Definido por la antropóloga estadounidense Dana Raphael como el proceso de convertirse en madre, la matrescencia combina una serie de dimensiones biológicas y sociales que tienen gran impacto en la vida futura de las madres.
Un aspecto recientemente estudiado que determina este proceso de convertirse en madre es el cerebro. ¿Hasta qué punto los cambios hormonales, psicosociales y ambientales desencadenan una serie de alteraciones cerebrales que marcan el futuro de la madre?
A continuación, analizamos el estudio más reciente sobre la mastrescencia que recapitula las investigaciones publicadas hasta la fecha, avanzando conclusiones sorprendentes sobre los cambios que vive el cerebro de las madres durante el embarazo, tras el parto y a largo plazo.
Matrescencia: un impacto de por vida en el cerebro y la capacidad cognitiva materna

Con este título se presentó en enero pasado la recopilación más ambiciosa de la literatura científica sobre el cerebro materno humano y animal en conjunción con las teorías del envejecimiento cognitivo. Dos investigadoras de la prestigiosa Universidad de Yale de New Haven en Estados Unidos y uno del Instituto Turner para el Cerebro y la Salud Mental de la Universidad Monash en Melbourne en Australia trataron de ofrecer conclusiones precisas para un tema fascinante pero muy complejo. Y es que analizar el cerebro humano siempre es un reto mayúsculo.
Los beneficios de la maternidad para el cerebro de las mujeres

“Las fluctuaciones hormonales del embarazo, el parto y la lactancia inician transformaciones fisiológicas rápidas y extremas que no tienen paralelo a lo largo de la vida”. Solo los cambios que viven las mujeres durante la adolescencia pueden equipararse a la maternidad, siendo periodos coordinados por las hormonas esteroides y marcados por la neuroplasticidad y la vulnerabilidad mental.
De hecho, hasta ahora, la mayoría de estudios reportaban experiencias subjetivas de las madres definidas por un deterioro cognitivo durante la transición a la maternidad, incluyendo problemas de memoria, concentración y distracción, especialmente en el tercer trimestre, lo cual es consistente con los estudios sobre roedores que sugieren una disminución cognitiva en la última semana de embarazo, equivalente al último trimestre humano.
En este sentido, buena parte de la literatura científica “resolvía por completo los cambios biológicos de la maternidad en el periodo posparto: se cree que a medida que las hormonas esteroides sexuales regresan a los niveles previos al embarazo, las mujeres regresan a un estado anterior al embarazo en cuerpo y mente”. Es decir, la mujer volvería a su estado “normal” tras parir. O eso era lo que se había concluido hasta ahora.
Pero los impactos a largo plazo no estaban bien analizados, según los investigadores de este estudio. Y eso es lo que se han propuesto, concluyendo en primera instancia que existen disminuciones cognitivas iniciales que se renormalizan en el posparto, para sugerir, como conclusión más relevante, posibles mejoras cognitivas en la mediana y última etapa de vida.
La renormalización cognitiva del posparto

“Una trayectoria de renormalización cognitiva parece ocurrir tanto en madres roedoras como humanas, con mermas cognitivas iniciales al final del embarazo y al comienzo del posparto, seguidas de recuperación cognitiva e incluso algunas mejoras cognitivas en el momento del destete”.
Los estudios sobre maternidad en roedores sugieren que se experimentan algunos déficits cognitivos al final del embarazo y comienzo del posparto, pero que estos se resuelven y que la cognición puede incluso mejorar con el destete y en el periodo de posparto tardío.
Todo ello parece coincidir con el comportamiento general del cerebro de las madres humanas. Pero hay que puntualizar que el caso del cerebro humano, especialmente en el hipocampo, una región del cerebro crucial para la capacidad de memoria, se produce una reestructuración sustancial: el hipocampo muestra reducciones en la materia gris durante el embarazo y aumentos posteriores en el período posparto.
Mastrescencia: protección frente al envejecimiento cerebral

Tal y como indican los investigadores del estudio, no hay que ignorar que las implicaciones psicosociales y ambientales que también impactan en la vida de la madre “lo que probablemente tenga influencias simultáneas e interactivas en la cognición materna durante el período periparto”, el período inmediatamente anterior, durante y posterior al parto.
Se trata del “ajuste emocional” que puede explicar los déficits de memoria informados por las madres ya que la atención se desplaza de la información y las tareas no relacionadas con la maternidad. Es decir, las madres desplazan su atención a su nuevo vínculo con el bebé “olvidando” otros aspectos no vinculados. Y es que no hay espacio en el cerebro para ocuparse de todo a la vez, ¿verdad?
Así mismo, los investigadores también valoran los desafíos “ambientales”, experimentando una mayor carga cognitiva mientras operan con menos recursos emocionales y físicos: “Por ejemplo, salir de casa con un bebé requiere que las madres recuerden una multitud de elementos (un juguete favorito, una muda de ropa, un biberón) y que organicen de manera flexible los planes en torno a las siestas y los horarios de alimentación”.
Sin duda, “una mayor carga cognitiva crea más oportunidades para olvidar un elemento o una tarea”. Así que probablemente no se trate solo de una pérdida de memoria con la primera fase de la maternidad, sino el hecho de que las mujeres deben acordarse de muchas más cosas con la maternidad.
En este sentido, el estudio sugiere que los cambios abruptos de la matrescencia implican una mayor estimulación sensorial, cognitiva, motora y social: la experiencia reproductiva confiere beneficios neuronales y cognitivos similares a un enriquecimiento ambiental, lo que sugiere que la experiencia materna puede ser estimulante y protectora para la salud del cerebro.
¿Tienen las madres una mayor reserva cognitiva?

Pero la conclusión más relevante del estudio se vincula a la reserva cognitiva definida como la resiliencia del cerebro al daño, la enfermedad o el deterioro cognitivo mediante el reclutamiento de procesos cognitivos preexistentes. A este respecto, las personas con alta reserva cognitiva experimentan una disminución más lenta de la memoria, la función ejecutiva y las habilidades lingüísticas. Y es que la reserva cognitiva se incrementa en personas expuestas a desafíos y entornos complejos.
¿Y qué desafío puede ser más “complejo” que la maternidad? De hecho, “que la experiencia reproductiva es beneficiosa para la cognición a largo plazo y la salud cerebral en roedores es indiscutible, con cambios hormonales y ambientales que interactúan para producir un cerebro materno que es más saludable, más flexible y más resistente al deterioro relacionado con la edad”.
Pero, ¿y las madres humanas? Los investigadores lamentan que la asociación a largo plazo entre el rendimiento cognitivo y la maternidad es menos clara y poco estudiada en humanos. Pero en el único estudio hasta la fecha en madres de avanzada edad se encontró que la maternidad se asoció positivamente con la cognición, de modo que las madres con más hijos se desempeñaron mejor en una tarea de memoria verbal, aunque también hay estudios que sugieren que las madres con más hijos muestran una patología de enfermedad de Alzheimer más grave.
No obstante, en la mediana edad, las madres con más hijos, “muestran una estructura cerebral de «aspecto más joven», lo que sugiere un efecto neuroprotector de la maternidad, específicamente en las regiones límbica y estriada”.
Así pues, tal y como concluye el estudio, “el aumento de la carga cognitiva durante el período periparto proporciona un desafío inicial, requiere una adaptación cognitiva continua y da como resultado una complejidad ambiental de por vida y una mayor reserva cognitiva en la vejez”.
Combinando la literatura científica sobre animales y humanos, los investigadores proponen que la mayor complejidad de la vida de la maternidad puede proporcionar una forma de entorno enriquecido, contribuyendo positivamente a la reserva cognitiva y la resiliencia al proceso de envejecimiento.
Las otras “matrescencias”: padres y madres no biológicas

Tal y como indican los investigadores del estudio, si existe poca literatura científica sobre los cambios neurocognitivos durante la maternidad, menos aún sobre las adaptaciones de los padres que parece pasar de puntillas por este proceso. Pero no, no todos, os lo podemos asegurar.
El estudio cita un puñado de investigaciones precedentes que concluyen que los padres primerizos muestran reducciones longitudinales en el volumen de la materia gris después del nacimiento de su hijo. Así mismo, los padres que dedican más tiempo al cuidado directo de sus hijos también muestran patrones de activación cerebral que se asemejan a los cambios en el cerebro materno.
Por otro lado, el estudio también rescata del olvido científico a las madres que no dan a luz. El único estudio hasta la fecha sobre este particular concluye que las madres adoptivas mostraron asociaciones positivas entre los niveles de oxitocina y la calidad de su vínculo materno y su respuesta cerebral a las señales de su bebé, similar a la de las madres biológicas.
Por último, el estudio tampoco se olvida de aquellas mujeres que no son madres, por decisión propia o circunstancias vitales, haciendo énfasis en que “debemos tener cuidado de no enmarcar a aquellos que no tienen hijos como si hubieran ‘perdido’ una etapa”.