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Instamamis, ¿deberíamos limitar la exposición pública de nuestros hijos?

Aunque llevan una buena temporada con nosotros, las redes sociales son todavía un instrumento relativamente reciente y buena parte de sus usuarios minusvaloran su trascendencia y los peligros de su utilización

Es el caso del controvertido sharenting, la costumbre de algunos progenitores habituales de redes sociales —conocidos popularmente como instamamis— en publicar contenido sobre los menores que están a su cargo. ¿Ha llegado el momento de que reduzcamos la exposición pública de nuestros hijos? 

Instamamis y menores: ¿qué daño puede hacer una inocente foto de mi hijo en redes? 

Instamamis
Una mujer con dos niños maneja un móvil – Fuentes: Pexels

Seguro que conoces un buen puñado de influencers que han incluido a sus hijos dentro de sus publicaciones en redes sociales. Y es que los niños, como los gatos, son el mejor recurso a la hora de recibir un buen número de likes.  

Pero estamos convencidos de que el objetivo prioritario de estas instamamis, al menos de forma consciente, no es “usar” a sus hijos para conseguir más relevancia en redes, sino tan solo mostrar su vida tal y como es. Y en su vida la presencia de sus hijos es, por supuesto, fundamental. Si he decidido compartir abiertamente mi vida con mis seguidores, ¿por qué no puedo mostrarme tal y como soy, también con mis hijos?  

Esta es la pregunta que se hacen miles de usuarios de redes sociales cuando escuchan hablar del sharenting, el enésimo término anglosajón para definir una práctica vinculada a la era de la información. En este caso proviene de la combinación de la palabra share (compartir) y parenting (crianza).  

Como se explica en el premiado informe La protección del menor en el derecho europeo y español: el sharenting y su problemática editado por la Universitat Politècnica de València en 2021 y firmado por Ainoa García García, el fenómeno del sharenting tiene como principal consecuencia la creación de una identidad digital prematura. Esa por la que muchos adultos suspiran pero que tal vez un menor de tres años no necesita ni, por supuesto, ha pedido.

En Chicas americanas: redes sociales y la vida secreta de las adolescentes, la escritora Nancy Jo Sales explica que, en Estados Unidos, el 92% de los menores tienen ya una identidad digital en los primeros dos años de vida. Y es que un 23% de los progenitores ya realizan el conocido como “nacimiento digital”: es decir, la publicación de fotos o videos de las ecografías. 

En buena parte de los casos, tras compartir con el mundo la buena nueva, llegan las fotos de los bebés una vez que nacen. Una encuesta sobre salud infantil llevada a cabo ya en 2014 por el C.S. Mott Children’s Hospital National de la Universidad de Míchigan mostraba que el 74% de los padres conoce a otros padres que compartieron “demasiada información” sobre un niño en redes, incluidos los padres que dieron información vergonzosa sobre un niño (56%).  

Pero, volvemos al principio, a buen seguro que ninguno de los padres que publica la ecografía de su futuro hijo o sube un video de su hija llorando porque no quiere el puré de brócoli con pollo siente que está poniendo en riesgo al menor ni que está vulnerando su honor… pero puede que la ley diga lo contrario. 

Lo que dice la ley sobre el ‘sharenting’ 

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Dispositivos de grabación – Fuente: Unsplash

El artículo 12 de la Declaración de Derechos Humanos de las Naciones Unidas dice que “nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación”.  

El artículo 16 de la Convención de los Derechos del Niño aprobado también por la ONU lleva este concepto a los menores: “Ningún niño será objeto de injerencias arbitrarias o ilegales en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia ni de ataques ilegales a su honra y a su reputación. El niño tiene derecho a la protección de la ley contra esas injerencias o ataques”. 

Si nos venimos a España, nos encontramos con que la Constitución, en su artículo 39, dice, que “los niños gozarán de la protección prevista en los acuerdos internacionales que velan por sus derechos”, mientras que en el artículo tercero de la Ley Orgánica 1/1982, de 5 de mayo, de protección civil del derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen se señala “el consentimiento de los menores e incapaces deberá prestarse por ellos mismos si sus condiciones de madurez lo permiten, de acuerdo con la legislación civil”. 


Y prosigue, para el caso de niños que no tienen esas condiciones de madurez: “en los restantes casos, el consentimiento habrá de otorgarse mediante escrito por su representante legal, quien estará obligado a poner en conocimiento previo del Ministerio Fiscal el consentimiento proyectado. Si en el plazo de ocho días el Ministerio Fiscal se opusiere, resolverá el juez”. 

Por último, Ainoa García García, responsable del informe anteriormente citado, expone el caso particular del sharenting con fines lucrativos y sus consecuencias: “Podemos considerar que nos encontraríamos ante un caso de explotación de menores según lo expuesto en el Estatuto de los Trabajadores y, concretamente, en el Estatuto del trabajo autónomo. Según estas normativas, el menor de edad podrá participar en actividades de carácter cultural, artístico, deportivo o publicitario, siempre que se posea la autorización necesaria de la autoridad laboral”. 

Instamamis: ¿por qué la pulsión de compartir todo en redes? 

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Una cuenta de Instagram – Fuente: Unsplash

Más allá del ámbito de los influencers profesionales que incluyen a sus hijos en sus publicaciones, que merecería capítulo aparte, el resto de instamamis que comparten contenido sobre menores en Internet y que no recibe una contraprestación económica o en especie también “disfruta” con esta costumbre.  

Y entonces cabe preguntarse, ¿por qué? ¿por qué sentimos la necesidad de que todo el mundo vea lo guapo que es nuestro hijo, lo gracioso que se pone cuando arroja la cuchara con el potito, y lo estupendamente que duerme media hora, como si fuera un ángel llegado del cielo? 

Bueno, ya hemos respondido a la pregunta, ¿no? Porque estamos enamorados de nuestros hijos y deseamos compartir esa indescriptible sensación con el universo. Tal vez a una gran parte del universo eso no le interese lo más mínimo, ya que bastante “amor” tienen ya en sus vidas, pero ese pequeño porcentaje de personas que ven la foto y la dan al like o ponen un corazoncito o cualquiera frase hecha, nos emociona. Como cuando un familiar dice “ay, qué guapo, qué cosita”, aunque esté pensando “pues es más bien feo, como su padre”, como en aquel famoso relato de Carver

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Mujeres riendo mirando un móvil – Fuente: Pexels

Porque decir lo guapo que es nuestro hijo viene a ser como un piropo para nosotros, porque cuando decimos que estamos enamorados de nuestro hijo es que estamos (un poco) enamorados de nosotros mismos, ¿o no? 

Por tanto, es evidente que apuntalar el ego es una de las explicaciones de ese irrefrenable deseo de compartirlo todo en redes, ya sea mostrando la maravillosa tortilla de patata que nos estamos zampando en una terraza… o lo buena que es nuestra hija de cinco años al fútbol, la nueva Alexia Putellas va a ser, que te lo digo yo. 


Pero también buscamos un asidero en redes, un balón de oxígeno, una frase de aliento cuando las cosas no pintan bien, cuando ya no podemos más con nuestro hijo, cuando llevamos semanas sin dormir bien y el peque sigue sin pegar ojo, y ya no sabemos qué hacer y dudamos de si valemos para esto de la maternidad. Entonces recibes decenas de mensajes de apoyo y hasta se te cae una lágrima, pero de catarsis, de ver que no estás solo en este complicado “negocio” de ser padre o ser madre. 

El problema, por supuesto, es que tu hijo no ha pedido salir en redes, aunque tú pienses que es algo totalmente inocente, y que tu gesto impulsivo, a veces ególatra, a veces desesperado, puede tener consecuencias, incluso legales.  

Porque muchos hubiéramos deseado que nuestros padres nos hubiesen usado en la portada del Nevermind de Nirvana, pero el protagonista no (o, al menos, no después de “disfrutarlo” unos años), así que vigila la exposición pública de tus hijos en redes… por lo que pueda pasar. 



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