo.

Entonces, tenemos la transparencia y también de alguna manera haber favorecido esa participación, ese acceso de las familias. Por supuesto el tema científico es aparte, pero la gente ha podido participar, opinar y evidentemente cada cual ha mantenido sus ideas, pero ha habido una unidad muy importante en torno a la intervención porque se ha puesto en marcha todo eso. Al final, se demuestra que por supuesto que se puede. Y hay otros sitios que es que ni se sabe lo que hay. Parece que les duele una muela publicar un informe, contar qué se hace, cuánto ha costado eso, cómo se usan los recursos.

Usted dijo en el simbólico funeral de la semana pasada: que nunca se apague la voz de las familias. ¿Qué quería decir exactamente con eso?

Porque para haber conseguido esto han pasado por años oscuros de lucha en solitario y ha sido su insistencia en esa pelea, en esa reivindicación, lo que ha permitido que una Administración esté totalmente concienciada. Ha sido fundamental. No puede ocurrir que una familia, una asociación, un colectivo memorialista se quede callado, dejando que un Ayuntamiento, un equipo técnico haga lo que sea con sus restos, porque nosotros somos usufructuarios de la fosa, no somos propietarios de las fosas. Quienes tienen el pleno derecho sobre la fosa son quienes tienen allí muertos. Es así de claro. Quienes han peleado para sacarlos durante el franquismo. Por ejemplo, Ángel Rodríguez, no es que esté reparado completamente su dolor, pero se ha sentido atendido, se ha sentido querido, eso lo compensa un poquito de todos esos años de olvido, de abandono. Por eso una intervención en una fosa no puede ser un edificio sin puertas ni ventanas. Tiene que conocerse, o sea, no puede ser una cosa ajena a la sociedad civil.

Hay gente a la que se le ocurre decir que no hay que reabrir, como si heridas que jamás se han cerrado se pudieran reabrir. ¿Cree que todo este proceso ha sido terapéutico?

Aquí no ha pasado nada porque se haya hecho la intervención y se haya terminado. Las críticas, que ha habido críticas a partidos, tampoco han pasado de una crítica democrática aceptable, basada en comportamientos que están registrados en la prensa. Y que por supuesto que los familiares tienen todo el derecho de denunciar, los familiares y cualquier persona que defienda los derechos humanos, pero tampoco hay ninguna razón para que un partido se sienta atacado salvo que esté teñido de franquismo. Es así de simple. En Alemania se ha asumido perfectamente la condena al nazismo. Solo hay que ver el comportamiento de la canciller Ángela Merkel unos meses antes de irse enfrentándose y poniendo coto a los neonazis. ¿Qué problema habría por hacer lo mismo en España? Todo eso se explica por el desierto educativo en ese tema. El desierto y el desconocimiento.

¿El presidente de la Junta, Juanma Moreno, debería haber venido a la fosa?

A nivel personal y del equipo y del equipo a nosotros no nos hubiera importado siquiera que hubiese venido un representante de Vox. Al contrario, hubiera sido una ocasión de ser didáctico y de defender con hechos científicos lo que hay. Lo tenemos clarísimo, no hay ningún problema.

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