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Susana Díaz y el ascenso de los políticos profesionales

La presidenta andaluza coloca en primera línea del PSOE a una generación de dirigentes de confianza —Mario Jiménez, Verónica Perez, Antonio Pradas— junto a los que ha promocionado dentro del partido desde los 14 años.

Susana Díaz abraza a la diputada autonómica Verónica Pérez.- EFE

DANIEL CELA

SEVILLA.- La llegada de Susana Díaz a la secretaría general del PSOE-A y a la presidencia de la Junta supuso un relevo generacional en la política andaluza, donde llevaban gobernando durante tres décadas los socialistas de la generación de Felipe González. El primer Parlamento andaluz que se constituyó en el periodo autonómico estaba lleno de políticos de la Transición (casi todos hombres), en el caso del PSOE todos ellos muy ligados a la lucha contra el tardofranquismo en la clandestinidad.

La mayoría eran abogados laboralistas de profesión —los expresidentes Rafael Escudero, José Rodríguez de la Borbolla, Manuel Chaves y José Antonio Griñán (éste último economista)— pero también había muchos diputados que eran maestros de escuela. Durante varias legislaturas, el Parlamento andaluz estuvo lleno de profesores con plaza fija en excedencia (aún hoy sigue habiendo bastantes, los más veteranos). En el último mandato hubo incluso un consejero de Educación, Luciano Alonso, que había sido maestro de EGB (cuatro legislaciones educativas antes) y que llevaba más tiempo de diputado y con cargos orgánicos en el PSOE que dando clases.

Chaves, presidente del Gobierno andaluz durante 19 años, cedió el testigo a Griñán, de la misma generación y con trayectorias paralelas (ambos fueron ministros de Trabajo con González). “Manolo no pudo, no supo o no le dejaron abrir el relevo generacional”, dijo en su día. Fue Griñán quien abrió esa puerta, primero dejando entrar a los jóvenes “cachorros socialistas” a la sala de mandos del PSOE andaluz, la federación más potente, y luego eligiendo a Díaz como sucesora en la presidencia de la Junta.

Susana Díaz, Rafael Velasco, Mario Jiménez, Verónica Pérez, Antonio Pradas, Carmelo Gómez… políticos ligados al PSOE y a la vida pública desde la adolescencia, con padrinos dentro del partido y con apenas carrera profesional al margen de éste. Todos salieron de las Juventudes Socialistas de Andalucía, una organización poderosa, cantera de políticos que heredaron el discurso y la sensibilidad de sus mayores. “Hablaban de la Transición como si hubieran corrido delante de los grises y algunos ni siquiera habían nacido”, dijo en una ocasión un exdirigente que lo fue todo en el PSOE-A. Griñán se siente orgulloso de haber dado paso a las nuevas generaciones, jóvenes que empezaron de interventores en las mesas electorales o contando simpatizantes en los mítines cuando todavía no habían cumplido los 18 años. “Aprendieron lo mejor y lo peor de la política”, advirtió en su día.

“Hablaban de la Transición como si hubieran corrido delante de los grises y algunos ni siquiera habían nacido”

Cuando los cachorros del PSOE ocuparon la primera línea, fueron duramente atacados por sus adversarios, en el PP, en IU y más tarde en Podemos. Les llamaron la “generación ni ni”, ni habían estudiado ni habían trabajado. Susana Díaz entró con 14 años en Juventudes Socialistas y fue promocionando siempre dentro del partido: concejal en el Ayuntamiento de Sevilla, senadora, diputada en el Congreso, parlamentaria andaluza, presidenta. Tardó diez años en licenciarse en Derecho. Estudió con beca, y cuando empezaron a atacarla por “llevar toda la vida cobrando un sueldo del partido”, tuvo que hacer lo que más detesta: hablar de su vida personal: “Fui la primera de mi casa que llegó a la Universidad, estudié con beca y aún así no nos llegaba el dinero. A los 15 años tuve que ponerme a vender cosméticos casa por casa o a dar clases particulares para ganar algo”, explicó.

Susana Díaz entró con 14 años en Juventudes Socialistas y fue promocionando siempre dentro del partido

Verónica Pérez, que esta semana se ha autoproclamado “la máxima autoridad del partido”, ya era concejal de Hacienda con 20 años en el ayuntamiento de su pueblo (San Juan de Aznalfarache), fue promocionando dentro del PSOE, siempre un paso por detrás de Díaz, su amiga íntima, hasta relevarla como secretaria general del PSOE de Sevilla, motor y alma del partido. Una parlamentaria voraz, feminista, que no se achanta ni se achica en los debates. Nunca logró terminar el ciclo de Económicas; el ya dimitido Rafael Velasco llegó a lo más alto del partido (fue el vicesecretario general del PSOE-A más joven) sin haber culminado los estudios superiores; Antonio Pradas, el hombre de confianza de Díaz que entregó las firmas de los 17 miembros dimitidos de la ejecutiva, entró en Juventudes Socialistas con 15 años, se sacó el carné del PSOE con 18, con 21 era jefe de gabinete del presidente de la Diputación de Sevilla, Fernando Rodríguez Villalobos (también padrino político de Díaz y de Pérez), y con 32 años se convirtió en alcalde de El Rubio (Sevilla).

Por último, Mario Jiménez, actual portavoz socialista en el Parlamento y que acaba de ser nombrado miembro de la gestora que conducirá al PSOE tras la dimisión de Pedro Sánchez, ascendió en el partido en paralelo a Díaz. Griñán los convirtió a los dos en su guardia pretoriana en 2010 cuando, viéndose cuestionado a diario por los los líderes provinciales del PSOE más próximos a Chaves, forzó un congreso extraordinario en 2010 para relevar a su amigo. Díaz y Jiménez, del núcleo más duro del aparato socialista, le hicieron el trabajo más desagradable a Griñán, doblegaron al sector crítico en las provincias más recelosas con el nuevo presidente, y le procuraron al partido una mayoría griñanista.

'Ni nis' en otros partidos

El PSOE andaluz es el único partido que ha gobernado en Andalucía, cuando el timón de mando lo cogen los jóvenes, la oposición les ataca duramente por haber hecho carrera política dentro del partido, promocionando gracias a contactos y padrinos, sin haber trabajado en otra cosa y, en algunos casos, sin haber terminado los estudios superiores. Esto, claro, no es una circunstancia exclusiva de los socialistas: hay casos similares en el PP-A, dirigentes como el expresidente popular Javier Arenas, o el que fue su mano derecha, Antonio Sanz, que aunque están licenciados en Derecho apenas ejercieron, porque han pasado la vida dedicada al partido. Caso aparte es el del actual presidente del PP-A, Juan Manuel Moreno, diputado en el Congreso durante 11 años, secretario de Estado y líder autonómico. Su currículum dio mucho que hablar cuando fue publicado en la página web de la Cámara Baja, donde aparecía como Licenciado en Administración y Dirección de Empresas, en 2000, y sin estudios superiores en 2008.

Los más veteranos recordaron que fue el PSOE, y su sindicato hermano UGT, quienes pelearon “por que los delegados sindicales fueran un derecho”

En la última legislatura, Podemos hace suya esa crítica a los ni-ni heredada de la derecha más reaccionaria para cargar contra Susana Díaz y su entorno. Lo paradójico es que Díaz, para contraatacar, también hace suyo un lenguaje más propio del PP que de la izquierda. En una reciente sesión plenaria, en el Parlamento andaluz, la presidenta de la Junta quiso desacreditar a la líder de Podemos Teresa Rodríguez recordándole su trayectoria de “liberada sindical”, un término que usó a modo descalificativo. Los socialistas también suelen atacar a Rodríguez a través de su pareja, José María González ‘Kichi’, alcalde de Cádiz, a quien acusan de ser “liberado sindical” de Ustea en la capital gaditana, “con tal de no ocupar su plaza de profesor, que está en Tabernas (Almería)”.

Estos ataques no gustan a una parte de las filas socialistas. Con la última intervención de Díaz en el Parlamento, los más veteranos recordaron que fue el PSOE, y su sindicato hermano UGT, quienes pelearon “por que los delegados sindicales fueran un derecho fundamental de los trabajadores y la lucha obrera”. La crisis no sólo ha puesto en tela de juicio y desacreditado a la clase política —Podemos hizo que triunfara el término casta, y los partidos clásicos reaccionaron proponiendo limitación de sueldos y mandatos, más transparencia, revocación de cargos públicos…— también cayó a plomo contra los sindicatos de clase, muy dependientes del dinero público, al destaparse casos de abusos en las subvenciones que recibían.

Díaz habló en el Parlamento de liberado sindical, un término que acuñó la derecha para significar que estas personas cobraban en sus puestos de trabajo sin hacer nada. Teresa Rodríguez, profesora con plaza en excedencia, respondió que, en efecto, había sido delegada sindical en Ustea, pero que la presidenta de la Junta nunca podría serlo porque jamás había tenido un trabajo ni una profesión al margen de la política.

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