Este artículo se publicó hace 2 años.
Moreno concentra el mayor poder político en Andalucía desde los tiempos de Chaves
El presidente andaluz tiene por delante cuatro años de manos libres en los que se verá si acompasa discurso y BOJA.
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Desde las dos mayorías absolutas consecutivas de Manuel Chaves (PSOE) en los años 2004 y 2008, nadie había acumulado tanto poder en Andalucía como el que ahora tiene en sus manos Juanma Moreno (PP), que este sábado tomó posesión del cargo. Sus predecesores José Antonio Griñán (PSOE) –este sí tuvo dos años de mayoría absoluta al sustituir en 2009 a Chaves– y Susana Díaz (PSOE) no tuvieron manos libres como él ahora para hacer y deshacer, sometidos a complejas negociaciones con IU primero –2012-2015– y luego con Ciudadanos –2015-2018–.
Para Moreno, sacar adelante la pasada legislatura fue también muy complicado. El PP andaluz, decidido a no perder la oportunidad de oro que por sorpresa le había llegado tras los comicios del 2 de diciembre de 2018, cerró un acuerdo de Gobierno con Ciudadanos y un pacto de investidura con Vox.
En medio de una virulenta pandemia, varios procesos electorales y la desintegración del socio de gabinete, Moreno aprobó con Ciudadanos y Vox tres presupuestos. Entre otras razones, este periplo lo pudieron hacer por la argamasa que suponían los 37 años de gobiernos consecutivos del PSOE: todos necesitaban que el experimento funcionara y no fracasara antes de tiempo.
El talante y el carácter del presidente de la Junta, al que no le gusta nada el ruido, el conflicto y el lío por el lío, además de la lealtad a prueba de bombas del vicepresidente Marín, también ayudaron a que el Gobierno pudiera llegar en pie al último año de legislatura.
Una vez que Vox decidió en la primavera del año pasado que era el momento de echar a Ciudadanos del Ejecutivo e ir a las urnas y, cuando llegó el momento, tumbó los presupuestos, Moreno se resistió a convocar las elecciones, mantuvo la calma y el rumbo que se había marcado, en medio de un ruido creciente, hasta que encontró la ventana de oportunidad que necesitaba.
La coyuntura le ofreció un relevo –en el que él jugó un papel relevante– en su partido, Alberto Núñez Feijóo por Pablo Casado, y un momento económico complicado: el precio de los productos básicos estaba disparado y en la calle se achacaban los problemas sobre todo al Gobierno de Pedro Sánchez. Moreno se decidió: adelantó las elecciones y, tras una campaña en la que aprovechó los errores de los rivales, logró un resultado histórico, una mayoría absoluta que ahora debe aprender a manejar.
Ocho años
Este jueves fue elegido presidente de la Junta después de un debate de investidura que dejó varias pistas sobre el rumbo que puede tomar la legislatura. Moreno pretende una legislatura tranquila sin sobresaltos y anestesiar a la oposición que tiene a la izquierda y calmar a la que está a su derecha.
Macarena Olona, la portavoz de Vox, ante la contundencia de la victoria de Moreno –sacó 58 diputados, un resultado en escaños aún mejor que el de Chaves en 2008: 56–, que supuso un fracaso en su intento de entrar en el Gobierno andaluz, algo que daban por hecho, anda a la búsqueda de un tono y un discurso que no espante al votante andaluz de las derechas que lo que quiere es estabilidad y le parece bien el tran-tran de Moreno.
Así, en cumplimiento de sus estrategias, la primera decisión de Moreno fue dar a la ultraderecha un hueco en la mesa de la Cámara a cambio aparentemente de nada –Moreno dijo que se debía a que era la tercera fuerza política y que hubiera hecho lo mismo si la tercera fuerza hubiera sido una de izquierdas–. Y la respuesta de Vox también aparentemente a cambio de nada fue una "afectuosa" abstención en la votación de investidura. El flanco de la ultraderecha de momento lo tiene Moreno controlado.
A su izquierda, el estilo y las formas de Juan Espadas le pueden venir bien al presidente en su objetivo de evitar críticas gruesas. Sin embargo, Espadas ya ha navegado una vez antes, en otro escenario más pequeño, el ayuntamiento de Sevilla, contra una mayoría histórica del PP, y logró ser alcalde después. Moreno, sin embargo, no parece que vaya a cometer el mismo error que Juan Ignacio Zoido, quien compaginó un tiempo la escena andaluza con la alcaldía y lo acabo pagando, y se dedica de momento a hacer una sola cosa: ser presidente de la Junta.
Cuando pase un tiempo, Moreno tendrá que tomar una decisión importante. En alguna ocasión el presidente ha expresado su idea de que lo suyo es estar en la oficina "no más de ocho años". ¿Afrontará el PP un proceso de relevo en la candidatura al final de la legislatura? ¿Cumplirá Moreno con esta idea, como ya hicieron José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero? ¿O le pasará a este PP de Moreno como al PSOE de Chaves, que cada vez que este decía que quería irse del vértigo que le entraba al partido siempre acababa presentándose de nuevo? Hay un dato cierto, según el CIS: casi el 30% de quienes votaron al PP el 19J lo hicieron por razones vinculadas a la figura del presidente. Es decir, casi medio millón de andaluces hoy confían más en Moreno que en el PP.
Rodillo y decreto
Moreno parece tener muy claro lo que hay que hacer para mantener la mayoría absoluta –otra cosa es que logre su objetivo–: desconfiar, empezar a sospechar de uno mismo y evitar la tentación del rodillo y del decreto.
Así, repite una y otra vez, en un mensaje que va dirigido a sí mismo y a los suyos, que el diálogo es su seña de identidad y que no tomará una sola decisión relevante sin algún tipo de consenso social.
La concertación social, los grandes acuerdos con la patronal y los sindicatos, fueron una de las señas de identidad de los Gobiernos de Chaves, y Moreno, ya con manos libres los defendió de los ataques de Vox, que le niega legitimidad a los representantes de los trabajadores.
A falta de saber la composición del Gobierno, Moreno ha colocado como portavoz parlamentario, quien se encarga de negociar con los demás partidos la agenda parlamentaria, a un hombre de buen talante y maneras amables, Toni Martín. A Martín, un hombre de su entera confianza, con el que ha estado en las mismas trincheras en las peleas internas del partido, le pidió incluso que le alertara si bajaba la guardia: "Ayúdame a no caer jamás en la autocomplacencia. Que la mayoría no nos descentre y no nos lleve a perder el rumbo".
Teresa Rodríguez leyó más allá del ecumenismo que proclama Moreno cuando le reveló la vacuidad de uno de los eslóganes universales que utiliza como declaración de intenciones el presidente, lo que Rodríguez llamó "un hit": no se puede, como pretende el presidente, gobernar para todos, dijo la líder de Adelante Andalucía. En la sociedad hay diversos intereses y hay que elegir entre ellos, vino a decirle Rodríguez.
Moreno reivindicó en su discurso a la clase media trabajadora como el eje vertebrado de las políticas públicas y enarboló varias banderas que habrá que ver después cómo las combina. Por ejemplo, por un lado habló de libertad de elección, un eufemismo que esconde cierta querencia por la desigualdad, y por otro de defender la escuela pública. También habló de que cada uno con su dinero haga lo que quiera y, por otro, de la defensa de la sanidad pública. La izquierda, desde luego, no se fía.
Es la economía
Otro de los factores que explican el éxito electoral de Moreno es la coyuntura favorable que ha tenido en cuanto al gasto público. La pandemia abrió el grifo que había estado cortado durante años y al mismo tiempo contrajo el PIB a lo largo del año 2020. La combinación de ambos factores llevó a que, por ejemplo, en este mandato el 5% de la riqueza se invierta en educación, una reivindicación histórica. ¿Mantendrá ese ritmo inversor el Gobierno andaluz en esta legislatura?
En el último trimestre del año, la economía afrontará un tramo complicado, según prevén los principales observatorios capitalistas. Andalucía siempre ha estado más expuesta que el resto del país a los ciclos económicos. Lo que en lo político asoma como una legislatura tranquila, puede convertirse en una pesadilla en lo económico. Moreno admitió en el debate que le preocupa el asunto, que está pendiente del tema y dedicó tiempo a hablar de economía, pero trató de mostrar una cara optimista y de alejar los nubarrones.
Inma Nieto, la portavoz de Por Andalucía le recordó que sus aventuras fiscales podrían costarle caras a los andaluces con un deterioro de los servicios públicos si no se ingresa lo suficiente. En esta legislatura, se sabrá cuál es realmente el proyecto de Moreno, más allá de las apariencias y de discursos que aplican una cierta teoría de la comunicación política: las afirmaciones con las que puedan estar de acuerdo, asumir, la mayoría de la gente son un acierto. Las intervenciones públicas de Moreno están plagadas de ese tipo de afirmaciones. Otra cosa es el BOJA y la recaudación fiscal.
Medio ambiente
Moreno tiene por delante otro reto importante: convencer, a través de los hechos, de que sus proclamas verdes –para él la lucha contra el cambio climático no es un patrimonio de la izquierda y le discute la bandera– son ciertas, una realidad y no tan solo un bonito discurso –palabras, palabras, palabras–.
El presidente afirmó que en estos cuatro años se podían movilizar inversiones por importe de 12.000 millones de euros, para duplicar la producción de energía renovable, lo que permitiría alcanzar la independencia energética. El objetivo es ambicioso, pero el presidente no dio más detalles.
El PSOE desconfía del cómo –Juan Espadas le pidió un "largo café" al presidente para hablar de ello y solventar sus dudas– y la izquierda cree que todo quedará en manos del oligopolio eléctrico, que se embolsará los beneficios, y que no habrá soluciones visibles para los andaluces, porque perseverará en el modelo extractivo de la riqueza, que predomina en la Comunidad, según una escuela de pensamiento económico.
Además, Moreno, al mismo tiempo que proclama que el cambio climático ya está aquí y que hay que cuidar el agua disponible porque ahora llueve un 30% menos que antes, insiste en darle alas a los agricultores del entorno del espacio natural de Doñana. Ecologistas en Acción ya le ha dado un premio Atila –que cada año concede a personas que hayan "destacado por su contribución a la destrucción del medio ambiente de Andalucia"– al presidente y otro al PP.
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