El sexo no es solo cuestión de actitud, sino también de capacidad, vigor y energía. Nuestra mente puede estar en plena disposición de mantener relaciones sexuales, pero nuestro cuerpo tiene otros planes: tal vez prefiere descansar o dormir cuando llega la hora señalada.
¿Porque, entonces, la libido y el físico van a veces en direcciones opuestas? Los hábitos de consumo pueden ser la explicación a una vida sexual insatisfactoria: así es como los malos hábitos afectan tus relaciones sexuales.
Consumo excesivo de alcohol

¿Cuántas veces has tomado una copa de vino o un par de cervezas como paso previo a desinhibirte? También en el terreno sexual, el alcohol es el arma de doble filo más incisivo. Tal vez en un primero momento logre sus objetivos, pero convertido en prolegómeno imprescindible de tus relaciones sexuales terminará por perjudicarte. ¿Cómo?
Dificultando el orgasmo y la excitación, potenciando la somnolencia, reduciendo el rendimiento físico, además de otros problemas más graves que nunca hay que perder de vista. Todo ello a corto plazo.
A largo plazo, una persona que se acostumbre a vincular el alcohol al sexo se encontrará con serias dificultades para mantener relaciones sexuales sin beber antes, le costará desinhibirse, entrando en un círculo vicioso muy peligroso. Piensa bien a todo lo que te expones antes de seguir combinando sexo con alcohol.
Una dieta rica en grasas

Una dieta rica en grasas puede suponer otro serio obstáculo para conseguir una sexualidad plena. Y es que el exceso de grasas produce un desequilibrio hormonal tanto en hombres como mujeres. Para ellas, muchas grasas suponen producir más estrógenos que genera desequilibrios en el ciclo menstrual aumentando las probabilidades de perder fertilidad.
Para ellos, una dieta rica en grasas conlleva menos testosterona y, con ello, un menor ímpetu y deseo sexual. Además, también supone un mayor riesgo de oligospermia, producir pocos espermatozoides y de menor calidad.
Si la dieta rica en grasas supone obesidad, los riesgos físicos aumentan, especialmente a nivel cardiovascular, perjudicando también la salud sexual: la acumulación de grasa en las arterias provoca que no llegue suficiente sangre al clítoris y al pene con lo que podrían aparecen la disfunción eréctil y dificultad para alcanzar el orgasmo.
Exceso de cafeína

La cafeína procedente del café y de las bebidas energéticas tan de moda entre las generaciones más jóvenes podría ser la droga psicoactiva más consumida del mundo, pero el hecho de que unas personas sean más sensibles que otras a sus efectos dificulta su análisis.
En este sentido, un estudio de una Universidad de Texas en Estados Unidos que analizó la vinculación del consumo de cafeína y la disfunción eréctil entre 3.700 hombres concluyó que los hombres que bebían de dos a tres tazas de café al día tenían una tasa ligeramente inferior de disfunción eréctil que los que no bebían café.
No obstante, un estudio posterior de los mismos investigadores con más de 20.000 hombres encontró más dificultad para establecer ese vínculo positivo, aunque los mayores consumidores de café tendrían un 37% más riesgo de disfunción eréctil que los consumidores de café descafeinado.
Sea como fuere, hay que recordar otros efectos negativos del consumo excesivo de cafeína como son la inquietud, el insomnio y los mayores riesgos de padecer enfermedades cardiovasculares, todo lo cual, obviamente, puede afectar a tus relaciones sexuales.
Falta de sueño

No hace falta exponer un estudio para entender que la falta de sueño es uno de los grandes enemigos de la salud sexual. Bien es cierto que un descanso insuficiente no es siempre consecuencia de nuestros hábitos de consumo.
Las causas por las que dormimos mal son, a menudo, diversas, pero sus consecuencias son conocidas por todos los que lo padecen: irritabilidad, cansancio, fatiga crónica, estrés, etc. Y estar irritado, cansado y estresado no es, desde luego, el mejor escenario para una relación sexual satisfactoria.
Demasiado gimnasio

Para muchos de nosotros el ejercicio físico es una tabla de salvación, un bendito recurso que no solo optimiza nuestra capacidad física, sino también alivia nuestra salud mental. Pero el ejercicio físico y/o el gimnasio también pueden ser un arma de doble filo.
Todos conocemos los efectos que puede tener en nuestro físico un exceso de gimnasio, pero tampoco está de más recordar cómo puede afectar a la libido, al menos a la masculina, según apunta este estudio de la Universidad de Carolina del Norte: “La exposición a niveles más altos de entrenamiento de resistencia crónico intenso y de mayor duración de forma regular se asocia significativamente con una disminución de las puntuaciones de libido en los hombres”.
Por supuesto, una dosis razonable de ejercicio físico tiene, en muchos casos, un efecto positivo sobre el vigor y el rendimiento sexual, al mejorar nuestra capacidad física, pero no deja de ser obvio que pasarnos de sudar en el gimnasio nos puede dejar tan vacíos que al llegar a casa ya no haya energía para más.
Demasiado móvil en la cama

Uno de los hábitos de consumo más aparentemente inocuos es el que hacemos de contenido audiovisual a través de nuestros dispositivos móviles. Pero cada vez son más las personas que se llevan su Twitter, su Instagram y su Netflix a la cama… aun estando acompañados.
Y mientras ella sufre con el partido del Real Madrid, él se relaja con Stranger Things. Y nadie parece mostrar ningún interés por compartir algo más que un beso de buenas noches cuando terminan la serie y el partido.
Un mal uso de la tecnología a través de los dispositivos móviles aísla a las parejas, incluso en la misma habitación. Y es que el tiempo es oro, y si dejamos el sexo para el postre, a menudo sucede que ya estamos saciados con el primer y el segundo plato y dejamos el postre para mañana. Y así sucesivamente. Así que no está de más que pienses si tu (elevado) consumo de contenido audiovisual nocturno está teniendo alguna repercusión en tu salud sexual… y en la comunicación con tu pareja.