Para la catedrática de Psicología por la Northeastern University de Boston y especialista en neurociencia afectiva Lisa Feldman, el afecto se define por “la capacidad de algo para influir en tu mente de una manera que está vinculada a tu cuerpo (…) la contraparte mental de las representaciones corporales internas asociadas con emociones, acciones que involucran cierto grado de motivación, intensidad y fuerza, o incluso disposiciones de la personalidad”.
Si bien en la ciencia de las emociones, “afecto ha llegado a significar cualquier cosa” (de ahí la complejidad a la hora de definirlo), este concepto podría concretarse como toda afección o movilización del ánimo, tanto positiva como negativa, de forma que el afecto siempre supone un cambio cuando el individuo es influido por un estímulo: “una propiedad fundamental y psicológicamente irreductible de la mente humana”.
El afecto en la historia de la psicología
Wilhem Wundt fue uno de los primeros en abordar el afecto en psicología considerando que “las personas nunca se encuentran en un estado completamente libre de sentimientos”. Wundt también comenzó a diferenciar las facetas de los estados afectivos: agrado/desagrado (o valencia), excitación/sometimiento (excitación) y tensión/relajación (intensidad) que se convertirían en las tres dimensiones principales de los afectos en psicología.
Tras estas primeras teorías, se abren dos debates principales sobre la naturaleza del afecto como expone este artículo de Feldman: ¿el afecto se parece más a una sensación o a un sentimiento mental? ¿Es distinto de la emoción? En este sentido, la mayoría de autores consideraron que sí, que el afecto es diferente a la emoción puesto que supone “una actitud o una tendencia a la acción derivada del sentimiento de querer acercarse o evitar un objeto”.
Así, para Magda Arnold, “el afecto es un estado mental que se produce en respuesta a la emoción: es desagradable estar enojado, triste o asustado, y agradable estar emocionado, feliz o tranquilo”. A este respecto, “tanto las sensaciones como las emociones inspiran sentimientos afectivos (que son agradables o desagradables) en virtud de su influencia”.
¿Es el afecto una forma de conocimiento?
En este otro artículo, Lisa Feldman aborda la relación entre afecto y cognición, estudiando los mecanismos neuronales mediante los cuales el afecto influye en el procesamiento sensorial lo que lleva a la autora, en primer lugar, a Platón y Aristóteles, que ya consideraron que la cognición y el afecto eran procesos mentales separados, incluso opuestos: pensar un objeto o un concepto sería una actividad psicológica diferente de afectar (o sentir) un objeto.
Pero la ciencia psicológica moderna está empezando a sopesar que tal vez no sean “fuerzas opuestas dentro de la mente humana”: “Las cogniciones pueden desencadenar sentimientos o comportamientos afectivos, y el afecto puede influir en procesos cognitivos como la memoria y la atención”.
Así, si el término cognición se refiere a todos los procesos mediante los cuales la información sensorial se transforma, reduce, elabora, almacena, recupera y utiliza, Feldman considera que el afecto también debe ser considerado una forma de cognición, una forma de conocimiento.
Pero incluso la experta en neurociencia afectiva considera que la distinción entre sensación y cognición también es cuestionada, “dada la evidencia emergente de que el procesamiento perceptual y conceptual tienen una superposición sustancial”.
Lenguaje y memoria afectiva
Así, para confirmar que el afecto y la cognición son dos procesos separables, Feldman estudia si el cerebro humano “respeta estas categorías psicológicas”. A pesar de que la “visión tradicional” señala que al “afecto es cognitivamente impenetrable y estaría implicado en regiones subcorticales del cerebro”, Feldman considera que la revisión de literatura neuroanatómica y de neuroimagen revela, sin embargo, que ninguna área del cerebro puede designarse específicamente como cognitiva o afectiva, distribuyéndose ampliamente por todo el cerebro.
¿Qué significa esto? Que el afecto tendría influencia directa en funciones básicas cerebrales como el lenguaje o la memoria. Sería, por un lado, el lenguaje afectivo porque “todas las palabras tienen una dimensión afectiva de significado”.
Y, por otro lado, la memoria afectiva que se relacionaría con el afecto central que no sólo es una característica clave de la conciencia y necesaria para la comunicación, sino que también ayuda a determinar qué experiencias con el mundo están codificadas en el cerebro para su uso posterior:
Así, según Feldman, “el afecto central actúa como un filtro, dando preferencia a la información sensorial que afecta al estado somatovisceral del organismo, ayudando así a seleccionar qué información sensorial se procesa más completamente y, por tanto, se codifica en la memoria. Esta información luego está disponible y se utiliza para la interpretación de la información sensorial entrante en el futuro, en lo que Edelman llama «el presente recordado»”.
Así pues, para Feldman, “las experiencias afectivas no son eventos conscientes secuenciados y discriminables, distintos de las experiencias que parecen desprovistas de afecto (es decir, experiencias perceptivas o intelectuales): se puede decir que cualquier pensamiento o acción está más o menos infundido afectivamente”.
Tipos de afectos
Como hemos visto, existen diferentes dimensiones que definen los afectos. Tenemos la valencia que es la valoración positiva, neutral o negativa que hace del afecto la persona que lo experimenta, la excitación que es la reacción del organismo de la persona que experimenta el afecto y la intensidad motivacional que se vincula al impulso de actuar, alejándose o acercándose al estímulo dependiendo del afecto que hemos sentido por él. Partiendo de estas dimensiones, se pueden diferenciar estos tipos de afectos:
- Afecto central. Es un estado de placer o disgusto con cierto grado de excitación. Como define Feldman, el afecto central se logra integrando las sensaciones externas con la propia información interna: “El resultado es un estado mental que puede utilizarse para navegar con seguridad por el mundo prediciendo recompensas y amenazas, amigos y enemigos”.
- Afecto amplio. Es definido como el afecto de un individuo psicológicamente sano que puede expresar una amplia variedad de afectos para mostrar emociones como tristeza, felicidad, miedo, vergüenza, etc.
- Afecto neutro. Es un afecto cuya “existencia” sigue siendo debatida entre especialistas ya que se duda de que un individuo pueda sentirse neutral “porque siempre siente algo”, además de que la neutralidad no es un estado afectivo porque “el afecto debe tener valencia positiva o negativa”. De cualquier forma, es un afecto que tendría gran relevancia filosófica.
- Afecto restringido. El individuo muestra una gama limitada de afectos de forma que no expresa de forma diáfana sus emociones. Es un afecto común en trastornos mentales como la esquizofrenia o la depresión, además de ser habitual en personas inhibidas.
- Afecto superficial. Vinculado con el anterior, se caracterizaría por una reducción significativa en las respuestas emocionales apropiadas a situaciones y eventos.
- Afecto embotado o desdibujado. Se trata de otro afecto restringido o disminuido caracterizado por la falta de expresión emocional, reactividad y sentimiento: también se observa comúnmente en individuos con esquizofrenia y se evalúa a través de medidas como la expresión facial, la vocal y los gestos expresivos. Puede vincularse con el suicidio en estos pacientes.
- Afecto plano. Para algunos especialistas podría distinguirse de los precedentes caracterizándose por la total ausencia de afecto.
- Afecto inapropiado. Sería un tipo de afecto relacionado a los anteriores pero que se define de forma específica por su falta de congruencia con la situación vivida: por ejemplo, reírse al hablar de una situación desagradable o crítica.
- Afecto lábil. Vinculada en ocasiones a lesiones cerebrales, la labilidad emocional se refiere a cambios rápidos, a menudo exagerados, en el estado de ánimo, incluyendo expresiones exageradas como risas o llantos incontrolados. Por lo tanto, conlleva una variabilidad anormal del afecto, con cambios repetidos, rápidos y bruscos de la expresión afectiva.
Así mismo, para completar esta clasificación, los afectos también pueden agruparse en tres categorías distintas: afectos disfóricos (depresión, ansiedad, culpa, etc.), afectos eutímicos (normales) o eufóricos, que implican una sensación de bienestar patológicamente elevada.