La sexta temporada de La isla de las tentaciones llega a su fin y toca recapitular. Porque, a pesar de que no ha logrado tener los índices de audiencia de las primeras temporadas, se ha mantenido como un formato relevante para Mediaset y para millones de fieles que han seguido las evoluciones de las parejas protagonistas.
Y esta edición ha estado marcada, entre otros factores, por la actitud ambivalente de algunos participantes que se mostraban deprimidos y melancólicos de día y revolucionados y eufóricos de noche. ¿Tan delgada es la línea que separa la fidelidad del engaño? Una psicóloga responde sobre estas insólitas situaciones en las relaciones de pareja.
Las fases de la infidelidad y el mito del amor romántico
En este artículo, la psicóloga y Máster de Actualización en Intervención Psicológica y Salud Mental Marina Pinilla destaca diez fases por las que pasa la infidelidad, destacando especialmente la tercera que hace referencia a los mitos del amor romántico, una de las principales causas de buena parte de los problemas “clásicos” de pareja.
Debido a este ancestral constructo cultural del amor más idílico como eje de una relación interpersonal íntima, las parejas, a menudo las más jóvenes y/o sin gran experiencia emocional, tienden a valorar cualquier situación desde un punto de vista extremo: lo bueno es inolvidable y lo malo una pesadilla.
En este sentido, se tiende a buscar en la pareja un ideal difundido con gran éxito por la literatura y el cine romántico con términos y frases hechas de gran repercusión como “media naranja”, “flechazo”, “los polos opuestos se atraen”, “amor a primera vista”, “el amor puede con todo”… y la propia “fidelidad”.
Pero la realidad (antropológica, no literaria) de las relaciones interpersonales está mucho más alejada de lo que cabría esperar de estos mitos del amor romántico. Así lo atestiguan los investigadores: en la mayoría de las sociedades primitivas estudiadas “las relaciones extramatrimoniales y prematrimoniales entre hombres y mujeres eran completamente libres”.
De hecho, para el popular psicoterapeuta estadounidense Nathaniel Branden, “en las culturas primitivas la idea del amor romántico no existía en absoluto y los vínculos individuales apasionados eran evidentemente vistos como una amenaza a los valores tribales y a la autoridad tribal”.
Tal vez porque el exceso de pasión suele ser la antesala de comportamientos poco racionales en el ser humano que no benefician ni a los que los presentan ni a su entorno social. Por supuesto, tampoco hay que olvidar que los métodos que usaba la autoridad tribal para acabar con los apasionamientos no tolerados, a menudo, no eran muy diplomáticos.
Pero en nuestra moderna sociedad occidental el amor romántico es el no va más y sigue vendiéndose más que bien como uno de los grandes objetivos vitales. Y de las inabarcables contradicciones del amor romántico en su versión más literaria viven buena parte de estos realities como La isla de las tentaciones que se inspiran en algo muy simple y a la vez muy sustancioso para generar un conflicto emocional en los participantes: exprimir los mitos del amor romántico presentado a las parejas participantes “tentaciones” nocturnas poniendo a prueba la “solidez” de una relación a través del respeto por la fidelidad de la misma.
¿Serán capaces estos chicos y chicas de “resistir” a los tentadores amparados en la fuerza del amor que se supone sienten por su pareja? Pues unos mejor que otros.
De las lágrimas a la infidelidad y de la infidelidad a las lágrimas
Uno de los participantes más recordados de esta sexta edición es Adrián, que entró como pareja de Naomi, pasando buena parte del programa como una actitud ambivalente que se vincula a ese errático comportamiento emocional: triste de día, infiel de noche.
¿Por qué? ¿Por qué tantas lágrimas para luego terminar rompiendo la supuesta confianza de tu pareja? Esta actitud es una combinación de diferentes factores, entre los cuales no se pueden descartar el propio formato del programa que alienta el descontrol emocional de sus participantes, “dando donde más duele” a través de videos en los que los participantes sufren al ver a sus parejas en actitudes más o menos cercanas a los tentadores.
Entonces llega el clásico dilema: si mi pareja se lo está pasando bien, ¿por qué no puedo yo también “pasármelo” bien? Y, mientras fuera del programa, en el mundo real, esa búsqueda de pasárselo bien no sería tan sencilla, puesto que existen obligaciones que cumplir, ya sea trabajo o estudios, en La isla de las tentaciones el escenario está perfectamente diseñado para que las parejas más dudosas y/o débiles a nivel emocional tengan todo lo que necesitan a mano para poder pasarlo lo mejor posible: nada que hacer salvo ir de fiesta con chicos y chicas que harán lo que sea por seducirte. Como en el mundo real, ¿no?
No obstante, y pese a la situación del todo incomparable con lo que puede darse en un escenario “real”, es evidente que actitudes como la de Adrián y Naomi o David y Elena exponen comportamientos habituales en las relaciones interpersonales: celos irrefrenables y traiciones de compromiso.
De alguna forma, los que terminan por ceder a las tentaciones, se someten a uno de los elementos más polémicos del amor romántico: la “prohibición” de sentir atracción por otra persona al estar en pareja. Algo a todas luces ridículo pero que sigue alimentando problemas sentimentales en millones de parejas en todo el mundo: es perfectamente normal sentir atracción (física y/o intelectual) por otra persona, aunque estemos en pareja, incluso aunque estemos perdidamente enamorados de una pareja.
El problema es otro. ¿Qué tipo de compromiso tengo con mi pareja? ¿Está aceptado o no consumar relaciones íntimas con otras personas? Si la respuesta es “no”, el compromiso debe anteponerse a la (supuesta) tentación… o atenerse a las consecuencias. Si tenemos un adecuado equilibrio emocional, de hecho, no tiene por qué presentarse ningún dilema ni sufrimiento: sentir atracción por otra persona es normal, y no ir más allá, también.
Pero si nos empezamos a hacer preguntas como las que señala la psicóloga Marina Pinilla, empiezan los problemas: si estuviese enamorado de verdad, no tendría esta conexión; si le quisiese, no me atraerían otras personas, etc. Y a la noche siguiente, otra vez delante de esa persona que “tiene todo lo que le falta a mi pareja”.
Y a morder la manzana para llorar al día siguiente por el temor a perder “el amor de tu vida”, un amor seguro que siempre está ahí, frente a la aventura de adentrarse en una nueva relación que nos acerque un poco más al amor ideal… ese cliché que solo existe en las grandes novelas románticas y en aquellas películas de la sobremesa de los domingos en Antena 3.