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Juicio al 'procés' De la "tigresa de Badalona" al "gora ETA": lo que vivieron 20 policías el 1-O

La 31 sesión del ‘procés’ se salda con nuevos testimonios de agentes y oficiales, en otra semana destinada exclusivamente a acoger sus comparecencias. Cerca de sesenta testigos están llamados a declarar hasta el miércoles. El que fuera número dos del jefe investigador de la Guardia Civil el 1-O, Daniel Baena, monopoliza una mañana en la que ha reconocido errores en su propia declaración, regada de “no lo sé” y “no recuerdo”.

Santi Vila, Meritxell Borrás, Carles Mundó, Jordi Cuixart y Josep Rull, este lunes en el juicio al 'procés'. EFE

ALEJANDRO LÓPEZ DE MIGUEL

Agresiones con paraguas y restos de inodoro, gritos de “gora ETA” a cientos de kilómetros de Euskadi; y el ataque de una mujer “de cuarenta kilos, mojada”, que se comportaba como “la tigresa de Badalona”. Van 10 semanas de juicio a la cúpula del procés en el Tribunal Supremo, 31 sesiones en poco más de dos meses. pero los testimonios de los policías desplegados en Catalunya para frustrar el referéndum del 1-O siguen aportando algunos elementos novedosos en forma, si bien no tanto en fondo.

Todos los agentes de Policía Nacional o Guardia Civil que ya han desfilado como testigos ante la Sala de Lo Penal del Tribunal Supremo coinciden en que tuvieron que trabajar en un clima de máxima hostilidad, sufriendo insultos, amenazas y agresiones, mientras los Mossos d’Esquadra permanecían impasibles, o incluso obstruían su labor.

"En principio íbamos en apoyo de los Mossos, pero allí había una pareja de mossos y una mossa, se escondieron tras un seto cuando llegamos y no nos dijeron ni si queríamos agua", que diría uno de los 17 testigos de esta jornada. En total, 16 de ellos han pormenorizado ante la Fiscalía -y ante unas pocas y medidas preguntas de las defensas-, a qué se enfrentaron el 1 de octubre de 2017.

Otro de estos agentes, el mismo que se refería a una mujer como “tigresa de Badalona”, para verse cortado por el presidente del tribunal, Manuel Marchena, intentaba también entrar en detalles sobre la limpieza de la ropa interior durante el operativo, o incluso aseguraba que nunca antes, salvo en Euskadi, había visto “la mirada de quien quiere matar”. En ambos casos Marchena le exigía que se ciñese a las preguntas.

Era el mismo testigo que afirmaba que “los cánticos [de los concentrados el 1 de octubre] no eran rumba catalana” y “mi madre vive en Gandía y esta tarde se tuvo que duchar 200 veces, se cagaron en ella”, quien ponía la nota de color tras la sucesión de decenas de testigos policías en las últimas semanas. Hay otros 40 citados entre martes y miércoles, antes de una nueva cima, con la comparecencia del vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonès, en la próxima semana.

Este lunes, además, uno de los agentes decía conservar “con orgullo” la cicatriz del golpe que le propinaron con la punta de un paraguas -"El odio de la gente no se me olvidará"-. Alguno de ellos vio -y justificaba- el uso de pelotas de goma en el colegio Ramón Llull de Barcelona, el centro en el que el manifestante Roger Español perdió un ojo por uno de los disparos de estos proyectiles por parte de los agentes.

Varios de los testigos, a su vez, han repetido las amenazas relacionadas con la banda terrorista ETA escuchadas en esa jornada–“Decían que tenía que volver ETA y matarnos”-, y han narrado cómo les golpearon con palos, les arrojaron piedras y en un caso les lanzaron hasta restos de un inodoro. También les insultaron por “llevar la bandera de España” -además de por ser policías –“¡Perros!”-, les dijeron, siempre según su relato.

A su vez, uno de los heridos narró cómo se abrió una herida en el brazo que posteriormente le generó una tendinitis que le llevó a estar tres meses de baja. No obstante, no fue ningún manifestante quien le hirió, sino él mismo, al golpear con un ariete la puerta de cristal del colegio Joan Fuster.

Todo, tras una mañana mayoritariamente ocupada por el comandante de la Guardia Civil, que ejerció como secretario en las investigaciones sobre el 1-O y los preparativos del referéndum, el número dos del teniente coronel Daniel Baena, el hombre al frente de estas pesquisas. La Sala de Lo Penal del Tribunal Supremo ha evitado realizar una prueba pericial que demuestre, como el propio Baena reconoció a Público, que el teniente coronel se ha servido de un perfil en Twitter bajo el pseudónimo Tácito para criticar a los independentistas.

Las defensas entienden que la investigación de Baena está más que contaminada por la ideología que demostró escondido tras este mote, y dispararon con todo contra el teniente coronel. En caso de su número dos, hicieron mucha más mella, pese a que sólo en sus treinta primeros minutos las defensas trataron de cortarle mientras respondía a preguntas del fiscal Fidel Cadena. Pronto descubrieron que era mejor dejarle hablar.

Sólo así podrían ver que en su relato bailaban fechas, sobraban nombres entre los asistentes a según qué reuniones, o ni siquiera sabía si Oriol Junqueras tenía “algún cargo” en la Generalitat meses después de su entrada en el Govern, cuando ya estaban investigándole. Tampoco esperaban que señalara a Jordi Cuixart, presidente de Òmnium Cultural, acusándole de escribir un correo electrónico planteando colocar a “personas vulnerables” en los colegios electorales el 1-O. Ante las defensas tuvo que reconocer que Cuixart nunca escribió este correo, que ni siquiera contenía estas palabras, y que no podía acreditar que el presidente de Òmnium, que en realidad fue quien recibió este mensaje, lo hubiera leído.

Los golpes que nadie intentaba parar eran los que le dirigía al mayor de los Mossos d’Esquadra, Josep Lluís Trapero. “La figura de Trapero es imprescindible en la estrategia independentista", sostenía, recordando un correo recibido por el exconseller de Interior, Joaquim Forn, en el que el ex número dos de este departamento, César Puig, expresaba su miedo a “perder” a Trapero si el coordinador de todos los cuerpos de seguridad el 1-O, el coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos, le denunciaba. Judith Gené, abogada de Forn, tomaba la palabra en defensa de su cliente. Trapero, que ha descargado toda la responsabilidad de lo ocurrido en Puigdemont y el resto del Govern, y se enfrenta a una petición de pena de 11 años de cárcel por rebelión en la causa que debe enjuiciar la Audiencia Nacional, no pudo defenderse de este golpe.

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