“Un murmullo creciente de soledad y angustia puede oírse, a veces, en las secciones de libros de autoayuda. Las historias que esos libros cuentan no están lejos de la ficción”. Así se presenta el libro El murmullo. La autoayuda como novela, un caso de confabulación que forma parte de una tesis presentada por Belén Gopegui.
En él, la veterana escritora madrileña —“la mejor de su generación, aunque minoritaria y casi clandestina”, según decía Umbral hace unos años— ofrece un enfoque singular e innovador sobre los libros de autoayuda, un género de inmenso éxito editorial, pero frecuentemente vilipendiado por su supuesta debilidad conceptual y por ser considerado “un atajo” frente a la consulta del psicólogo, para no enfrentar problemas de salud mental cuyo origen, a menudo, no es “un problema individual, sino colectivo”.
La autoayuda como ficción ¿fantástica?

Entras en una librería sin objetivo fijo y acabas en la sección de autoayuda, donde se agolpan decenas de libros con títulos grandilocuentes que hablan sobre la felicidad, el mindfulness, el poder individual, la inteligencia emocional, la buena suerte, el éxito, etc. Y piensas cómo es posible que haya tantas personas que caigan en la tentación de creer que uno de esos libros puede cambiarles la vida.
Pero, solo por curiosidad, lees la contraportada de uno amarillo chillón firmado por una reputada psicóloga norteamericana que te ha llamado la atención. Y a medida que lees lo que ofrece se te olvida que la autoayuda es lo peor de lo peor, patrañas para lectores cándidos y crédulos que confían en teorías con dudosa base científica como las que desarrollan libros como “El Secreto”. Y le das una oportunidad al libro amarillo chillón con grandes letras negras. Imposible no comprarlo con ese diseño, por otro lado.
Y tras una semana de leerlo fervorosamente te sientes mejor, más fuerte, más de todo. Una semana después, ya un poco menos todopoderoso y resiliente, vuelves a la sección de autoayuda… buscando algo nuevo en lo que creer. Y así sucesivamente.
Belén Gopegui se adentró en el complejo género editorial de la autoayuda en su libro El murmullo publicado en Debate a principios de este año. Aprovechando una tesis en la que trabajó, la escritora madrileña trató de descifrar el éxito de este tipo de libros aplicando un singular enfoque. ¿Y si comenzamos a leer la autoayuda como si fueran novelas, como si fuera una ficción?
Fue así como Gopegui empezó a visualizar las historias tras las proclamas, los lemas y las listas de consejos. ¿Qué nos trata de contar el libro? ¿Quién es el protagonista? ¿A qué tipo de lector va dirigido? Tal vez así profundicemos mejor en las carencias que tratan de colmar esta clase de libros. Porque es evidente que existe un creciente “murmullo de soledad y angustia”.

Y ante la necesidad de alguien a quien escuchar, de algo en lo que creer, muchas personas prefieren buscar consejos, bien masticados, generalmente ajenos a cualquier complejidad conceptual, para sortear el drama cotidiano.
Pero para Gopegui los libros de autoayuda, o buena parte de ellos, al menos, se fundamentan en una idea equívoca: tratar de forma individual problemas que no son individuales. ¿O acaso la creciente ansiedad juvenil o las tendencias suicidas son problemas personales que deben tratarse a hurtadillas, en secreto, como si fueran vergonzosas taras que solo el propio individuo puede solventar… con su propio esfuerzo?
Porque, ya sabes, si quieres puedes, si lo deseas con todas tus fuerzas, lo conseguirás, el tiempo pone a cada uno en su sitio, lo que no te mata te hace más fuerte y así hasta el infinito, repitiendo lemas que no resisten un mínimo análisis racional… pero que siguen apareciendo día sí y día también en cualquier publicación en redes sociales… y más allá.
Para Gopegui, sin embargo, el éxito de la autoayuda esconde también un problema de confianza y de acceso a un conocimiento más sustancioso, el que probablemente alcance una persona en la consulta del psicólogo. Pero las terapias son caras y muchas personas optan por el “atajo” de la autoayuda, otro de tantos atajos que tomamos para no enfrentar la realidad.
La escritora madrileña, con su singular enfoque de repensar la autoayuda como ficción, considera que ha llegado el momento de dejar de tratar estos problemas como una cuestión individual, para organizarse y pensar en común, porque la enfermedad mental no se explica (solamente) por la deficiente gestión emocional del individuo, sino que a menudo tiene una fundamentación social y económica que, por supuesto, trasciende, y con mucho, la mayor parte de enfoques modestos (o insustanciales) de los libros de autoayuda
El libro de autoayuda: ¿héroe o villano?

Un estudio de la Universidad Erasmo de Róterdam publicado en 2007 trataba de abordar una de las claves de los libros de autoayuda. Porque, ¿ayudan los libros de autoayuda? Un análisis de los 57 libros más vendidos dentro del género en Países Bajos parecía dejar claro que el objetivo principal de sus compradores no era aliviar los síntomas de los trastornos psicológicos, sino mejorar las fortalezas y el funcionamiento personal con temas como el crecimiento personal, el estrés, la identidad o las relaciones personales.
Ad Bergsma, responsable del estudio, insistía en que las consecuencias positivas y negativas de la autoayuda son un tema descuidado en la psicología académica, “algo lamentable, porque los libros de autoayuda pueden ser el canal más importante, aunque no el más confiable, a través del cual las ideas psicológicas llegan al público en general”.
Porque el principal consumidor de los libros de autoayuda es la (atribulada) clase media, asunto que también abordó este pionero estudio publicado en el año 2000. En él, se involucró a un grupo de más de 250 estudiantes universitarios en la Encuesta de Actitudes de Lectura de Autoayuda. Y los resultados fueron sorprendentes… si mantenemos ese enfoque de libro de autoayuda como manual para lectores crédulos ansiosos por encontrar asideros para su desgraciada vida.
“Las personas con actitudes más favorables hacia la lectura de libros de autoayuda tenían mejores actitudes hacia la lectura en general, tenían una mentalidad más psicológica, tenían una orientación más fuerte hacia el autocontrol y reportaron una mayor satisfacción con la vida”.

En este sentido, la autoayuda y la biblioterapia se han integrado en diversos métodos psicoterapéuticos, ofreciendo resultados esperanzadores. Pero la diferencia, por supuesto, estriba en que la biblioterapia es dirigida por un profesional, aunque los libros a leer en la terapia pueden ser similares a los que el paciente pudiera escoger por sí mismo.
Tal vez, por lo tanto, el problema del libro de autoayuda empiece por su equívoca denominación que sugiere un proceso individual de ayuda que, a menudo, no es efectiva, especialmente cuando necesitamos consejo profesional de un psicólogo. Pero, al menos de momento, los libros de autoayuda no obligan a nadie a ser leídos a punta de pistola, pese a sus llamativas portadas.
La cuestión, por tanto, es saber “manejarlos” (solos o con ayuda de un especialista). Porque si no aprendemos a manejar —interpretar, inferir, leer— el contenido de un libro más o menos insustancial, mal vamos a manejar cosas un poco más complejas, y preferimos no poner ejemplos.
Entonces, el secreto tal vez esté en saber darle el uso adecuado: ver la autoayuda como una introducción a determinados ámbitos de la psicología, de la filosofía y otras disciplinas, sin olvidar, por supuesto, que la mayor parte de estos libros —muy jugosos a nivel editorial— no dejan de ser obras de divulgación sin más pretensiones —a pesar de sus grandilocuentes subtítulos— que entretener y orientar… como también hacen muchas novelas, ¿no?