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El riesgo de la vía portuguesa: Costa pactó la reforma laboral con la derecha

El primer ministro Antònio Costa se ha ido separando cada vez más de sus aliados de izquierdas, el Partido Comunista y el Bloco, durante el último año de legislatura. Los socialistas se negaron a derogar la reforma laboral que se impuso durante los años de la troika y mantienen congelados los sueldos de los profesores gracias al apoyo de la derecha. 

El presidente en funciones, Pedro Sánchez, y su homólogo portugués, Antonio Costa. EFE/Tiago Petinga

Pedro Sánchez asegura que lo único que ofrecerá de aquí a noviembre a Unidas Podemos es un pacto a la portuguesa: negociar un acuerdo programático sin ministros del grupo confederal. Esta fue la propuesta que hizo en junio y que ahora vuelve a poner sobre la mesa. Desde el PSOE alegan que así se puede garantizar un gobierno progresista. Sin embargo, el Ejecutivo socialista de Portugal no ha permanecido siempre al lado de sus socios de izquierdas y ha llegado a pactar reformas tan importantes como la laboral con la derecha.

Al partido morado la vía portuguesa no le convence. Los de Iglesias alegan que ya negociaron un pacto programático en la pasada legislatura y que el presidente en funciones no cumplió con lo firmado. El pacto presupuestario de 2019 tenía una batería de medidas y reformas ajenas a las Cuentas del Estado que suponían todo un programa político para revertir buena parte de las políticas y de los recortes de Mariano Rajoy, pero el Ejecutivo no aprobó casi ninguna de las medidas con las que se comprometió el presidente más allá de la subida del SMI a los 900 euros.

Además, la vía portuguesa conlleva otros riesgos. El gobierno socialista de Antònio Costa ha conseguido importantes avances desde 2015. Buena parte de ellos porque el Partido Comunista Portugués, los Verdes y el Bloco de Esquerda presionaron desde el Parlamento para que Costa cumpliera con las medidas que firmaron. La alianza ha funcionado en su mayoría: han remontado la crisis y afianzado la estabilidad con un crecimiento del 2,1%, un déficit del 0,5 % del PIB y un desempleo que roza el 6 %. Se actualizaron salarios y pensiones y se frenaron las privatizaciones. La 'troika' llegó a hablar del "milagro" portugués. 

El PCP o el Bloco no se plantearon entrar en el Gobierno socialista

Estos avances se acordaron antes de que empezara la legislatura entre los cuatro partidos. El PCP o el Bloco no quisieron entrar en el Ejecutivo en ningún momento y la alianza se ha limitado a dar apoyo parlamentario a cambio de cumplimiento del pacto. Para ello, los socialistas cedieron a medidas que eran reticentes como la subida del salario y sus aliados cedieron en la disciplina presupuestaria y en la política europea

Sin embargo, en el último año de gobierno no ha sido tan idílico para la izquierda como se esperaba. El primer ministro negoció la reforma laboral con la derecha ya que el PSD se abstuvo y salió adelante la nueva normativa pese a los votos en contra de la izquierda. La reforma tampoco contó con el beneplácito de los sindicatos que avisaron a Costa de que pueden llegar a romper el acuerdo social que firmaron anteriormente y se pusieron de lado del Bloco. Costa sí que consiguió el visto bueno de los empresarios. 

Esta fue la primera gran diferencia que evidenciaron en el Parlamento los partidos. "Si es bueno para los patrones, no puede ser bueno para los trabajadores", dijo el secretario general del PCP, Jerónimo de Sousa. Los comunistas, el Bloco y los Verdes querían acabar con la reforma laboral implantada por el Gobierno socialdemócrata del PSD durante los años de la troika (2011-2014). Una reforma laboral que rebajó la compensación por despido y fomentó los contratos temporales. Pero los socialistas consiguieron pactar con el PSD una reforma que se limitó a recortar el tiempo de la temporalidad de los contratos a dos años y los contratos experimentales a 180 días, pero no corrige el cálculo de compensación de los despidos. 

El PSC y el Bloco querían acabar con la reforma laboral implantada en los años de la troika, pero el Gobierno se negó

Costa tampoco contó con sus aliados en una de las mayores crisis por las que ha pasado el Gobierno socialista a cuenta de la polémica ley sobre la actualización del salario de los profesores. El primer ministro portugués amenazó con dimitir si el resto de partidos aprobaban la ley que reconocía los años de congelación de las carreras de los profesores. Hasta el último momento todos los partidos habían votado a favor de la recuperación de la antigüedad de los maestros. Pero la derecha, PSD y CDS, cambiaron el sentido de su voto. La izquierda mantuvo su posición apoyando la misma reivindicación de los profesores que inundaron durante esos días las calles de Portugal.

Estas separaciones se han dado justo cuando se acercan las nuevas elecciones en Portugal. En octubre de 2019 vuelve a haber comicios y todas las encuestas apuntan a que Costa será reelegido presidente. Pero no está tan claro los aliados que prefiere para el próximo gobierno y todo apunta a que busca gobernar sin apoyarse en socios preferentes. Desde el año pasado el ministro portugués lleva admitiendo que las diferencias con sus aliados "difícilmente pueden ser ignoradas". "Da para ser amigos, pero no para boda", llegó a decir Costa.

Estos ejemplos son más que representativos para la situación del PSOE y Unidas Podemos. Justamente derogar de la reforma laboral es uno de los puntos más controvertidos en el acuerdo ya que en plenas negociaciones los socialistas lo rechazaron. Además, son dos medidas que estarían en manos del Ministerio de Trabajo, la cartera que busca liderar Podemos. Porque en el partido morado siempre han mirado con desconfianza al PSOE para llevar a cabo estos temas: "Quieren gobernar en solitario para negociar con nosotras avances sociales y negociar con la derecha temas laborales y económico", consideran a Público. Y esto, al menos desde la dirección de la formación, no lo quieren permitir. 

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