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¿Nos han robado las redes sociales las vacaciones?

Según Statista, un 75% de las personas se inspiran en las redes sociales para buscar destino de vacaciones. Así mismo, según We Are Social, el internauta promedio está 6 horas y 40 minutos online cada día, y ocho de cada diez españoles se conectan diariamente a Internet, tal y como indica la CNMC.

Teniendo en cuenta estos datos, no puede sorprender que las redes sociales tengan cada vez más peso en nuestra vida cotidiana, incluyendo las vacaciones, ese momento del año en el que supuestamente “desconectamos” para cargar las pilas y volver en septiembre a tope. Nada de eso sucede, por supuesto. Y menos pegados a la pantalla de nuestro móvil. Porque el móvil se metía en la maleta antes del cepillo de dientes… incluso cuando todavía no existía TikTok

‘Apantallados’ hasta en verano: con el móvil en un pueblo sin cobertura 

Mujer y móvil - Depositphotos
Vacaciones y móvil – Depositphotos

Como Phillip Morris y compañía se afanan ahora en vender sus alternativas sin humo tras décadas negando que la nicotina provocara adicción (y haciéndose de oro por el camino), las grandes empresas tecnológicas afinan sus campañas y comunicaciones para convencer a los usuarios de que existe la manera de moderar el uso de sus productos y servicios, mientras el aumento en el uso de sus productos y servicios sigue siendo la base de su beneficio: “no os volváis adictos, pero una caladita…, queremos decir, una pantallita de vez en cuando no os hará daño, tranquilos, confiad en nosotros… sabemos lo que hacemos”. 

Es muy posible que, dentro de unas décadas, una o dos o tres de estas compañías tengan que dar marcha atrás, admitir sus errores y reconocer que sí, que tal vez las redes sociales estaban diseñadas justamente para generar adicción entre los usuarios. Pero mientras ese momento llega… ¡que nos quiten lo bailao… y lo ingresao! 

Mientras llega el momento paralelo al anterior en el que el ser humano llegue a la conclusión de que no puede ser muy saludable que todo un vagón de metro esté con su cuello doblado y sus ojos metidos en una pantalla (haz la prueba la próxima vez que vayas en el metro, deja de mirar tu móvil un segundo, y mira a tu alrededor, no es una distopía, es real, luego vuelve a tu pantalla otra vez, no vaya a ser que te pierdas algo)… mientras ese momento llega, decimos, habrá que reflexionar:  

¿Por qué no podemos dejar el móvil tranquilo ni en vacaciones, ni en la piscina, ni en la playa, ni en la casa de los abuelos en el monte, donde ni siquiera hay cobertura? ¿Así que para qué necesitamos allí el maldito móvil si no funciona Internet? ¿Para poner la alarma? ¡Pero si ya te despierta el gallo

‘Desmovilízate’: acaba con la ‘cruz del capitalismo’ estas mismas vacaciones 

Mujer y móvil - Depositphotos
Vacaciones y móvil – Depositphotos

¿Es posible acabar con la tiranía de las redes sociales y el móvil? ¿Dejar de subir permanentemente contenido sobre nuestras holidays a las redes mientras consultamos qué tal van las de los demás por si hay que hacer retoques en las nuestras?

Debemos deciros que sí, que es posible, aunque para dejar las redes sociales y el móvil a un lado haya que hacer un cierto esfuerzo, primero entendiendo las causas y consecuencias de esta tiranía y después comprendiendo todo lo que ganamos con una decidida apuesta por romper con el totalitarismo digital.

Para empezar, por lo tanto, quizás debamos reflexionar sobre pensamientos como los de Byung-Chul Han, que considera el móvil un instrumento de dominación religiosa, un rosario, tal vez la cruz del capitalismo, la conexión permanente con el consumismo más embrutecido que caracteriza nuestra sociedad hiperconectada e hiperidiotizada, como lógica consecuencia a la hiperconexión a contenido intrascendente e idiotizador.

Los mil y un chantajes del móvil 

Hombre y móvil - Depositphotos
Vacaciones y móvil – Depositphotos

En este sentido, el móvil te chantajea emocionalmente, o nos dejamos chantajear por él, creyendo que es imprescindible y que sin él estaremos más inseguros, menos informados y más desconectados de la actualidad (y de la realidad), desconectados de nuestros amigos, de nuestras familias. “¿Y si pasa algo? ¿Qué hago sin móvil?”. 

Por otro lado, el móvil (y toda la industria del consumo que hay detrás del mismo) nos chantajea a nivel técnico. Ya sabes, hoy “no puedes” leer el menú de un restaurante porque es un código QR, no puedes tomarte una cerveza en un festival porque todo va con pulsera cashless, o no puedes entrar en el parque de atracciones con tus hijos porque la entrada es digital. 

Pero no, todo esto está convenientemente exagerado para que tiembles solo de pensar en salir de casa sin móvil: sí, se pueden disfrutar de actividades de ocio sin móvil, siempre hay alternativas (o debe haberlas) para desconectados y desmovilizados. Se pueden imprimir las entradas, se puede solicitar un menú en papel y se puede cambiar la cerveza por agua del grifo en el festival.  

Y en cuanto al chantaje emocional del móvil, te podemos asegurar por experiencia personal que no estás más inseguro, ni menos informado sin móvil. Al contrario, una vez superados “los nervios iniciales” (¡Oh Dios! y si pasa algo, ¿cómo me localizan aquí en esta playa alejada de todo, estando como estoy a medio metro de la civilización?), el procesador de tu cabeza (el cerebro) vuelve a tomar el control de tu vida. Y el placer de sentir tus propios pensamientos (puros, sin filtro digital) vale el titánico esfuerzo de olvidarse del móvil.

Entonces tus oídos vuelven a oír las olas del mar, en vez de escuchar un mensaje de WhatsApp, tus dedos vuelven a sentir la arena, en vez del Gorilla Glass de la pantalla y tus ojos vuelven a maravillarse con la belleza de las vacaciones.

Y cuando eches mano del bolsillo para buscar el móvil e “inmortalizar el instante”… ¡oh, sorpresa!, no podrás. Y tendrás que conformarte con tu memoria, no la RAM, sino la del hipocampo. Unas verdaderas vacaciones para tus sentidos… y tu cerebro. 



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