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Rajoy saborea su primera derrota sin expectativas de ganar la investidura y abre paso a las terceras elecciones

El candidato conservador suma 170 respaldos –PP, Ciudadanos y CC– frente a 180 rechazos tras un largo debate con reproches mutuos en las intervenciones de Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera y con reiteradas apelaciones a evitar nuevos comicios pero sin aportar soluciones para lograrlo.

El candidato del PP a la investidura y presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, junto a su escaño en el Congreso de los Diputados, en la segunda sesión del debate de investidura. REUTERS/Andrea Comas

JUAN ANTONIO BLAY

MADRID.- Mariano Rajoy ha probado en la tarde de este miércoles el sabor de la derrota de su candidatura a la investidura como presidente del Gobierno al recabar 170 sufragios favorables frente a los 180 pronunciamientos negativos en el Congreso de los Diputados. En esta primera votación el aspirante del PP debía reunir el apoyo de la mayoría absoluta de la cámara, es decir 176 votos afirmativos.

El veredicto de los miembros de la Cámara baja se ha producido tras un intenso debate que se inició el martes por la tarde con la intervención en solitario de Rajoy y que ha continuado este miércoles desde primera hora de la mañana hasta bien entrada la tarde. En esta jornada han intervenido los portavoces de los diferentes grupos parlamentarios a quienes el candidato Rajoy les ha respondido individualmente.

El próximo viernes, pasadas 48 horas de la votación de este miércoles, se celebrará una nueva sesión parlamentaria en la que, tras un breve debate, se producirá un nuevo sufragio en el que Rajoy solo necesitará más votos a favor que en contra. Sin embargo, todo apunta que el escrutinio registrará el mismo resultado, por lo que la investidura del candidato el PP resultará fallida.

Pero a partir de la votación que se ha producido esta tarde de miércoles se pone en marcha la “cuenta atrás” de dos meses, plazo en el que, según indica la Constitución, debe producirse la investidura de un candidato —Rajoy u otro—. En caso de no ser así el día 31 de octubre se disolverá automáticamente la legislatura y se convocarán nuevas elecciones generales, que se celebrarían el 25 de diciembre, día de Navidad, según los plazos que establece la ley electoral.

La segunda jornada del debate de investidura del aspirante conservador Mariano Rajoy a la presidencia del Gobierno ha puesto de manifiesto que entre las principales fuerzas políticas, es decir PP, PSOE, Podemos y sus confluencias y Ciudadanos, no reina precisamente la confianza. Es más, en el hemiciclo ha quedado claro que nadie se fía de nadie.

Así se lo han dicho a la cara, de forma más o menos expresa, o velada, tanto Rajoy como Sánchez, Iglesias y Rivera. En conclusión, un observador ajeno a los vericuetos que han precedido a este debate sacará a buen seguro la conclusión que de esta jornada no se alumbrará ni la investidura de Rajoy ni la de ningún otro aspirante en un futuro inmediato. En consecuencia, las terceras elecciones en un año están prácticamente servidas.

Al margen de intervenciones más o menos agresivas o conciliadoras, que de todo ha habido, lo más cercano a algo amable que se ha oído, como no podía ser para menos, lo han pronunciado Albert Rivera y Mariano Rajoy, socios momentáneos hasta el viernes próximo. Nos llevaremos bien porque no queda más remedio que llegar a acuerdos, le ha dicho el primero. Y porque no está de más hacer amigos nuevos, respondió el segundo, que se encontró con un "no he venido a la política a hacer amigos" de su socio. Si esta ha sido la máxima profesión de fe mutua que se ha expresado en el hemiciclo sobran otras consideraciones.

Aunque para ser justos hay que reseñar también que el líder de Podemos, Pablo Iglesias, ha hecho un paréntesis en su fogosa intervención para hacer una declaración de agradecimiento público sin precedentes a Pedro Sánchez por su resistencia numantina, cuyo coste ha imaginado enorme, para no variar su negativa a facilitar la investidura del aspirante del PP. “Le doy las gracias”, ha espetado de sopetón para sorpresa de propios y extraños.

Pablo Iglesias durante su primera intervención en el debate de investidura.- REUTERS

El resto han sido una letanía de reproches y más reproches entre unos y otros, de todo color y contenido, con profusión de adjetivos y conceptos variados. Iglesias, sin duda alguna, ha sido el interviniente que se ha comportado con mayor dureza hacia Rajoy; también, de forma tangencial, contra Rivera, a cuya formación naranja ha denigrado con varias expresiones. Si en el debate de investidura de la legislatura anterior, con Pedro Sánchez como protagonista, el líder de la formación morada registró en el diario de sesiones la cal viva y las manos manchadas de Felipe González, en esta ocasión ha recordado a la bancada popular que su partido fue fundado por “cuatro ministros franquistas” de brazo en alto y juras con camisas azules.

Fueron los momentos más agitados de una mañana de parlamentos densos en la que Mariano Rajoy tuvo que recurrir a su acreditada facilidad a la chanza e ironía como estrategia de defensa ante un Sánchez, que no tuvo su mejor intervención parlamentaria desde que es líder de la oposición, como, sobre todo, para responder a Iglesias. De hecho, hubo momentos de su intervención que bien podrían emitirse en el programa televisivo del “Club de la comedia” con una gran audiencia más que garantizada.

El líder socialista se limitó en su intervención a justificar y razonar su ya archiconocido “no es no”. Tal vez por esa razón su discurso sonó un tanto previsible. Por supuesto, consciente de que no era la ocasión, evitó hacer referencias a una posible alternativa a la investidura que concitaba el debate de esta sesión. Posiblemente porque es consciente de que, sencillamente, no existe. Pero se limitó a criticar las políticas del Gobierno de Rajoy, pese a que ya lleva ocho meses en funciones.

El líder del PSOE, Pedro Sánchez, atiende la intervención de Mariano Rajoy en el debate de investidura de este miércoles en el Congreso de los Diputados,- REUTERS

El líder del PSOE, Pedro Sánchez, atiende la intervención de Mariano Rajoy en el debate de investidura de este miércoles en el Congreso de los Diputados,- REUTERS

El aspirante a la investidura concentró el eje de sus argumentos en la necesidad que tiene España de tener un Gobierno en plenas funciones, tarea a la que se aplicó de forma reiterada y cansina y siempre aderezada de las consabidas cifras y estadísticas macroeconómicas; fue la versión más aburrida y “falta de alma”, como se le criticó desde Ciudadanos, de Mariano Rajoy. Sólo en las contrarréplicas se mostró más a gusto y luciendo su peculiar sentido del humor.

Esta actitud, para goce de propios y extraños, recibió el elogio del propio Iglesias quien, tras realizar un discurso agrio e incluso incendiario hacia Rajoy y las políticas del PP, confesó que “es un placer” debatir con el líder conservador. Esas lindezas se transformaron en lanzas al reprocharse mutuamente los puños en alto (de Iglesias) y el saludo romano “de los fundadores" (del partido de Rajoy).

En cualquier caso, el dirigente de la formación morada no tuvo ese tipo de miramiento con Rivera, a quien dijo de todo menos bonito. Entre otras cosas, le llamó "chicle de MacGyver" por haber acordado a izquierda y derecha por igual. 

El líder de Ciudadanos, Albert Rivera (de pie), durante una de sus intervenciones en la segunda sesión del debate de investidura del líder del PP, Mariano Rajoy, en el Congreso de los Diputados. EFE/Chema Moya

El líder del partido naranja también empleó una porción sustancial de su tempo en descalificar a Iglesias, poniéndose de manifiesto que el abismo abierto entre ambas formaciones políticas es factible de ir ampliándose debate tras debate. En consecuencia, la aritmética parlamentaria se transforma a medida que transcurre el tiempo político en una ecuación más difícil de resolver que el teorema de Pierre Fermat.

Los reproches cruzados dejaron un cierto poso o aroma a mensajes preelectorales, emitidos más o menos de forma diáfana por todos los que hicieron uso de la palabra, que con generosidad permitió más allá de os tiempos pactados la presidenta de la Cámara, la popular Ana Pastor, quien no tuvo conflictos que resolver durante el debate. En ese aspecto no tuvo los problemas que a su predecesor, el socialista Paxti López, le ocasionó la bancada popular que estuvo siempre discreta salvo en un par de abucheos a Iglesias y otro más a Sánchez.

Antes del receso de la tres de la tarde (una hora para refrigerio) tomó la palabra el republicano independentista catalán Joan Tardá, quien fiel a su tradición y al discurso de ERC reclamó el derecho a la autodeterminación del pueblo catalán, dando una verdadera lección de historia, evidentemente favorable a sus tesis, con los casos de Noruega, Canadá, el reciente del reino Unido e incluso de Portugal cuando se separó definitivamente de la Corona española tras Felipe II. Rajoy, menos ducho en esa materia, se limitó a recluirse en su obligación de mantener la actual legislación española que, sostuvo, impide cualquier referéndum de autodeterminación. Todo previsible.

La sesión de la tarde, sin duda mucho más tediosa que la de la mañana, no ha aportado novedades respecto a las posiciones conocidas por los diferentes grupos políticos que han hecho uso de la palabra. El portavoz parlamentario del PNV, Aitor Esteban, ha recriminado al candidato que haya presentado un programa “tremendamente recentralizador. Seguro que con ese programa se ha garantizado nuestro voto negativo”, ha dicho. Rajoy, como único argumento, ha sostenido que ningún territorio europeo tiene tanta capacidad de autogobierno como el País Vasco.

El resto de cruces de argumentos ha sido más ágil ya que Rajoy ha ido acortando el tiempo de sus respuestas a medida que se sucedían los portavoces, especialmente los del grupo Mixto, en el que ha debutado Francesc Homs, portavoz del Partit Demócrata Catalá (PDC). Homs, constreñido a apenas una docena de minutos, ha mantenido un crudo enfrentamiento con Rajoy, de quien le ha trasladado una seria advertencia: “Sin asumir la cuestión catalana no habrá gobierno ni ahora ni después”. Joan Baldoví, de
Compromís, ha lanzado una crítica que ha sonado con tono de ironía: “Usted, señor Rajoy, lo que quiere es votar en Navidad”.

A esas horas, minutos antes de votar – por llamamiento a viva voz de cada uno de los 350 diputados y diputadas – en las tribunas destinadas al público estaban sin apenas ocupación en contraste con el lleno registrado por la mañana con la presencia del presidente del Senado, Pío García Escudero y el ex secretario general de CC OO, Ignacio Fernández Toxo, entre otros invitados.

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