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Las pegatinas políticas, esa parte de la historia de España

Vicente Clemente Riego, en el Libro Guiness de los Records con más de 150.000 adhesivos políticos, explica la travesía que sufrió para llegar a ellos. "Yo era rápido, pero los caballos de los grises eran más rápidos", recuerda

Vicente Clemente Riego figura en el Libro Guiness de los Records, con más de 150.000 adhesivos políticos

Alfredo Varona

Fue un pulso al pasado, alérgico a la indiferencia e insustituible como la letra de una canción. La memoria también viaja en esas pegatinas políticas de ayer. Un recurso que hoy nos concede el deseo de viajar a otro tiempo, de regresar a las persecuciones de los ‘grises’ y hasta a un hombre, Vicente Clemente Riego, que combina pasado y presente en una sola mirada.

Un hombre de 57 años, entre cuyos antepasados figura el histórico general Rafael de Riego, lo que podría explicar que en los setenta fuese capaz de jugarse una paliza por despegar uno de esos adhesivos políticos en una estación de Metro o en una farola en la Plaza de Oriente. Un recuerdo capaz de desnudar a la nostalgia o de aterrizar sin prisa en un episodio de ‘Cuéntame’, el pasado es así. La propaganda tenía otros medios

“No se trata de simples colecciones de cromos, sino de parte de la historia de España”, explica Vicente Clemente, funcionario de urbanismo en el Ayuntamiento de Madrid que encabeza, desde 1986, el Libro Guiness de los récords con una colección que no tiene miedo al infinito: se acerca a las 150.000 pegatinas políticas y a las 10.000 insignias desde Nicolas Salmeron, el presidente de la Primera República.

Vicente Clemente Riego, en el Libro Guiness de los Records, con más de 150.000 adhesivos políticos

Vicente Clemente Riego, tiene 10.000 insignias desde Nicolas Salmeron, el presidente de la Primera República.

Su vocación es para toda la vida y su misión quizás sea un tratado de paz con la historia. "También se trata de recordar lo que podía pasar en esa época: uno ni siquiera podía colocar un adhesivo en su carpeta a no ser que fuese un temerario". La diferencia es que él sintió esa tentación por llegar hasta donde no llegaban los demás. Almacenaba ese instinto por vocación e intuición.

Militaba en partidos políticos clandestinos de los que hoy guarda 150.000 adhesivos que no sólo nos refrescan la memoria. También nos invitan a algo más importante: pensar.La prueba es que él no se declara "coleccionista", sino "archivero" de una época que podría glorificarlo con diplomacia. Entonces retrocede a la transición. Tenía 14 o 15 años. Estudiaba en el instituto y desconocía que esta fuese una afición para atrevidos. Al menos, en aquella manifestación republicana del 76 en la Glorieta de Cuatro Caminos, donde la paz descendió a tercera división en una sola mañana. “Me acerqué por detrás a un policía armado que repartía palos a mansalva y le despegué la pegatina que alguien le había colocado en la espalda”.

Hoy, 41 años después de aquel recuerdo que podría ser inmortal, tiene lugar esta conversación con él “sin ninguna criba ideológica”. La independencia no se negocia en su despacho. Las paredes son el testigo perfecto y todas esas montañas de carpetas, maravillosamente clasificadas, demuestran que las pegatinas también pueden llegar muy lejos.

Hasta las campañas electorales de ayer en Estados Unidos con Eisenhower o de hoy con Trump. Hasta la formación de Alianza Popular o hasta la conjura de esos viejos grupos de exiliados españoles en Francia que formaban el sindicato anarquista CNT y que sacaron una pegatina en francés que entonces fue gloriosa y que decía: “¡Turistas! ¿Amáis la libertad? Boicotead a Franco y a su régimen totalitario”.

Hasta allí viajó Vicente Clemente con la idea de encontrar lo que buscaba. "Sentía esa inquietud", explica. "Veía que empezaba una nueva España alejada del Frente de Juventudes y que ofrecía otra forma de hacer política". La realidad está hoy en su archivo en el que conviven toda clase de pegatinas, desde un homenaje al Caudillo hasta las más recientes de Vistalegre 2 sin olvidarse nunca de Tierno Galvan ni del año 85 en el que el alcalde se negó a entregar las llaves de la ciudad a Ronald Reegan en su visita a Madrid. "Tierno: estamos contigo, no con el enemigo", pudo ser la pegatina más mítica de todas.

“No he marginado a nadie ni nadie me ha marginado a mí”, insiste hoy Clemente, que dice haber tratado con todos los presidentes del Gobierno en España y que, incluso, enseña una carta que le escribió Bill Clinton, en su época de presidente de los Estados Unidos, en la que le felicitaba por su magnífica colección de pegatinas: el resumen de un trabajo de 40 años que le llevó a vivir en directo la revolución de los claveles en Portugal o a contarlo hoy con la naturalidad que se espera de un tipo criado en el barrio de Chamberi de Madrid.

Alma reivindicativa por excelencia, Clemente también hace legado: "Si dejamos morir a los adhesivos, si no los tratamos con cariño, perderíamos parte de nuestra historia".

Hoy, su personalidad resume a un hombre familiarizado con el nuevo medio. Su colección se contempla en su web  y su lugar de procedencia está en cualquier lugar del mundo. La pasión cruza fronteras. "He conseguido las pegatinas de casi todas las maneras.

Hoy, a través de Internet, es fácil enterarte de cualquier dirección. Pero antes no era así. He llegado a mandar cartas a partidos políticos. He intercambiado con gente de medio mundo y, naturalmente, en la calle. Sobre todo, en la calle, donde, en realidad, figura el origen de toda esta historia”.

Hoy, toda esta legión de adhesivos declara vida y recuerdos. "Podría interpretarse como una época en blanco y negro. No digo que no”, añade Clemente. “Pero quizá ese es el valor sentimental de todo esto. Yo nunca hablo de dinero ni de su valor económico y, en todo caso, defiendo que el valor depende de lo que cada uno le quiera dar.

Pero hay muchas de esas pegatinas que nos trasladan a épocas de sangre y fuego y que rememoran que la transición fue así. Aquellas palizas a estudiantes que nos recuerdan como eran esas calles y que, en mi caso, me refrescan aquel golpe que me pegaron los grises por la espalda". Pero ese era el precio de estar ahí. "El problema no es que yo corriese mucho, sino que los caballos corrían más”.

De ahí toda esa vida que siempre se podrá explicar a través de una pegatina.

Porque hay algunas con mensajes monumentales, sabio retrato de una época que no volverá. "No sé si las pegatinas ayudaron entonces a ganar o a perder elecciones. No lo sé. Hasta ahí no sabría llegar. Sobre todo, porque tengo la sensación de que en España las elecciones no se ganan sino que se pierden.

Pero insisto en que no sabría evaluar cuál fue su influencia real". Una duda sin solución en una época como ésta en la que “no podemos engañarnos. La realidad es la que es. Las pegatinas políticas ya son para minorías". Pero afortunadamente siempre quedarán días como éste, insobornables a la nostalgia, sin impedimento para volver al pasado.

La propaganda existió y siempre será parte de nuestra democracia y de todos esos días que Vicente Clemente Riego define "a sangre y fuego" en el que él tuvo demasiada suerte. "Pese a ser agnóstico, he debido tener un ángel que me salvó la vida".

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