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Nina y los vecinos "rojos" que escondían a los represaliados del franquismo

En su familia había inquietudes sindicales pero también ganas de ayudar a los que se escondían de la policía. Esa humanidad le costó la vida a Sindito, su tío. 

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Nina Cores, nieta, sobrina e hija de represaliados del franquismo durante la entrevista con Público en su casa. Candela Barro

Nina Cores es vecina de Narón (Ferrolterra), una zona de tradición sindicalista en la que hay multitud de casos de escapados y represaliados del franquismo. Su abuelo era carpintero y afiliado de la CNT, allí fue donde conoció a muchos de los que después se escondieron en su casa. "Mi madre me contó que pudo haber hasta seis personas al mismo tiempo escondidas", relata a Público, en esta entrevista entre vecinas. Nina es el diminutivo de Benigna. Ella es la tercera Benigna de la familia. Por arriba estaban su madre y su abuela. El abuelo de Nina era Rudesindo Díaz Beceiro, la madre, Benigna Díaz Corral (Binucha), hermana de Rudesindo Díaz Corral (Sindito) y el padre, José Manuel Cores Martínez. Estos son los nombres a recordar para entender esta historia, un hilo de conexiones de generación a generación. Una historia en la que unos vecinos arriesgaron sus vidas para proteger las de otros. En definitiva, la historia de la familia de Nina con los represaliados del franquismo.

Una de las personas que se escondió en la casa de los Díaz Corral era El Pancho. Vivió durante años bajo el sustento de la familia de Nina hasta que escapó, era además amigo íntimo de su tío Sindito. Una noche, cuando Nina apenas tenía ocho años, alguien llamó con violencia a la puerta de casa de sus padres, ¡abra!, gritaban. Cores recuerda las voces de dos hombres que venían con un perro "gigantesco". Cuando entraron "lo desvalijaron todo, miraban en todos los cajones y a mí, que era una niña se me ocurrió preguntarle a mi madre, qué es lo que buscan, mi madre me respondió que buscaban a un señor, entonces yo, ingenua, respondí, no creo que un señor se esconda en un cajón". Nina hace memoria de lo que le causó a su familia aquella escena. No sabían que a quién buscaban era al tío Sindito por esconder a El Pancho en Cornido, la antigua casa de sus abuelos y en aquel momento, la de su tío. Ese día asesinaron a su tío.

La casa de Cornido

Sindito no era el primero de la familia en esconder a sus vecinos. El abuelo de Nina utilizó el mismo escondite para ayudar a otros. Lo hizo durante años y en la familia mantenían varios códigos para no ser descubiertos. Uno de ellos consistía en una estrategia de distracción para ir a por el pan. Todo era bajo el máximo secreto, no podían enterarse fuera de los círculos que se sabían de confianza, así que también se lo ocultaban a sus otros vecinos y a las panaderas.

 "Cada uno tenía que ir a por el pan a una panadería para evitar las sospechas, sino qué iban a decir, ¡cómo es que la familia de Benigna necesita tantas barras!". Tantas barras como para alimentar a la familia y a los escapados. Fueron abuelo y tío los que mantuvieron a los escapados en casa, intentando implicar lo menos posible a sus familiares. Su tío Sindito lo llevó a rajatabla, tanto que cuando vinieron a por él, la madre de Nina, su hermana, no sabía que lo buscaban. Nunca le dijo a su propia hermana que él ayudaba con valentía a los perseguidos de la época. 

Todo ocurría en la casa de Cornido. Los hombres de la familia ocultaban a sus colegas represaliados en la bodega de la casa. Cuando se presentaba algún vecino o, en el peor de lo casos, algún policía franquista, ellos se escondían entre grietas, debajo de tablones. Tal cual ocurre en la mítica escena inicial de la película de Quentin Tarantino, Malditos Bastardos, donde una familia judía se esconde del coronel nazi, Hans Landa, que interpreta Christoph Waltz. 

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La casa de Cornido donde la familia de Nina escondía a los represaliados de la zona de Ferrolterra. Candela Barro

El día que asesinaron a Sindito

"Venían a por El Pancho, se les escapó y en represalia mataron a mi tío", cuenta Cores.

"Le comunicaron a mi madre que venían a casa a por El Pancho, se les había escapado y en represalia mataron a mi tío", comenta Nina, visiblemente emocionada. El recuerdo de aquellos momentos de incertidumbre y miedo con tan solo ocho años y el asesinato de su tío dejaron una huella. Nina cuenta a Público que volver a rememorarlo le cuesta y emociona. Algún vecino alertó a la policía franquista de que Sindito ocultaba a represaliados en la casa de Cornido, "alguien tuvo que avisarles", y fueron a por él. Lo fusilaron y dejaron su cuerpo en la cuneta más próxima a la casa.

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Captura de vídeo de la cuneta donde apareció el cuerpo de Sindito, el tío de Nina. Candela Barro

"Cuando se lo dijeron a mi madre, era como si tuviera el baile de San Vito, adelante y atrás, atrás y adelante", se le quedó desde entonces un tic nervioso que duró hasta su vejez. "Movía la cabeza continuamente y cuando estaba estresada y nerviosa, el movimiento era todavía más fuerte", recuerda Nina.

Después se llevaron presos a sus padres. Los trataron  como colaboradores de su tío y pensaban que les desvelarían el paradero del resto de escondidos. "Creían que sabían algo, pero mi tío nunca le había contado nada a mi madre". Era el año 1954, hacía 15 años que había terminado la guerra. Otro vecino y amigo de Sindito, Manolo, tuvo que recoger el cuerpo del tío de Nina y enterrarlo. Sus restos están en el cementerio de El Couto junto con los de su amigo Manolo, ya fallecido. La madre de Nina nunca quiso exhumarlo porque sentía que él querría estar con su amigo. "Le parecía que a Sindito le hubiera gustado estar allí con él".

El colegio de monjas

"Cuando se enteraron de que mis padres estaban en la cárcel, me marginaron", relata Cores.

Nina se fue a vivir con sus abuelos que, por suerte, vivían cerca de su casa. Ella quería continuar en el colegio porque su sueño era estudiar para ser maestra. Continuó yendo al mismo, las Mercedarias, un colegio de monjas que estaba detrás de la casa de sus padres.

"Lo pasé mal… En aquel momento con aquellas monjas… ahora lo llaman bullying", relata Nina casi al borde de las lágrimas. Aquello para una niña era demasiado. "Cuando se enteraron de que mis padres estaban en la cárcel y el motivo, que eran rojos, me marginaron. No me dejaban hacer actividades. Yo era muy teatreira, no me dejaban participar en las obras de teatro". A Nina aquello le afectó durante su infancia. "Hice la comunión sola, no con el resto de las niñas. Luego se te olvida, pero recuerdo unos años jorobados. A la mínima, me apartaban."

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Las Mercedarias de Ferrol, el que fue el colegio de Nina Cores. Candela Barro

El duelo entre rejas

"El Pancho era una buena persona, solamente era rojo", cuenta Nina. "Cuando mi madre estuvo en la cárcel, estaba su mujer también, cada vez que se les escapaba, la mujer entraba en la cárcel, entraba y salía, y en la cárcel la trataban muy mal". Estaban encerradas junto al padre de Cores en la que ahora es la comisaría de Policía Nacional de Ferrol, en el barrio de Esteiro.

"Cuando mi padre entró tenía el pelo negro y rizado, pasaron sólo 19 días cuando lo volví a ver, me impactó, tenía el pelo completamente blanco". Nina tardó en reconocer a su padre cuando después de no mucho más de dos semanas lo liberaron. El deterioro físico que sufrieron los dos tras la muerte de Sindito y la detención fue notable y en muy poco tiempo. Ya nunca más le volvió a crecer el pelo negro. "En aquella época se pasaban temporadas más largas en la cárcel, pero mi abuelo paterno conocía a un alto cargo militar al que le podaba las vides". Así se libraron de más días en prisión, el patrón de su abuelo paterno intercedió por su hijo y su nuera, los padres de Nina.

Pero el calvario no acabó ahí. A su padre le suspendieron seis meses de empleo en la Bazán de Ferrol. Era delineante y topógrafo. Cuando volvió al trabajo, ya nunca ascendió, nunca firmó sus proyectos, los firmaba otro. La familia no tuvo dinero durante esos meses, comían de una pequeña huerta y de lo que les traían otras vecinas. No volvieron a acoger a represaliados, centrados en salir adelante y protegerse del franquismo.

Poder votar

Al casi finalizar la entrevista, Nina recuerda el día que se pudo votar en España por primera vez. Era el 1 de marzo de 1979. "La ilusión más grande que tuvo mi madre fue la primera vez que pudo votar… Iba como si le hubiesen tocado millones en la lotería, se vistió como para ir a una boda". Su padre murió mucho antes que su madre, el 28 de septiembre de 1983, a los 59 años. Su madre, el 4 de marzo de 2017, a los 92 años. 

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La madre de Nina, Binucha, en una foto familiar. Candela Barro

Binucha pudo ver todo lo que traería consigo la democracia. Incluida la Ley de Memoria Histórica. Una ley que impulsó el reconocimiento de su familia por parte del ayuntamiento de Narón. Binucha recibió el premio de Muller do Ano 2011 tras contar su testimonio en un libro. Nina nos cuenta ahora el relato de su madre y el suyo propio, hija y sobrina de represaliados, perteneciente a una familia de "rojos" o, mejor dicho, de "vecinos rojos", los vecinos que salvaban a otros vecinos. 

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