Planteamiento, nudo y desenlace: cinco días en los que Sánchez decidió qué iba a ser de España
El presidente del Gobierno ha protagonizado, con una ausencia prácticamente total, las 120 horas de más presión política de una legislatura ya de por sí tensa.
Madrid-Actualizado a
19:09 horas del 24 de abril de 2024. Pedro Sánchez publica una carta abierta a la ciudadanía. Dice que tiene que "reflexionar" —en sus propias palabras— sobre si se va de La Moncloa o se queda. Estupor en casi todos lados. Miembros del PSOE, aliados del Gobierno, oposición y periodistas no dan crédito. No es fake. El presidente del Gobierno va a sopesar durante cinco días cuál será el futuro inmediato de España.
He ahí el planteamiento de la historia, pero no el detonante. Lo que, a juzgar por la argumentación del propio Sánchez, motiva su necesidad de parar son las acusaciones y posterior denuncia contra su esposa, Begoña Gómez, además de la apertura de diligencias por parte de un juzgado de Madrid. El movimiento es a cargo del sindicato de extrema derecha Manos Limpias, que enseguida admite que su denuncia podía estar fundamentada en noticias falsas. En efecto, se trata de una mezcla de recortes de periódico que contienen un bulo comprobado.
La tarde del miércoles, 24 de abril, están reunidos en La Moncloa algunos ministros del Gobierno, el gabinete de Sánchez y Santos Cerdán. El jefe de gabinete del presidente, Óscar López, abandona la reunión y, al cabo de diez minutos, vuelve pálido para pedir al secretario de Estado de comunicación que publique la carta. Existe la certeza de que puede ser el principio del fin.
Para Sánchez todo ha ido demasiado lejos. El amor está por delante. Es miércoles por la noche y todavía nadie lo sabe, pero la misiva publicada en X son las últimas palabras del presidente del Gobierno que se escucharán o se leerán hasta el lunes, día 29, a las 11 horas.
Los aliados de Sánchez en el Congreso reconocieron un 'shock' inicial tras leer la carta
Colocadas todas las piezas de la historia, emergen las dudas. Los aliados del Gobierno experimentan un shock inicial. No entienden que el autor de Manual de Resistencia pueda tirar la toalla. Salvador Illa está compareciendo en el Senado, en la comisión del caso Koldo, durante esa misma tarde. Justo al término de la sesión, Sánchez suelta la bomba. Es difícil no entrever una mínima coreografía entre las dos cosas. Los periodistas salen a la carrera para 'cazar' a Illa y preguntarle. Tarde.
Nudo: lágrimas en Ferraz y colmillo en Génova
No es habitual una historia en la que el protagonista permanece ausente, pero esa es la historia de las últimas 120 horas. Sánchez no habla, no intriga, no pelea, no interviene. Solo piensa. Se recluye en La Moncloa y —según ha trascendido— se dedica a hacer trabajo de despacho y a dar paseos con Begoña Gómez por los jardines. Dentro del palacio todo es reflexión; fuera, empiezan las cábalas.
Nadie entre las fuerzas amigas de Sánchez en el Congreso se atreve a negar con rotundidad que pueda tratarse de una estrategia o de un golpe de efecto más o menos calculado, pero cierran filas. No quieren que dimita y, por norma general, dan credibilidad a que el parón se deba a un colapso personal. También se esmeran en recordar que muchos de ellos (Sumar, ERC, Podemos, Junts per Catalunya) también tienen en sus filas a víctimas del lawfare. "Y el PSOE miró a otro lado".
El PSOE se centra en dar calor a Sánchez desde fuera de La Moncloa, mientras el PP echa el resto
Ya es viernes y escala la tensión. El PSOE apela al amor como motor de movimiento de conciencias. Al mismo tiempo, el PP, a través de declaraciones de muchos de sus primeros espadas —Feijóo, el primero— echa el resto contra Sánchez y endurece el tono. El líder popular tacha al presidente socialista de infantil y de narcisista. Isabel Díaz Ayuso le acusa de dejar a España en un "vacío de poder", de embarrar y de mentir.
Y, entonces, llega el 'Quédate' de Ferraz, los golpes en el pecho de María Jesús Montero —cabeza en todas las apuestas para reemplazar a Sánchez como presidenta en funciones— y las lágrimas de algunos líderes del PSOE. El sábado, todo el socialismo se concentra en que su líder siga en pie. 12.500 personas, según la Delegación del Gobierno de Madrid, se agolpan frente a la sede del PSOE.
Los ministros y barones territoriales quieren que los gritos de los militantes recorran los tres kilómetros que separan Ferraz y La Moncloa, traspasen sus paredes y convenzan a Sánchez. El domingo, una manifestación más transversal en la izquierda, aunque menos multitudinaria (5.000 personas), clama para "defender la democracia", en palabras de la organización.
Desenlace por fascículos
Lunes por la mañana. Sánchez ha reflexionado durante los últimos días sobre el futuro político del país. Dimisión, cuestión de confianza, convocatoria electoral o continuidad. Son las cuatro cartas que hay encima de la mesa. Voces del PSOE explican que el presidente no había emitido señales hasta el domingo por la noche, cuando rompió su silencio para mandar un mensaje a Santos Cerdán, Félix Bolaños, María Jesús Montero y Óscar López.
Fue una convocatoria. A las 10 horas, en La Moncloa. La expectación es total. El Gobierno avisa de que Sánchez hablará a las 12 horas. Antes, ha visitado La Zarzuela para comunicar su decisión al rey. Es una señal que se interpreta como sinónimo de dimisión. El Gobierno avanza la comparecencia a las 11 horas. Pedro Sánchez aparece ante la cámara de televisión y, tras una breve introducción, anuncia que se queda. "He decidido seguir con más fuerza si cabe".
Sánchez asume el "compromiso" de "la regeneración pendiente de nuestra democracia", pero, al menos por el momento, no transmite ninguna propuesta firme. Eso irrita profundamente a buena parte de sus aliados y amenaza con complicarle las relaciones parlamentarias. Desde ERC le reprochan "jugar con la empatía de las personas" y "hacer comedia". Quizá Pere Aragonès haya sido el más duro en su acusación de estratega, pero también aprietan desde Sumar, desde Podemos y, por supuesto, desde Junts per Catalunya. Todos piden "hechos" más que "palabras". Yolanda Díaz se llega a reunir él para pedirle medidas concretas y no solo retórica.
Ese podría parecer un desenlace, un final, pero no lo es. O no del todo. Es solo una parte.
Tampoco lo es la entrevista de este lunes por la noche en TVE, que se ha celebrado a pesar de los recursos de ERC, PP y Ciudadanos a la Junta Electoral Central por "electoralista". Sánchez insiste en la idea de la carta, que escribió "a solas", pero, por el momento, no concreta medidas. Se abre a renovar el CGPJ sin el PP, pero no especifica cómo. Eso sí, reconoce que la noche del sábado, después del apoyo de su militancia, fue fundamental para rechazar la idea de la dimisión. Este martes por la mañana, otra entrevista en la Ser. Tercer fascículo.
El presidente ha pensado durante cinco días y ha decidido que se queda. Todo el mundo coincide en que es un punto de inflexión, pero los próximos pasos son una incógnita. Punto de inflexión para qué, hacia dónde y en qué términos. La alegría del socialismo contrasta con la incomodidad de gran parte de sus aliados. Todos ellos coinciden en elevar varios grados su nivel de exigencia.
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