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Josep Fontana, el historiador que proponía "seguir luchando" para cambiar las cosas

Referente de varias generaciones, de formación marxista, crítico implacable con la Transición española y experto en el catalanismo popular, entre otras cuestiones, ha muerto este martes a los 86 años. Deja escrita una obra monumental y una visión del mundo siempre a contracorriente de la hegemonía neoliberal que se ha impuesto en las últimas décadas. Militó en el PSUC y era un firme partidario del derecho a la autodeterminación de Catalunya, si bien había advertido de la imposibilidad de lograr la independencia que propugnaban algunos sectores soberanistas.

La exconsellera d'Assumptes Socials Dolors Bassa. EFE/Archivo

"Los historiadores debemos enseñar a la gente a pensar por sí misma..." Esta frase, extraída de la entrevista que concedió a Público en diciembre de 2016, resume la función social que Josep Fontana concedía a su profesión.

El historiador, nacido en Barcelona en 1931, ha fallecido este martes en la capital catalana después de una larga enfermedad, convertido en un referente para varias generaciones y después de haber obtenido numerosos reconocimientos a una trayectoria y una obra marcada por el rigor y la disidencia, siempre crítica con los poderes dominantes.

De ideología marxista, Fontana ha sido un crítico implacable con la Transición española, se ha situado siempre al lado de los movimientos populares de base ("a mí lo que me interesa es la gente, el conjunto de la sociedad. Mis entusiasmos se han producido en los momentos de calor colectivo, cuando vivos en medio de la gente sintiendo lo mismo", dijo a Nación Digital) y si bien ha sido un firme partidario del derecho a la autodeterminación de Catalunya, los últimos años se había mostrado muy escéptico con las posibilidades de lograr una independencia a corto plazo. Reflexiones que el tiempo no ha hecho más que confirmar.

Fontana estudió Filosofía y Letras con especialización en Historia en la Universidad de Barcelona (UB), donde terminó sus estudios en 1956. Años más tarde, en 1970, se doctoró en historia, también en la UB.

Alumno y discípulo de Jaume Vicens Vives, Ferran Soldevila y Pierre Vilar su producción reúne una veintena de libros, que abarcan fundamentalmente desde el siglo XIX hasta el XXI y ayudan a entender Catalunya, España y el mundo. Su última obra nueva, la monumental El siglo de la revolución, muestra esta vocación de explicar lo que sucedía en el mundo, ya desarrollada largamente en Por el bien del imperio. Una historia del mundo desde 1945.

El historiador Josep Fontana recibió, en 2006, de manos del entonces presidente de la Generalitat Pasqual Maragall la Creu de Sant Jordi. E.P.

El historiador Josep Fontana recibió, en 2006, de manos del entonces presidente de la Generalitat Pasqual Maragall la Creu de Sant Jordi. E.P.

Experto también en estudiar, y divulgar- las raíces populares del catalanismo, en 2014 publicó La formación de una identidad. Una historia de Catalunya, un libro que entre otras cuestiones repasa los últimos cinco siglos y muestra la voluntad de pervivencia del pueblo catalán como sujeto con personalidad propia.

Más allá de la producción bibliográfica, también desarrolló la labor de divulgación a través de la docencia, ya que fue profesor en las universidades de Barcelona, ​​Valencia, la UAB y la Universidad Pompeu Fabra (UPF), además de fundar y dirigir durante diez años el Institut d'Història Jaume Vicens Vives, vinculado a la UPF.

Paso por el PSUC durante la dictadura

Crítico con los partidos tradicionales, Fontana nunca tuvo un cargo público, pero sí fue una persona activa políticamente, a través de artículos y libros. Durante la dictadura, militó en el PSUC, afiliación que abandonaría en 1980 y, posteriormente, en 2015 formó parte de la candidatura de Barcelona en Comú a las elecciones municipales, que llevarían a la alcaldía Ada Colau.

Sobre este hecho, en la entrevista a Público explicó que "yo apoyé a Colau, pero no tengo nada que ver, no tengo ninguna relación. Sólo me pareció que, en aquel momento, era una opción correcta -aunque parecía absolutamente imposible que ganara-, y no me arrepiento. No quiero juzgar los errores que, evidentemente, también ha cometido su equipo. Pero, entre esto y un gobierno municipal Trias, yo no tenía dudas".

En cuanto al ingreso en el PSUC en 1957, en una entrevista a Crític comentó que "en aquellos momentos, la razón para hacerlo era evidentemente la situación vigente del franquismo. Era lógico apuntarse a cualquier cosa que implicara un esfuerzo para liquidarlo, y el PSUC era la fuerza más eficaz. Además, tenía un programa que sostenía principios sociales que me parecían bien, junto a otras cuestiones como el derecho a la autodeterminación. [... ] Seguí en el PSUC hasta que terminó el franquismo, pero los partidos de la época de la clandestinidad se acomodaron, se apuntaron a un tipo de política parlamentaria diferente, y aquello ya no me interesó. Una cosa era la militancia en el 57 y la otra era la situación a finales de los setenta".

Lejos del relato edulcorado hegemónico durante más de tres décadas (y que sólo se ha roto en los últimos años), Fontana fue muy crítico con la Transición que, con todo, definía como un "movimiento necesario". Para él, "el problema es que algunos de sus protagonistas principales, y es un reproche tanto para Felipe González como para Carrillo, en realidad no estaban dispuestos a defender los mismos principios por los que habían llevado a la gente a luchar desde la clandestinidad".

Realismo frente al independentismo exprés

En los últimos años, Fontana no se había cansado de advertir en las muchas entrevistas que concedía (conversaciones que alargaban el tiempo fuera necesario) que la independencia exprés y relativamente fácil que prometían algunos de los líderes del soberanismo no era factible, un relato criticado por el independentismo más hiperventilado pero que la realidad no ha hecho más que avalar.

En este sentido, en declaraciones a Público, el historiador atribuía la emergencia del independentismo como eje central de la política catalana a una reacción de la gente "contra el mal gobierno". "Y la gente siente que ese mal gobierno es el mal gobierno que les viene de fuera", añadía.

En 2016, en Crític, dudaba de que una declaración unilateral de independencia provocara una ruptura real con el Estado español: "De acuerdo, y a partir de ese momento ¿qué haces? ¿Cómo ocupas las fronteras? ¿Con los Mossos, que en teoría son fuerzas dependientes del Ministerio del Interior y que, como el 6 de octubre del 34, se pueden encontrar que les llaman la atención y les dicen que tienen que obedecer las autoridades de Madrid? Companys fue más sensato y no declaro la independencia: declaró la República catalana dentro de un Estado federal en unos momentos en que estaba convencido, o lo habían convencido, de que había un movimiento revolucionario en toda España que se apoderaría del Gobierno en Madrid, y que dentro de este se crearía un Estado federal. Ahora dicen: declararemos la independencia ¿y cuánto tiempo hará falta para que la Guardia Civil entre el Palau de la Generalitat y se los lleve a todos? Si tú quieres hacer algo por la fuerza, de acuerdo; pero para eso tienes que comenzar a pensar que tienes que empezar a montar guerrillas, porque que no te dejarán, porque eres una pieza demasiado importante del rebaño global del Estado como para que te dejen marchar así".

Para él, la situación de entonces "es una situación que hace 500 años que arrastramos". La receta que proponía era que "necesitamos luchar y pugnar y tratar de obtener cosas. Mi sentido de historiador no me permite mantener este tipo de ilusiones idílicas; pienso que lo que hay que hacer es seguir luchando. [...] Llevamos 500 años, por lo que nos queda tiempo por delante. Lo que no nos ha faltado, y esto es importantísimo, es la voluntad de hacerlo, la voluntad de ser nosotros mismos".

Como ocurría con el modelo socioeconómico imperante, Fontana no se mostraba optimista pero tampoco dejaba lugar a la desesperanza, el camino siempre era seguir luchando y depositaba el grueso de sus esperanzas en la gente, en los movimientos populares, más que en las instituciones.

Tampoco confiaba en que hubiera ningún tipo de intervención de la UE favorable a los intereses soberanistas, como manifestó a Nación Digital: "Hay quien dice que Europa influirá sobre Madrid. Hasta ahora, Europa no ha mostrado ningún deseo a meterse en un problema que podría multiplicar los problemas internos de otros Estados. Esta cosa mágica de pensar que esto se puede conseguir fácilmente no la entiendo. [...] Yo entiendo la ilusión de la gente y lo que me angustia es pensar, si esto termina en frustración, en qué efectos puede tener sobre la gente y sus aspiraciones. Pero eso no quiere decir que tengamos que resignarnos. Yo creo que hay que seguir luchando". Para Fontana sólo un pacto, "una situación inviable aquí", o tener la fuerza suficiente para imponerse, o dicho con otras palabras, una guerra, podían conducir a la independencia a corto plazo.

Crítico con el corriente historiográfica que a raíz del derrumbe de la Unión Soviética pronosticaba el fin de la historia y con la hegemonía neoliberal que ha vivido Occidente las últimas décadas y que han supuesto un incremento de la desigualdad, Fontana propugnaba directamente "cambiar la forma cómo funciona el conjunto de la sociedad" para revertir este proceso, lo que implicaba -entre otras cuestiones- poner el foco" en los impuestos -que es lo que permite dar servicios sociales- y los salarios. o actúas sobre esto o todo lo demás son cataplasmas ".

Distinguido con la Creu de Sant Jordi, en 2006, y con el Premi Nacional a la Trajectòria Professional i Artística en 2007, Josep Fontana ha participado de los debates abiertos de Público en Espacio Público. El último, durante la conmemoración del centenario de la revolución de 1917 del pasado octubre, donde el historiador analiza los errores y aciertos del proceso revolucionario en la Unión Soviética.

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