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¿Sufres el trastorno de ansiedad social?

¿Tienes temor a hablar en público? ¿Evitas conocer gente nueva? ¿Sientes que los demás te observan y te juzgan? Si has presentado alguno de estos síntomas de forma continuada, tal vez sufras trastorno de ansiedad social, el tercer trastorno psiquiátrico más común y el más habitual entre los trastornos de ansiedad, tanto en adultos como en adolescentes. A continuación, exponemos sus principales desencadenantes y rasgos, así como los tratamientos más efectivos. 

Trastorno de ansiedad social: más allá de la timidez 

¿Sufres el trastorno de ansiedad social?
Hombre apoyado en una pared con gesto preocupado – Fuente: Pexels

El DSM-5 de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría —Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Fifth Edition, (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, quinta edición)— define el trastorno de ansiedad social (TAS) como el “miedo o ansiedad intensos que aparecen prácticamente siempre en relación a una o más situaciones sociales en las que la persona se expone al posible escrutinio por parte de otros”. 

El individuo temería actuar de una determinada manera o mostrar síntomas de ansiedad que puedan ser valorados negativamente por los observadores. Carolina Baeza Velasco, profesora titular de Psicopatología en la Universidad de París, añade que “ese temor puede llevar al sujeto a evitar las interacciones sociales impidiéndole desarrollar una vida normal generando muchas veces otras patologías”. 

Y en este último aspecto reside principalmente la diferencia del TAS con respecto a la timidez: la ansiedad a la interacción social perjudica notablemente el desempeño en ámbitos como el trabajo, los estudios, las relaciones sociales, la amistad o la propia familia. El DSM-5 agrega que el miedo, la ansiedad o la evitación deben estar presentes un mínimo de 6 meses

Además, el trastorno de ansiedad social podría dividirse en dos subtipos: el generalizado que se caracteriza por el temor a participar en diversas situaciones sociales y el no generalizado que se presenta en una o dos situaciones concretas, por ejemplo, hablar en público. 

Así pues, el TAS es un trastorno que se diferencia de la timidez, la cual puede ser un comportamiento habitual de una persona en determinadas situaciones, pero que no le afecte de forma considerable en su rutina diaria, siendo capaz de manejarlo.

Es decir, podemos detestar las comidas de trabajo, no soportar las fiestas multitudinarias o mostrarnos tímidos en reuniones familiares o con amigos, pero todo ello no supone sufrir un trastorno: no es más que un rasgo de la personalidad como cualquier otro, como la propia extroversión. 

Desencadenantes y relación con otros trastornos 

¿Sufres el trastorno de ansiedad social?
Mujer en una conferencia – Fuente: Pexels

Como sucede en otros trastornos de ansiedad, como la fobia específica, la agorafobia, o el TA por separación, el TAS surge a través de determinados desencadenantes. Algunos de los más comunes son los siguientes:  

  • Hablar en público 
  • Reuniones informales 
  • Acudir a fiestas 
  • Mantener una conversación con una persona no conocida 
  • Comer o beber en público 
  • Escribir en público 

Por otro lado, resultan interesantes los considerables estudios que ponen en relación el TAS con algunos trastornos de personalidad con los que comparte causas y sintomatología, como el trastorno de personalidad por evitación, de personalidad dependiente, el trastorno esquizoide, el histriónico o el propio trastorno de personalidad antisocial.  

Síntomas del trastorno de ansiedad social 

¿Sufres el trastorno de ansiedad social?
Mujer mira fijamente a la cámara en una cafetería – Fuente: Unsplash

Buena parte de los síntomas asociados al TAS se vinculan a lo que comúnmente entendemos por “estar nervioso”, pero conviene matizar y recordar que para que una situación de ansiedad pueda convertirse en patológica debe ser recurrente durante al menos 6 meses, interfiriendo de forma directa en la rutina diaria, especialmente en ámbitos académicos o laborales. A continuación, citamos las síntomas y rasgos más comunes del trastorno de ansiedad social. 

  • Tartamudez o temblor en la voz 
  • Temblor en las manos y/o en los pies, agarrotamiento y tensión muscular 
  • Rubor 
  • Transpiración profusa, especialmente en las manos 
  • Molestias gastrointestinales 
  • Escalofríos 
  • Tics nerviosos
  • Temor a tener esos síntomas físicos y que los demás “noten” que estamos perdiendo el control sobre la situación 
  • Evitar determinadas actividades por miedo a sentir una crisis de ansiedad 
  • Evitar a toda costa situaciones en las que se prevea ser el centro de atención 
  • Esperar las peores consecuencias de la participación en una situación social 
  • Análisis concienzudo del comportamiento tras participar en un evento social, identificando “fallos” y proponiendo soluciones. Estos autoanálisis pueden ser tan puntillosos que lleven a crear todo un plan para afrontar esas situaciones temidas: son las conductas de seguridad que incluyen, desde posiciones físicas como meter las manos en los bolsillos, a sentarse atrás en las clases, pasando por ingerir alcohol o ansiolíticos. 

Causas del trastorno de ansiedad social 

Síntomas del trastorno de ansiedad social 
Mujer con gesto nervioso – Fuente: Pexels

Pese a tratarse del tercer trastorno psiquiátrico más común —según se extrae del estudio de Ollendick y Hirshfeld-Becker publicado en Biological Psychiatry en 2002—, fue a partir de la década de los 80 cuando comenzó a ser estudiado de forma independiente a otros TA y otros trastornos de la personalidad vinculados, siendo aún “subdiagnosticado y subtratado” según señala Baeza Velasco en su artículo publicado en Cuadernos de Neuropsicología

Por lo tanto, el germen que explica el surgimiento del TAS aún permanece en estudio, citándose las siguientes causas como las más comunes:


  • Influencias genéticas. El propio estudio de Ollendick y Hirshfeld-Becker considera que los trastornos de ansiedad suelen tener un importante componente hereditario, aunque es un aspecto que sigue en fase de estudio. 
  • Estructura del cerebro. Diversos estudios como el elaborado por varios investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid implican al complejo amigdalino del cerebro humano con los trastornos psiquiátricos, particularmente con los trastornos de ansiedad. El núcleo amigdalino incluye la denominada “red del miedo”, unas estructuras neurológicas que intervienen en el manejo del miedo y la propia ansiedad que deriva del mismo. En este sentido, la norteamericana Clínica Mayo sugiere que las personas con un núcleo amigdalino “hiperactivo” pueden tener una respuesta exacerbada ante el miedo aumentando la ansiedad en situaciones sociales. 
  • Factores ambientales. Más allá de los factores genéticos y neurobiológicos se situarían las causas ambientales, el entorno, que podría influir en la consolidación del TAS debido, por ejemplo, a la educación recibida, las relaciones sociales, las amistades, la influencia y/o sobreprotección familiar o un hecho traumático que actuase de desencadenante definitivo del trastorno. 
  • Características personales. El temperamento y la personalidad también pueden influir en la aparición del TAS. Pero, aunque una persona tímida pueda tener más posibilidades de desarrollar una patología de ansiedad, también puede suceder en personas extrovertidas que sufran un acontecimiento traumático que les impida afrontar con normalidad determinadas rutinas diarias 

Trastorno de ansiedad social: tratamientos 

¿Sufres el trastorno de ansiedad social?
Tres mujeres hablan en público – Fuente: Pexels

Como sucede con otros trastornos de ansiedad, de personalidad o de conducta alimentaria, la terapia cognitiva conductual (TCC) está ofreciendo tratamientos esperanzadores para minimizar el impacto del TAS en los pacientes.  

Desde los años 90 se han desarrollado numerosos ensayos que parten de un aspecto común en este trastorno como señala el estudio de la Adult Anxiety Clinic of Temple University de Filadelfia: “Los individuos socialmente ansiosos desvían sus recursos atencionales hacia una representación mental, interna, de sí mismos, tal como se contemplaría desde la perspectiva de un miembro del público o de un observador. Sin embargo, esta representación mental de sí mismo constituye una visión distorsionada, basada en interpretaciones negativas de señales internas”. Dicho de otra forma: una persona ansiosa cree que todas las demás personas lo son y analizan a los demás según sus estrictos estándares de actuación social… cuando no es así. 

“Esa hipervigilancia aumenta la probabilidad de que se detecten señales negativas o que estímulos ambiguos se interpreten como negativos” lo que aumenta el temor convirtiendo las interacciones sociales en un círculo vicioso de ansiedad creciente hasta desembocar en una crisis de ansiedad. 

Así las cosas, la terapia cognitiva conductual trata de cambiar los sistemas disfuncionales de creencias y los patrones de evitación conductual exponiendo a los pacientes a situaciones sociales que se teman o se evitan, pero siempre de una forma controlada por los propios terapeutas: “Con el fin de desarrollar una sensación de dominio y mantener la ansiedad en un nivel tolerable, se instruye a los pacientes para que empiecen a exponerse a situaciones sociales provocadoras de ansiedad”. 

Así mismo, las TCC abogan por evitar en la medida de lo posible las conductas de seguridad antes referidas que impiden que los pacientes afronten interacciones sociales “sin un esfuerzo especial”. 

Como métodos complementarios a la terapia cognitiva conductual se aplican con relativo éxito otras técnicas como la reestructuración cognitiva —que ayuda a recusar las creencias desadaptativas y disfuncionales—, las técnicas de relajación, así como el entrenamiento básico de habilidades sociales, como la asertividad.



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