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Mohamed Alí, exdiputado en Ceuta: "Vox dice barbaridades y no pasa nada mientras yo acabo acusado de un delito de odio"

El exdiputado en Ceuta Mohamed Alí, en una imagen de archivo en la Asamblea ceutí.
El exdiputado en Ceuta Mohamed Alí, en una imagen de archivo en la Asamblea ceutí. Gobierno de Ceuta

Mohamed Alí se retiró de la política activa de Ceuta hace un año, después de dos décadas ininterrumpidas en primera línea, liderando la Unión Demócrata Ceutí (UDCE), integrada en la última etapa como candidato de la coalición Caballas. En enero de 2020, Alí protagonizó uno de los plenos más duros en la Asamblea de la ciudad. Respondió a comentarios provocadores de la bancada de Vox, que acababa de irrumpir con fuerza en Ceuta y la bronca fue subiendo de tono hasta lanzarse insultos —"cobardes" o "fascistas" de un lado y "payaso" desde el otro— y casi acabar en pelea. La pasada semana Alí ha sabido que ese pleno acabará en juicio, en concreto, por un posible delito de odio contra los diputados de la ultraderecha.

¿Qué ha pasado para que vaya a juicio acusado de un delito de odio contra Vox?

Sigo estupefacto. Todo surge en un pleno en el que estoy hablando de la necesidad de un tratado de buena vecindad con Marruecos, dada la cercanía. Se me interrumpe por parte de la bancada de Vox en varias ocasiones, se me insulta y así surge una discusión muy subida de tono. Era un pleno posterior a la publicación de esos famosos WhatsApp de la dirección de Vox en los que insultaba y vilipendiaba a toda la población musulmana de Ceuta. Cuando se me interrumpe pasa todo lo que se en los vídeos.

Luego aprobamos una declaración conjunta, firmada también por Vox y todos los grupos de la asamblea, en el que se pide disculpas por todo y se apuesta por la concordia. Todo quedó políticamente zanjado para mí. Luego me encuentro con la sorpresa de que Vox presenta una denuncia en el juzgado, pero lo hace por amenazas y atentado, no por delito de odio. En el juzgado declaramos y no se ven indicios de amenazas ni atentado. Pero la jueza, sorprendentemente, dice que puede haber un posible caso de delito de odio. Lo recurrimos, pero finalmente todo tiene que ser aclarado en un juicio. Es una iniciativa de la jueza a la que ahora se ha agarrado con todas sus fuerzas Vox. Es surrealista. Yo no odio a nadie, y menos por defender unas ideas.

Les llamó cobardes y fascistas, entre otras cosas. ¿Qué ocurrió en el pleno?

Sentí una indignación mayúscula. Además de estar insultando en WhatsApp a la población musulmana de Ceuta, encima te interrumpen en las sesiones, te insultan, hacen gracietas, gesticulan. Era inaudito. En ese momento, ahora no, Vox tenía un acuerdo con el Gobierno de Ceuta, del PP. Eso provocó que elevara más el tono. Contesté y repudié los insultos de la otra bancada y saqué a colación todos esos comentarios. Yo solo defendía la necesidad de un cordón sanitario y que Vox no formara parte del Gobierno de la ciudad. Porque en Ceuta se convive entre culturas, y los ámbitos de poder no deben tener un discurso que atenta contra esa convivencia, que demoniza y hace extranjera a la mitad de la población. Eso solo provoca una fractura en la ciudad.

Es llamativo que el imputado por odio sea usted frente al partido que hace de la violencia verbal su estrategia principal en la política.

Sí, ahora se está hablando mucho de violencia verbal en política, pero en Ceuta ya hace mucho que Vox la ha convertido en habitual, la ha normalizado. Llevo un año fuera de la política, pero después de ese hubo plenos de igual o mayor intensidad. Algunos han tenido trascendencia nacional, sobre todo con ataques de Vox a la diputada Fátima Hamed, pero también contra el propio presidente, Juan Vivas. Se hacen acusaciones durísimas, no solo contra la españolidad de Fátima Hamed u otros diputados musulmanes; también contra la legitimidad de la institución, acusaciones de actividades delictivas que nunca han probado contra el PSOE o el PP. Dicen auténticas barbaridades. Se ha acusado al presidente de la ciudad de ser promarroquí y tener intereses con Rabat. Cosas muy fuertes por las que no pasa nada ni se judicializa nada. Parece que se me ha cogido a mí como cabeza de turco. Solo espero demostrar en el juicio que no incurrimos en delito de odio.

¿Se arrepiente de caer en el juego de la ultraderecha?

"Si pudiera volver atrás, evitaría el tono y las formas"

Si pudiera volver atrás, evitaría el tono y las formas que tuve. Pero no la contundencia ni el plantarles cara. No se puede renunciar a eso. No solo atentan contra quien tiene en frente, sino contra gran parte del conjunto de la ciudad. Pero es mejor enfrentar desde el sosiego, aunque con firmeza. No se puede ceder ni un ápice antes los verdaderos discursos de odio.

¿Cómo ha cambiado Ceuta desde la llegada de la ultraderecha?

La Asamblea se ha convertido en un foco de bronca, un lugar donde se dicen cosas más propias de una barra de bar. Nadie puede negar que ha habido momentos áridos con anterioridad, pero desde que está Vox la bronca es la tónica general, con una política de fuego a discreción. No tienen reparo en decir cualquier barbaridad contra cualquier concejal del arco parlamentario. Eso merma la credibilidad de la institución y tiene un impacto negativo en la ciudadanía, tanto en Ceuta como a nivel nacional.

Ahora la diana está puesta en la ministra de Igualdad, Irene Montero. Con su experiencia, ¿qué le recomendaría a la hora de enfrentar estos ataques?

"Los discursos de la ultraderecha no pueden formar parte de la discusión política"

Con toda la humildad y la distancia, ya que ella es ministra, es fácil hacer un paralelismo entre la violencia que sufre y lo que se ha vivido en Ceuta. También es violencia verbal que atenten contra tu identidad y tu pertenencia a este país. Aquí se dice con mucha alegría que la mitad de la población no es española o que no se siente española. Se nos dice eso solo por pertenecer a otra confesión religiosa distinta a la católica, o por tener nombres y apellidos diferentes. Lo hacen con una virulencia que duele mucho. Entiendo perfectamente a la ministra. Las mujeres han estado y están asediadas por un machismo galopante, y que se les niegue eso en la cara cuando se ponen de pie y dicen basta... Está claro que es violencia. Quizás lo que hay que hacer es buscar espacios de comprensión en los que la gente entienda que ese tipo de discursos de la ultraderecha no pueden formar parte de la discusión política ni de la divergencia ideológica. Son discursos de odio que generan confrontación. Hay que ir paso a paso, evitando la crispación y sin elevar tanto el tono, como ha sido mi caso.

¿Se nota a pie de calle la influencia de esa violencia verbal que Vox ha introducido?

El impacto es delicado y preocupante. Muchas veces negativo. Se genera polarización y se crea un debate que no debería formar parte de las prioridades de la gente. Y mucha gente se posiciona y se pronuncia. Sí, hay crispación también fuera de la política. Y es pernicioso para la convivencia en sociedad.

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