sevilla
Actualizado:El resultado -y su gestión- de las elecciones generales fue un tifón que zarandeó con fuerza al Gobierno de Andalucía hasta que el pasado jueves el presidente Juanma Moreno (PP) y su lugarteniente Elías Bendodo (PP), con la inestimable ayuda de su socio Juan Marín (Ciudadanos), lograron sacarlo del ojo de la tormenta.
Los vaivenes en el discurso, en la estrategia y en la táctica de la nueva dirección del partido, que se pegó un batacazo monumental en las generales del 28 de abril, causaron esta semana una crisis de cierta hondura en Andalucía, que Moreno y Bendodo lograron atajar a costa de homologar de manera definitiva, más clara que nunca, a Vox -una formación ultranacionalista, xenófoba, antifeminista y antieuropeísta- como un partido más del arco parlamentario y de elevarlo, luego, a la categoría de socio imprescindible para “el cambio” en Andalucía, al mismo nivel que Ciudadanos.
La comparecencia de Bendodo ante los medios este jueves no dejó lugar a dudas de la estrategia de los conservadores. Llevar hasta el final de la legislatura el Gobierno andaluz, como sea, y al precio de dejarse en la gatera de Vox los pelos que haga falta. Bendodo salió al patio del Parlamento de Andalucía mientras en el salón de plenos, Vox -cuyos votos son imprescindibles para aprobar cualquier cosa de importancia para la Junta- anunciaba la convalidación de la rebaja fiscal que beneficia a quien más tiene y a quien más gana, su medida estrella, lo que supone, según las fuentes consultadas, el paso previo y decisivo de cara a la aprobación de los presupuestos para lo que queda de año y para el año próximo.
Estas fueron las frases de Bendodo: “Quiero dejar claro que el cambio en Andalucía es cosa de tres”. “El cambio en Andalucía es imparable y está sustentado en tres patas, los dos partidos que configuran el Gobierno y Vox”. “Son un partido legítimo, un interlocutor válido, con el que mantenemos una interlocución diaria. Son personas con las que se puede hablar. Son un partido serio”. “La estabilidad del Gobierno es lo primero. Por encima de campañas y partidos políticos”. “Lo más importante es que se materialice el cambio. Vamos a preservar el Gobierno y la estabilidad política en Andalucía por encima de todas las cosas”.
Un pie en el centro
Dos días antes, el martes, 48 horas después del estrépito con el que se estrelló el proyecto de renovación emprendido por el nuevo presidente del PP, Pablo Casado, Moreno había estado en Madrid en la reunión del Comité Ejecutivo de su partido. La estrategia de Casado, un giro a la derecha dura, heredera del legado que dejó el expresidente José María Aznar en su segunda legislatura, y, por momentos, indistinguible a conciencia de la oferta de Vox, no funcionó. El PP, acosado por la ultraderecha, perdió el centro, que quedó en manos de Ciudadanos. Solo 200.000 votos separaron a ambos partidos. En Andalucía sí se produjo el sorpasso.
A la entrada del edificio de la calle Génova, sede del PP nacional, el presidente de la Junta opinó ante la prensa que en el centro es “donde están las mayorías sociales y políticas del país”. “Uno tiene a veces que poner un pie un poquito más a la derecha y a veces un poquito más a la izquierda. Lo que no se debe dejar nunca es de tener un pie en el centro, para generar proyectos de mayorías, que se hacen siempre desde posiciones equilibradas y centradas”.
Poco después de estas palabras de Moreno, que venían a recoger, de manera educada, el sentir generalizado en el partido en Andalucía, el de que la cercanía a Vox les había matado, Casado, en un intento de virar el trasatlántico en la dirección que le demandaba su gente, arremetió contra Vox, a quienes por primera vez llamó por su nombre, ultraderecha, y contra su jefe, Santiago Abascal: “Yo simplemente, una reflexión sobre lo mucho que Abascal debe a este partido [el PP], del que ha estado cobrando de fundaciones y chiringuitos y mamandurrias, como él dice, de alguna comunidad autónoma hasta antes de ayer”, dijo Casado.
Abascal, quien con 24 escaños a estrenar en el Congreso de los Diputados tenía ganas de exigir a Moreno y al Gobierno andaluz -ya la misma noche electoral, el domingo, había amenazado con liquidar el Ejecutivo andaluz tumbando sus presupuestos-, después de escuchar a Casado ordenó a los suyos en la Comunidad presionar, una vez más, al PP andaluz y al presidente Moreno, quien aceptó esta vez, para no perder una votación estratégica -la de la rebaja fiscal- a mover el pie no a la derecha, sino a la ultraderecha, y a lanzar a Bendodo, su consejero de la presidencia, a calmar a los ultras con un mensaje inequívoco.
Los conservadores, según analizan, no pueden perder ahora, en su momento de máxima debilidad, el Gobierno de Andalucía -la Comunidad más poblada y la que tiene el mayor presupuesto en términos absolutos- y se han entregado a conseguir que dure lo máximo posible. Para Moreno, quien, al igual que Casado obtuvo los peores resultados del PP en las autonómicas, aunque en su caso esto quedó tapado por la púrpura presidencial, sería un éxito llegar a cumplir la legislatura completa y darse así una oportunidad de repetir como presidente. Liquidar el Gobierno andaluz a las primeras de cambio sería letal para la derecha en la Comunidad y serviría en bandeja a los socialistas una nueva victoria, consideran en la calle San Fernando, donde está la sede del PP de Andalucía.
El gran cambio, en 1994
El gran cambio que se operó en el PP en Andalucía se hizo durante la etapa de Javier Arenas al frente. En aquellos años, durante la década de los 90 y en el arranque del milenio, el hoy senador puso a los suyos a etiquetarse a sí mismos como un partido de centro y a trabajar de verdad, a adentrarse en territorio comanche y llevar, como predicadores, la marca PP a pueblos en los que el alcalde era del PSOE y la oposición de IU y viceversa. El lema de la primera campaña de Arenas al frente del PP, en 1994, fue ‘Centrados en Andalucía’.
Su gran éxito llegó en el año 2012, cuando el PP ganó por primera y única vez las elecciones autonómicas
Socialistas e Izquierda Unida jamás se creyeron que el PP, partido heredero de Alianza Popular, creado por Manuel Fraga, jerarca franquista reconvertido en demócrata, pudiera centrarse, pero lo cierto es que Arenas logró, con el tiempo, lo que buscaba. El PP en Andalucía se transformó en un partido transversal, al que votaban gente de todos los estratos sociales. Su gran éxito -amargo- llegó en el año 2012, cuando, casi 20 años después de iniciado el viaje, real o no, al centro político, el PP ganó por primera y única vez las elecciones autonómicas, aunque no pudo gobernar, porque se formó un Ejecutivo de coalición PSOE-IU.
El hoy presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, heredó, con el beneplácito de Arenas, un partido en el que convivían diferentes sensibilidades, todas las que van desde el centro derecha hasta la ultraderecha, pero en el que estaba claro que el centro, el espacio de moderación, no se podía abandonar. De hecho, el mismo Moreno es un tipo de modales amables, al que nadie que lo haya tratado se le ocurriría calificar como de extrema derecha ni complaciente con sus tesis. Sin embargo, sostienen tanto en el PP como en Ciudadanos, la única posibilidad que han tenido en 37 años de sacar al PSOE de la Junta de Andalucía ha venido de la mano de Vox y no la podían dejar escapar.
La gran paradoja
Las discrepancias estratégicas -o de sensibilidad- entre Moreno y Casado, compartiendo ambos un proyecto conservador en lo social y liberal en lo económico, se hicieron evidentes durante la campaña de las andaluzas, en las que el PP abandonó las tesis centristas de Arenas -las que le llevaron al primer puesto en 2012- y ensayó ya el discurso duro, muy cercano a lo ultra en asuntos de piel, como la inmigración, el feminismo y la libertad de las mujeres -el que les ha llevado al tercer puesto en Andalucía en las generales pasadas-. El fracaso en las autonómicas que las matemáticas transformaron en éxito había ocultado hasta ahora que el liderazgo de Casado no había cuajado y que Albert Rivera le disputa sin complejos ser la referencia de la derecha para los próximos años.
La gran paradoja es que esas diferencias entre Moreno y Casado son ahora las mismas, pero en sentido contrario: Mientras en Andalucía, Vox es un “partido serio” con el que se puede hablar, en el resto de España es una formación de ultraderecha, cuyo presidente le debe mucho al PP, que le financió la vida con mamandurrias y chiringutos. En un momento en que Casado, por razones electorales y de supervivencia de un proyecto político amenazado en el centro por Ciudadanos, ha decidido despegarse de Vox, a Moreno no le ha quedado más remedio, si quiere -y quiere- conservar el Gobierno andaluz de coalición que darle cariño a la ultraderecha. No hay discusión en el PP al respecto. Conservar la Junta de Andalucía es esencial en este momento. Y coordinar discursos y mensajes, por ello, también.
Así, el viernes, un día después de que Moreno y Bendodo salvaran su reforma fiscal y pusieran la primera piedra para sacar los presupuestos del 19 y del 20, el número dos de Casado, Teodoro García Egea, uno de los muñidores del acuerdo con Vox en Andalucía, acudió a Málaga, donde estuvo con Bendodo y con el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, que se juega el puesto el próximo 26 de mayo, y que anda cabreado porque en Málaga Ciudadanos, al igual que en Andalucía, ha superado al PP. García Egea, en su comparecencia ante los medios, aparcó por una vez el eje territorial en su discurso y cargó las tintas en los temas de gestión y en la fiscalidad, donde puso como ejemplo el Gobierno que preside Moreno. Ese fue el terreno en que buscó confrontar con el PSOE. Dijo: “Hemos hecho mucho más eficiente la administración en Andalucía”. Luego, instó a las Comunidades y Ayuntamientos que gobiernan a ser un dique de contención frente a “sablazos fiscales”.
Mientras su lugarteniente Bendodo hablaba con García Egea, Moreno reunía el comité ejecutivo del PP en Andalucía y se lanzaba a recuperar la transversalidad que buscó durante años Arenas. El presidente proclamó que el proyecto del PP es “el proyecto político de las clases medias trabajadoras”. Luego, invitó a su partido y a sus cuadros a recuperar el tono de cara a las municipales, que ya asoman en el horizonte. “Por muy dolidos que estemos, debemos reponernos y salir desde ya con ilusión renovada y un proyecto convincente porque unas elecciones no se ganan desde la melancolía, la frustración o la tristeza; se ganan desde la fe y desde la vehemencia de un proyecto político”, dijo el presidente de la Junta.
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