“No nos pone triste el otoño, sino los cambios de luz”, aclara, para empezar, Aurora Gómez, psicóloga y terapeuta de Corio Psicología, la experta que nos ayuda a entender por qué esta época del año que comienza suele venir acompañada de ciertas alteraciones en nuestro cuerpo y en nuestro estado mental que pueden derivar en el temido trastorno afectivo estacional.
Y aunque las variaciones de luz solar expliquen parcialmente esta “tristeza otoñal”, no hay que olvidar la influencia de nuestro horario laboral en nuestros cambios de hábitos tras el verano. “Y eso ya no es culpa de la luz, sino del capitalismo”. Nos los explica Aurora Gómez, además de ofrecernos consejos para adaptarnos al otoño manteniendo nuestro equilibrio físico y emocional en la medida de lo posible.
El otoño y el ‘cambio de hora’ de nuestro reloj biológico

Estas alteraciones físicas y emocionales del otoño “afectan a un número de personas que no es tan grande”, puntualiza Gómez. Y es que ya sabemos que no pocas personas “odian” el verano y están deseando que termine, principalmente por el exceso de calor, pero también por todo lo demás…
De cualquier forma, es evidente que a partir de septiembre comienzan a producirse varios cambios atmosféricos como la menor luz solar, la bajada de temperaturas o la llegada de más precipitaciones que lanzan una serie de “alarmas” en nuestro cuerpo: debemos adaptar nuestro ritmo circadiano a un nuevo escenario.
Los ritmos circadianos están definidos por los cambios físicos, mentales y conductuales que siguen a un ciclo de 24 horas, cambios que responden esencialmente a la relación entre la luz y la oscuridad.
Estos ritmos circadianos son regulados por el denominado reloj biológico que se compone de “moléculas específicas (proteínas) que interactúan con las células de todo el cuerpo” tal y como define el NIH estadounidense: un grupo de aproximadamente 20.000 neuronas que forman el núcleo supraquiasmático (NSQ) que se aloja en el hipotálamo de nuestro cerebro, el cual recibe información directamente de los ojos.
Cuando llega el otoño, nuestros ojos ven menos luz porque anochece antes y el NSQ de nuestro cerebro responde produciendo melatonina, la hormona que, entre otras cosas, produce somnolencia. “Cuando hay menos luz, el NSQ le indica al cerebro que elabore más melatonina para producir sueño”.
Así pues, buena parte de estas sensaciones de somnolencia y falta de energía que tenemos cuando llega el otoño no son más que un “mecanismo biológico adaptativo”: el cerebro ayuda al cuerpo a adaptar su reloj biológico a ese nuevo escenario marcado, esencialmente, por la menor luz solar.
Por eso, uno de los principales consejos que da Aurora Gómez para evitar las alteraciones físicas del otoño es “adaptar el horario al clima”, principalmente aprovechando la mayor parte de luz solar que podamos, sobre todo por las mañanas.
Pero, ¿qué pasa cuando debes priorizar el horario laboral de tu empresa a tu ritmo circadiano? Más probabilidades de que nuestro mecanismo biológico adaptativo falle, que nuestro reloj biológico no se ponga en “horario otoñal” y aparezcan las temidas alteraciones emocionales que pueden derivar en trastornos mentales más severos, como el trastorno afectivo estacional.
El TAE como trastorno asociado al capitalismo

“La primera vez que se constató la relación de la falta de luz con trastornos físicos y psicológicos fue con la Revolución Industrial: un capitalismo atroz, unido al mal urbanismo y a la contaminación que impedía ver la luz incluso de día tuvo como consecuencia, por ejemplo, el raquitismo de los niños”.
Aurora Gómez recuerda como la falta de vitamina D como consecuencia de la falta de exposición a la luz del sol provocó diversos problemas físicos, incluso en los niños, que presentaban, además, en muchos casos, discapacidad cognitiva.
Y es que se da la paradoja de que buena parte de los síntomas asociados al trastorno afectivo estacional no aparecen con la reducción de luz en el periodo culminante del otoño, “sino desde el 1 de septiembre”, tal y como ha comprobado Gómez en su consulta psicológica: “el problema, en este caso, ya no es la falta de luz, sino el capitalismo”. ¿Por qué?
“Los problemas laborales que permanecen «dormidos» durante el verano, afloran de golpe en septiembre”. No solo muchos vienen cansados de unas vacaciones probablemente mal enfocadas, sino que cuando regresan de su “sueño” vacacional encuentran que el trabajo aún está ahí, como el dinosaurio de Monterroso.
Un trabajo en el que cuestiones como ritmos circadianos y reloj biológico no se tienen apenas en cuenta, cuando son aspectos fundamentales para la productividad, paradójicamente, uno de los pilares de sistema económico capitalista.

“Se impulsa a las personas a trabajar en horarios que no les vienen bien”, ni siquiera desde un punto de vista puramente biológico, como hemos visto, pero, además, no hay que olvidar a las personas que pasan por diferentes situaciones mentales.
Aurora Gómez cita el caso de pacientes con depresión, cuyos “ritmos circadianos se atrasan dos horas” que deben ir a trabajar cuando aún deberían estar durmiendo. Gómez les recomienda hacerlo todo dos horas más tarde para adaptarse temporalmente a su ritmo circadiano “pero eso no es posible en un horario laboral normal”.
Y es que, al margen de cómo afectan los trastornos mentales a los ritmos circadianos, hay que recordar que estos ciclos no son iguales para todas las personas: unos son “búhos” y les cuesta activarse por las mañanas, mientras que las “alondras” se levantan pronto y pierden productividad por la tarde. Y esto tiene su sentido, ya desde época prehistórica, como ironiza Gómez: “si todos nos dormíamos a la vez en la caverna, nos comía el oso, pero ahora llega el capitalismo y nos dice que todos a dormir a la misma hora… no tiene sentido”.
Esto es algo que Gómez percibe especialmente en aquellas personas que trabajan durante largos periodos en turnos partidos, muchos de los cuales generan insomnio. Y no hay que olvidar que el insomnio y las alteraciones del sueño son una de las principales causas y síntomas de los trastornos psiquiátricos.
Consejos para afrontar la ‘tristeza otoñal’

Siempre tratando de sortear como podamos los mayores o menores sinsentidos del escenario laboral que vivamos a nivel personal, Aurora Gómez insiste en que el mejor modo de encontrarnos bien, tanto a nivel físico como mental con los cambios atmosféricos del otoño, es respetar nuestro ritmo circadiano adaptando hábitos y horarios al mismo.
En este sentido, y en un nuevo escenario que no solo deriva de los cambios meteorológicos —los cambios “normales” vinculados al otoño boreal— sino también del cambio climático a largo plazo, aunque las consecuencias de este sean todavía imprevisibles, “hay que resintonizar los horarios al clima… a pesar de que con el capitalismo tienes que trabajar independientemente del mismo”.
Y esto empieza por aprovechar todas las horas de luz posibles cuando llega la culminación del otoño, especialmente tras el controvertido cambio de hora que supone que, artificialmente, anochezca una hora antes. Es momento entonces de, si es posible, aprovechar más la luz del comienzo del día.
Así mismo, Aurora Gómez prescribe naturaleza como el mejor antídoto contra la melancolía otoñal: “los bosques nos hacen sentir bien”, como nos hacen sentir bien las cascadas, los ríos o el mar debidos a sus iones negativos: “Una vez que llegan a nuestro torrente sanguíneo, se cree que los iones negativos producen reacciones bioquímicas que aumentan los niveles de serotonina”, una de las hormonas más importantes en la regulación de nuestro equilibrio emocional.