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Yolanda Díaz busca un equilibrio entre sus funciones en el Gobierno y su liderazgo en el futuro de la izquierda

La vicepresidenta segunda del Gobierno compagina como puede su agenda en el Ejecutivo con la construcción del proyecto de país que tiene en mente. Su cargo en el Gobierno le da una posición clave sobre la que desplegar este proyecto, a la vez que le resta margen para desarrollar su plan político.

Yolanda Díaz
La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, el jueves en el Congreso. Mariscal / EFE

Yolanda Díaz se mueve en la actualidad en una paradoja. Su condición como vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo le da, por un lado, una posición clave para desplegar su "proyecto de país" de cara al próximo ciclo electoral; pero por otro, su cargo institucional le deja poco margen para centrarse en ese plan.

La idea, avanzada por la propia Díaz, es la de activar un "proceso de escucha y diálogo" con "la gente", con el objetivo de paliar la crisis de representatividad que se vive en la actualidad y reducir la brecha entre la ciudadanía, los dirigentes políticos y las instituciones. No está previsto que este proceso empiece hasta el próximo año, entre otras cosas porque la agenda institucional de la vicepresidenta copa buena parte de su tiempo.

Y aquí reside uno de los conflictos que tendrá que afrontar (y que ya afronta) la ministra: compaginar su papel el Ejecutivo con su rol de liderazgo de un espacio político que todavía está por construir.

Desde la marcha de Pablo Iglesias, Díaz ha rehusado definirse como "candidata" en las próximas elecciones generales (que están previstas, al menos de momento, para 2023), pero sí que se ha comprometido con articular un proyecto que haga frente a la ola reaccionaria de la derecha y de la ultraderecha.

La última vez que evitó definir su candidatura fue esta semana, durante una entrevista en La Sexta el pasado miércoles: "Si yo quisiera presentarme, lo diría", avanzó la vicepresidenta. El plan original de Díaz, antes de la marcha de Pablo Iglesias, residía en ser la ministra de Trabajo que impulsara la reforma laboral y, tras la pandemia del coronavirus, asentara los ERTE como una fórmula que pudiera evitar despidos.

Sin embargo, ese plan ha quedado desfasado, y su nueva condición como arquitecta de un proyecto político en la izquierda ha sobrepasado ya los límites del Ministerio de Trabajo.

En las últimas semanas, la vicepresidenta ha estado centrada en resolver el conflicto que se ha dado en el seno del Gobierno sobre el alcance de la reforma laboral.

Pero una vez resuelta esa batalla, su proyecto ha vuelto a la primera línea política. El sábado 13 de noviembre protagonizará un acto con otras dirigentes de la izquierda, como Mónica Oltra, vicepresidenta de la Generalitat Valenciana; Ada Colau, líder de los comuns; o Mónica García, líder de Más Madrid.

Una agenda apretada

Aunque desde su entorno se deja claro que este evento no tiene nada que ver con el proyecto de la vicepresidenta, allí se espera que Díaz dé algunas claves sobre el plan que quiere desarrollar en los próximos años. Lo cierto es que el rol de la dirigente gallega como ministra de Trabajo y vicepresidenta no siempre es una "ventaja" a la hora de desplegar su proyecto político.

En el día a día, su agenda gubernamental eclipsa casi por completo el resto de actividades que quiere realizar (la ministra maneja una media de dos actos públicos y tres o cuatro reuniones al día). Desde un punto de vista más teórico, el aire institucional que le da la Vicepresidencia parece contrastar con el perfil más "popular" que se antoja necesario para conectar con esa sociedad civil que quiere reenganchar a la política y a las instituciones.

Lo que está claro es que Díaz ya no puede ceñirse solo a sus competencias en materia de Trabajo (que no puede descuidar), y cualquier posicionamiento o declaración suya en el debate político es trascendental en los movimientos que el espacio de Unidas Podemos, y otros actores, tienen previsto realizar. 

Habrá que ver cómo la ministra compagina estos dos roles, tan necesarios para articular su proyecto político y, a la vez, ciertamente contradictorios entre sí.

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