Entrevista a Matilde Eiroa, catedrática"No hemos tenido una política gubernamental de desfranquistización"
Adela Lobo
Madrid-Actualizado a
Desde el principio de su gobierno, el dictador Francisco Franco construyó una serie de mecanismos propagandísticos para enaltecer su figura. Para ilustrar la construcción del mito de Franco y su posterior desmitificación, la profesora titular de la Universidad Carlos III de Madrid Matilde Eiroa publica Franco, de héroe a figura cómica de la cultura contemporánea (Tirant lo Blanch, 2022). En esta obra, la autora analiza la autopropaganda del régimen, cómo esta pervivió y se deconstruyó en la Transición e incluye un estudio sobre la imagen de Franco en el Internet, un espacio que ha servido para ridiculizar al personaje.
¿Cómo se presentaba Franco a sí mismo al principio de la dictadura?
Tenía un fuerte aparato de propaganda a través del cual hacía el trabajo de presentarse ante la sociedad. Esa imagen, elaborada al principio por Millán Astray, era la del militar invencible de la guerra salvador de España ante el comunismo.
Dentro de todo este sistema propagandístico, ¿qué valor le daba a los símbolos?
Eran muy importantes. La nueva bandera, uniformes, desfiles, símbolos relacionados con el orden, la unidad, la gloria patria... Los símbolos fueron fundamentales para cohesionar a una nación y más en un Estado que se está forjando. El "Nuevo Estado", como se denominó, necesitaba de nuevos símbolos y de la recuperación de algunos antiguos que reforzaran las nuevas ideas de los principios fundamentales del Movimiento, del pensamiento y la acción del franquismo.
¿Cómo cuáles?
Por ejemplo, los Reyes Católicos, que es un tema muy habitual hoy en día en el discurso de la ultraderecha. Los Reyes Católicos, la unidad religiosa, la unidad territorial, e incluso el pensamiento único.
Dentro de los símbolos, la construcción monumental...
Por supuesto. Algunos ejemplos son la nomenclatura de las calles, la construcción de esculturas de Franco a caballo o los bustos. Y, desde luego, la construcción de una arquitectura que exaltara los valores patrios y de la guerra que él había ganado. Tenemos muchísimos ejemplos a lo largo del país. El más próximo a nosotros ahora es el Arco de la Victoria en Moncloa. También está el Valle de Cuelgamuros. Y todos las estatuas que se han retirado. Era fundamental la omnipresencia del general invicto en todos los lugares públicos.
Cuando ordenaba la construcción de los monumentos, ¿pensaba aspirar a la inmortalidad a través de estas estructuras?
No sabemos lo que él pensaba pero esa construcción de símbolos implica el continuo recuerdo a los ciudadanos de quién era él. También el recuerdo de cuáles habían sido sus éxitos y de cuál era la "Nueva España". Cuando se construyen monumentos de estas características, la intención es que sean imperecederos, que tengan continuidad en el tiempo. El continuo recuerdo a lo ocurrido. Por eso, yo creo que Franco hizo unas políticas de memoria casi absolutamente perfectas porque estaba continuamente rememorando cuál había sido el origen de su éxito y cómo debía ser la nueva España.
La tarea propagandística continuó durante los 40 años de dictadura, pero cambió con el paso de los años. ¿Cómo adaptó Franco la autopropaganda en función de las circunstancias nacionales e internacionales?
La propaganda se fue modificando para conseguir la adaptación de la dictadura a los nuevos tiempos cuando cayeron Hitler y Mussolini. El gobierno de Franco ubicó todo el aparato de Prensa y Propaganda en ministerios o administraciones que pudieran adaptarse a los nuevos tiempos. Al principio, la gestión de la propaganda estuvo ubicada en el Ministerio de Gobernación. Después, en la Secretaría General del Movimiento, luego en el Ministerio de Educación y finalmente en el Ministerio de Información y Turismo.
Cuando este se creó en 1951, la propaganda se vinculó cada vez más a una estrategia más amplia de difusión de una imagen de modernización, que ofreció nuevas caras del dictador. En el contexto de la Guerra Fría, se potenció la faceta anticomunista. Apareció también la de un Franco modernizador, que pretendía salir de la autarquía, y un Franco que procuró mejorar la vida de los españoles. Por tanto, toda la operación del mantenimiento de la buena imagen del dictador respondió a una estrategia de mayores dimensiones y diferente a cuando estaba ubicada en Gobernación o en la Secretaría General del Movimiento.
¿Cómo se deconstruye esta imagen que había creado Franco una vez que termina la dictadura?
La deconstrucción fue muy difícil y lenta después de 40 años de gobierno y de esa lluvia fina de repetición de los mensajes que fueron penetrando en todos los espacios públicos y privados. La deconstrucción fue difícil y lenta. Franco ya no estaba pero había toda una guardia que intentó mantener los principios básicos de la dictadura. Inicialmente, algunos ayuntamientos, como el de Madrid, renombraron de modo muy sutil algunas calles y se produjo la retirada de algunos monumentos erigidos en honor a Franco, pero esto ocurrió en los años 80. En Alemania hubo una desnazificación, pero nosotros no hemos tenido una política gubernamental de desfranquistización. Fueron más bien iniciativas locales y no políticas de Memoria estatales.
¿Qué parte de la imagen que Franco había construido sobre sí mismo perdura durante los primeros años de la Transición?
Durante los primeros años de la Transición lo que perdura es el Franco anticomunista y el Franco de la unidad y el orden, sobre todo porque en la Transición se aprueban las autonomías y se teme que España se desmembre. Igualmente fue una etapa de mucha violencia, muchos desórdenes públicos, manifestaciones, huelgas, atentados, etc. La idea que se instala es que "con Franco esto no pasaba", "con Franco vivíamos mejor". España arrastra la crisis económica de finales de los años 70, hay mucho desempleo. Entonces, la idea que perdura y que se mantiene es esa idea nostálgica de una época pasada en la que no había robos, ni desórdenes. Esto es un absoluto bulo porque con Franco claro que había desórdenes y delincuencia común.
Y no se contaba porque se censuró durante el franquismo.
La censura duró hasta el final de la dictadura. A partir de la Ley de Prensa e Imprenta de 1966, conocida como ley Fraga, la censura oficialmente desapareció, pero en realidad fue una constante. Sin embargo, en esas fechas callar todas esas cosas era muy complicado porque estaba también la televisión. Había nuevos medios de comunicación, nuevas publicaciones, especialmente las revistas, que sí que hablaban más de todo lo que ocurría, aunque eso conllevara sanciones.
Ha hablado de los mitos que perduran en la Transición, pero, ¿cuáles perduran en nuestros días?
Actualmente hay mucho desconocimiento. Ha calado un discurso de la historia de la dictadura que, como ha sido elaborado durante muchos años, permanece en muchos libros de texto, en la formación del profesorado y en la transmisión a los estudiantes. Yo creo que todavía permanecen mitos como el de el Franco de la paz y el orden, o aquella dictadura en la que había unidad. Creo que hace falta una actualización de los conocimientos del profesorado y una modificación de los programas de la asignatura de Historia y otras asignaturas vinculadas a la historia para que el profesorado pueda transmitir a los estudiantes la historia que hoy ya conocemos, basada en la investigación de los últimos años.
En cuanto a la cultura popular, en su libro menciona que en algunas películas se muestra al dictador como un personaje temeroso, medio embobado, que no se enteraba de nada... ¿por qué nos ha llegado esta imagen del dictador?
Las películas son ficción, pero es verdad que esa imagen cala. Es la idea de un personaje ausente, abstracto, que no le interesan ciertos detalles de la vida cotidiana porque para eso están sus ayudantes o sus ministros, que son quienes se ocupan de resolver los asuntos. Nos ha llegado esa imagen porque hay evidencias de que era eso lo que pasaba en los últimos años de su gobierno cuando era muy mayor. Se muestran sus obsesiones relativas a a la lucha contra la fragmentación de España o contra el comunismo y estaba muy desactualizado de los problemas reales de la sociedad española. Esa es la imagen que nos ha llegado. En las películas también se ironiza mucho con la figura de Franco. La ficción pretende lanzar mensajes que no son exactamente conocimientos históricos. Lo perjudicial es que no se transmite una imagen real, pero los productores dirán que para eso es ficción. A mí, sin embargo, me parece que algunas películas han perdido la oportunidad de transmitir una imagen más sujeta al rigor histórico. Por ejemplo, Mientras dure la guerra. A mí me parece que es una oportunidad perdida porque había mucha expectación, pero se cometen muchos errores históricos.
¿Cómo cuáles?
Poner a Franco como un señor tímido. A mí me parece que es un grave error porque Franco fue siempre muy ambicioso. Pero son las licencias de la producción cinematográfica. Por eso, no podemos decir que sea un error. Al fin y al cabo, son visiones que dan las películas, pero a mí me parece que hacen un flaco favor al conocimiento que difunden entre la gente que va al cine.
¿Y cómo afecta Internet a la imagen de Franco en el imaginario colectivo?
Como Internet es un medio de comunicación donde cada usuario navega en los espacios que quiere, lo que construye es un imaginario personal dependiendo de los espacios en los que entre cada uno. Actualmente, lo que hay es un movimiento asociativo memorial muy grande que tiene mucha representación en Internet. Por lo tanto, es una representación crítica contra la dictadura. A pesar de lo que pueda parecer, no hay tantos espacios cuyo objeto principal sea Franco. Existen, pero no son mayoría. Lo que sí es mayoría es el movimiento asociativo por la Memoria Democrática. Los espacios que recuperan la figura de Franco son, sobre todo, la página web de la Fundación Nacional Francisco Franco y algunas otras, pero tienen un escasísimo número de seguidores. Los espacios en Internet glorificadores de su figura suelen tener muy poca actividad y pocos seguidores. Sin embargo, aunque no tenemos muchos espacios especializados en Franco, hay muchas redes sociales de la ultraderecha que le mencionan y lo alaban, pero lo mezclan con otros temas, que son los clásicos de la ultraderecha.
¿Internet puede ser un espacio para desmontar el mito de Franco?
Perfectamente. De hecho, yo creo que lo está siendo, mucho más que la ficción o los libros de historia, que no los lee mucha gente.
Tiene mayor alcance.
Y una mayor capacidad de difusión. Además, los usuarios pueden compartir imágenes, mapas, discursos y una cantidad de documentación de carácter audiovisual que demuestra que no se trata de opinión sino de información.
Pero de la misma manera que Internet puede ser un espacio para desmontar el mito también puede serlo para enaltecer al dictador.
Sí, pero a día de hoy no son mayoría los espacios en Internet que enaltecen la figura del dictador. Son absolutamente minoritarios.
Dentro de la imagen que se da en Internet del dictador, ¿cuál es el papel de los memes?
Aparecieron sobre todo con el tema de la exhumación y el mensaje que enviaban era que se trata de un asunto del pasado que hay que liquidarlo pero que no tiene por qué ser motivo de enfrentamiento. El mensaje de los memes es el mensaje de la desmitificación de Franco. Trasladaron al público la idea de que se trata de un personaje de nuestra historia al que no hay que tenerle miedo. Al final, el dictador queda ridiculizado.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.