En nuestros días, la autoestima ha logrado convertirse en un indicador de bienestar y de salud en el contexto de la ‘sabiduría popular’ y de la divulgación más o menos científica o pseudocientífica. En efecto, tener la autoestima bajo mínimos posee para muchas personas una trascendencia parecida o incluso mayor que padecer de hipertensión arterial, caer en la anemia ferropénica o tener los triglicéridos por las nubes.
No vamos a negarte aquí su importancia crítica, especialmente si hacemos referencia al desarrollo de niños y adolescentes, aunque no podamos perderla de vista tampoco en las diferentes etapas cronológicas de la edad adulta. No obstante, trataremos en este artículo de clarificar de qué estamos hablando y qué podemos hacer al respecto para favorecer el desarrollo evolutivo en nuestros hijos.
Qué es la autoestima
Con carácter general, la autoestima es la percepción que cada persona tiene de sí misma y de su propia capacidad para aprender cualquier destreza, adquirir conocimientos, resolver problemas, enfrentar retos, tomar decisiones eficaces, alcanzar objetivos, lograr éxitos o superar obstáculos de forma satisfactoria. Es un conjunto no siempre homogéneo de pensamientos, emociones, sentimientos y tendencias de conducta que conforman nuestra forma de ‘vernos’ a nosotros mismos y también de evaluar cual es nuestro lugar frente al resto de sujetos que habitan nuestro entorno.
Un chico o una chica con mayor autoestima se sentirá más capaz de asumir retos y experimentará menor temor o aversión a los pequeños o grandes fracasos que inevitablemente le surgirán en su devenir cotidiano, ya sean sociales, personales, académicos o profesionales.
De alguna forma puede decirse que la autoestima suficiente no hace milagros, ni nos convierte en superhéroes, pero sí nos ayuda a no tropezar con nosotros mismos cuando deseamos o tememos cualquier evento vital.
La vida y la autoestima cambian constantemente
No se trata de una condición o un valor estable, ya que sus niveles está sujetos a cambios incesantes que tienen que ver con las condiciones variables del ambiente social de cada uno: clima familiar, estudios, relaciones, grupo de amigos, empleo, éxitos personales, etc. De repente puedes ‘venirte arriba’, para al día siguiente verte arrojado al más lóbrego y oscuro pozo emocional. Por ello, resulta trascendental proporcionar gradualmente a niños y adolescentes el entorno y las habilidades propicias para conservar niveles suficientes de autoestima y enseñarles a poner en valor sus potencialidades y mejorar en aquellos aspectos en los que puedan presentar mayores carencias.
Los fracasos son algo tan natural como las victorias, hasta el punto que los éxitos y las derrotas se alternan y se suceden en todas las épocas de la vida. Nadie está a salvo del impacto de una desgracia y es necesario aprender a afrontar con serenidad las decepciones impredecibles que, en algún momento, te saldrán al paso. Este devenir de situaciones y escenarios vitales intensos puede afectar de manera más acusada a los niños y a las personas que atraviesan los años a veces convulsos de la adolescencia. En consecuencia, es imprescindible crear las condiciones para que nuestros hijos puedan percibirse a sí mismos con objetividad, sentido común y deseos continuos de mejora.
Un exceso de autoestima también es malo
No caigas nunca en la tentación de intentar elevar en exceso la autoestima de tus hijos. En efecto, la autoestima no es como el dinero. Acumularla sin freno no siempre les traerá consecuencias positivas y es más que probable que pueda deparar grandes frustraciones. Ni se te ocurra transmitirles la idea de que pueden triunfar siempre, conseguir todos los éxitos que se propongan o derrotar con facilidad cualquier problema.
Trata de mantener los pies en el suelo y ayúdalos también evaluando con el mayor rigor posible sus capacidades y su potencial para mejorarlas progresivamente, siempre con esfuerzo y sacrificio. Intenta por todos los medios a tu alcance alimentar su confianza, no engordar su soberbia de forma estéril. Nunca les regales la llave de una realidad que no existe. Aunque te gustaría que así fuera, recuerda que no puedes regalar a tus hijos un frasco de kryptonita o el caldero mágico de Asterix.
7 hábitos para mejorar la autoestima de tus hijos
Como ya hemos apuntado, elevar la autoestima de nuestros hijos en edad infantil o adolescente pasa por mejorar su percepción evaluativa que ellos tienen de sí mismos. En definitiva, se trata de hacer crecer su autoconfianza. A tal fin, es muy necesario que tratemos de establecer una serie de hábitos en nuestra relación con ellos:
1. Aceptación incondicional:
Muéstrales que los aceptas y los apoyas por el simple hecho de ser tus hijos, por grandes o escandalosos que te parezcan sus errores. No se trata de defender lo indefendible. Enséñales de forma gráfica las consecuencias de no hacer lo correcto o no comportarse como más les favorece. Permanece a su lado para corregir a tiempo sus deslices de cualquier tipo, siempre con comprensión, suavidad y flexibilidad. Que nunca sienta que sus padres no están a su lado en los buenos y en los malos momentos.
2. Sirve de ejemplo:
No le muestres el camino correcto solo con palabras. Trata que tus comportamientos diarios sirvan de ejemplo en todo lo relacionado con el esfuerzo, la constancia, la disciplina y el trabajo por conseguir aquello que se necesita o desea.
3. Apoyo y pertenencia al grupo:
Que sienta que su familia está unida y actúa ‘como una piña’ para solventar cualquier problema que se presente, alcanzar objetivos y ayudarlo a él también con los suyos, por pequeños o insignificantes que parezcan. Lidera tu familia y mantenla cohesionada. Que tus hijos se sientan apoyados en cada instante. Es tan difícil como necesario.
4. Celebra sus pequeños éxitos:
Intenta subrayar y celebrar cada pequeño éxito personal de tus hijos. No importa que sea una calificación en el colegio, un concurso, un aprendizaje o un logro deportivo. Festéjalo siempre con ellos y con el resto de la familia. Y no ignores los fracasos, habla con ellos para convertirlos en una oportunidad de mejorar y reorientar comportamientos. Quítales importancia y convénceles que nuestra existencia está llena de segundas oportunidades que no podemos dejar escapar.
5. Escúchalo siempre:
Permanece atento a sus mensajes verbales y no verbales. Y si crees que estos no aparecen, anímalo a hablar y a compartir aquellos aspectos sobre los que más le cuesta comunicarse. Busca espacios o momentos para que se produzca esa comunicación. Aprende a escuchar y enséñalo a escuchar.
6. Concede importancia a las reglas y normas:
Hazle ver que las reglas son iguales para todos y es necesario respetarlas fuera y dentro del hogar. Marca sus límites y los tuyos. No olvides que el respeto a las normas también puede tener un cierto margen o flexibilidad.
7. Anímalo siempre a aprender y asumir responsabilidades:
No hagas sus deberes ni lo descargues continuamente de responsabilidades. Asígnale tareas que le obliguen a aprender y responsabilizarse de cada vez más asuntos o cuestiones: cuidar una mascota, colocar su ropa, ordenar su habitación, pequeños trabajos domésticos, etc. Todo ajustado a su edad y posibilidades, contando con tu apoyo.