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El efecto Bridgerton o por qué idealizamos las relaciones tóxicas

Dicen que, en el amor, «los polos opuestos se atraen». Un buen ejemplo de ello es la serie de Netflix Bridgerton que ha triunfado en los dos últimos años con su romance de época. Pero algunos de sus relatos románticos han sido señalados por sublimar las relaciones tóxicas. ¿Por qué idealizamos estas relaciones tóxicas en la ficción? ¿Nos gustaría tenerlas en la realidad?

Dicen que, en el amor, los polos opuestos se atraen. Este “tira y afloja” sentimental es uno de los recursos argumentales más utilizados en la narrativa de ficción, tanto en literatura como en cine.

Un buen ejemplo de ello es la serie de Netflix Bridgerton que ha triunfado en los dos últimos años con su romance de época. Pero algunos de sus relatos románticos han sido señalados por sublimar las relaciones tóxicas. ¿Por qué idealizamos estas relaciones tóxicas en la ficción? ¿Nos gustaría tenerlas en la realidad? 

Bridgerton: enamorados del amor 

El efecto Bridgerton o por qué idealizamos las relaciones tóxicas
Pareja protagonista de la primera temporada de Bridgerton

En Hollywood han llegado a comparar el “efecto Bridgerton” con otras grandes historias de amor de la gran pantalla como Casablanca o Cuando Harry encontró a Sally. Y es que Hollywood siempre ha estado enamorado del amor, consciente de su inmenso potencial en taquilla: una historia de amor bien contada asegura una recaudación con muchos ceros. 

¿Están bien contadas las historias de amor de Bridgerton? Al menos así lo creen buena parte de los 80 millones de espectadores que devoraron la primera temporada de la serie creada por Chris Van Dusen —conocido por otras populares series como Anatomía de Grey o Scandal— basada en los libros de Julia Quinn.  

Pese a las críticas sobre sus licencias históricas, este romance ambientado en la Londres de principios del XIX sedujo a millones de espectadores que, en plena pandemia, escaparon de sus confinamientos cautivados por la historia entre Daphne Bridgerton y Simon Basset.  

Pero en estos tiempos en que el argumento de cualquier producto televisivo madura al son que marcan los comentarios en redes sociales, no tardaron en aparecer análisis acerca de la toxicidad de la relación entre los protagonistas de la primera temporada.  

Y muchos parecían coincidir en que la tensión y la ambigüedad de esta relación, definida como tóxica, era la causa principal de que los espectadores no se pudieran levantar del asiento. Es así como surge el denominado “efecto Bridgerton” para denominar esta idealización de las relaciones tóxicas… al menos en la ficción. 

Efecto Bridgerton: el magnetismo de las relaciones tóxicas 

El efecto Bridgerton o por qué idealizamos las relaciones tóxicas
Mujer mirando a su pareja – Fuente: Depositphotos

Para que un romance triunfe en la ficción debe incluir algún tipo de obstáculo a superar. Uno de los ejemplos icónicos de esta clase de historias de gran intensidad romántica es el de Romeo y Julieta. ¿Qué obstáculo más insalvable puede haber que dos familias enfrentadas? 

No obstante, la ficción juega en otros casos con la rivalidad entre los propios personajes. Hace poco escribíamos sobre la célebre relación de amor-odio entre los protagonistas de Doctor en Alaska. Este antagonismo que en el caso de O’Connell y Fleischman estaba descrito en clave de comedia, es descrito en clave dramática en Bridgerton.  

La relación entre Simon y Daphne comienza con una simulación: se trata de una relación por conveniencia que no tardará en ser conflictiva para ambos, comenzando a aparecer una serie de connotaciones tóxicas que complicarán su vínculo.

Mientras Daphne quiere cumplir con la tradición de un matrimonio con hijos, Simon pretende vivir como soltero sin descendencia. Pero, a pesar de su antagonismo, el afecto entre ambos crece al mismo ritmo que la incertidumbre. Y un gran número de espectadores se quedan prendados de esta compleja relación basada en secretos, mentiras, artificios… y tensión romántica

El efecto Bridgerton o por qué idealizamos las relaciones tóxicas
Mujer mirando a un hombre que consulta el móvil – Fuente: Pexels

Es entonces cuando muchos aficionados a la serie empezaron a señalar esta relación como tóxica, alertando de los peligros que puede suponer confundir realidad con ficción. Lo que en una serie puede resultar sumamente entretenido puede ser de todo menos divertido en la realidad. 


Ahí tenemos, por ejemplo, el denominado “refuerzo intermitente“, un recurso habitual de la personalidad tóxica que se basa en premiar de forma intermitente las actitudes de la pareja de forma que, en ocasiones, provoca que la pareja se sienta en un pedestal para luego retirarle el premio a través de críticas y/o indiferencia.  

Este refuerzo intermitente con el que juega Simon de Bridgerton es uno de los pilares de una relación sentimental tóxica, un evidente rasgo de falta de responsabilidad afectiva que, aplicado de forma habitual, puede generar en la pareja un sentimiento de culpa hasta asumir, tal y como sucede en el patrón de abuso conocido como gaslighting, la sensación de que la víctima es el culpable, y viceversa. 

Aderezado con otras fórmulas irresponsables a nivel afectivo como el ghosting, tenemos ante nosotros el arquetipo de relación tóxica que debe encender en la pareja el piloto de alerta roja. El problema surge cuando la víctima de una relación tóxica no hace caso de estos avisos y considera que está capacitada para reconducir la relación. Es el clásico: “puedo cambiar a mi pareja” o “voy a darle una enésima oportunidad”. 

Efecto Bridgerton: ¿la realidad supera a la ficción?

El efecto Bridgerton o por qué idealizamos las relaciones tóxicas
Una pareja de pie frente a un lago – Fuente: Pexels

El amor no solo enamora a Hollywood, sino a millones de personas que se sienten irrefrenablemente atraídas por esa promesa de amour fou que tantas veces hemos visto en los libros o en el cine y la televisión. Pero no está de más recordar, de vez en cuando, que la ficción y la realidad juegan con diferentes recursos

En este sentido, no estamos tan seguros de que la «realidad supere a la ficción como dice la frase hecha tantas veces citada, pero sí lo estamos de que el romance real no sigue un guion preestablecido, aunque a veces parezca de película en nuestros recuerdos.

Pero mientras en la ficción —sobre todo en la ficción hollywoodiense— todo vale con tal de fascinar al espectador, en la realidad no todo vale para enamorar. Y menos si estamos ante derivas tóxicas. 



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