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¿Ya tienen su gorro de papel de plata? por Ana Pardo de Vera
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Dice Gabriel Le Senne, que se define católico y liberal sin que le explote la cabeza, que el problema de la despoblación es “cultural”. Sí, sí, “cultural” porque la Agenda 2030 se está cargando la natalidad. Atentos y atentas, porque creo que es importante conocer bien a quienes ya nos gobiernan. Dice el ínclito presidente del Parlament de las Illes, literalmente: «El feminismo radical de tercera ola y la ‘violencia de género’ [entre comillas, porque ya saben que para Vox no existe tal cosa], la ‘violencia de género’ discrimina a la mitad de la población simplemente por su sexo. Termina con la igualdad ante la ley y la presunción de inocencia. Disuade de formar matrimonios y contribuye a destruir familias, reduciendo así los nacimientos» ¿Qué les parece? Las y los feministas destruimos familias por nuestro empeño en que hombres y mujeres tengan los mismos derechos y oportunidades. Por nuestra cabezonería al pedir que a las mujeres no las maten, las violen, las acosen, las torturen o las maltraten.
Hay más: «El adoctrinamiento LGBTI está elevando los porcentajes de niños homosexuales y trans (...) Al mismo tiempo se hipersexualiza a los niños, a través de una educación sexual concebida para animar a la promiscuidad prematura, y, en general, mediante un ambiente cultural inmoral».
¿Quién “hipersexualiza” a niños y niñas? ¿Los curas pederastas de colegios católicos, el porno indiscriminado que empieza a verse a los ocho años gracias a la protección neoliberal de un negocio salvaje, la criminalización de los colectivos LGTBI+, la negación de la violencia machista ... ?
Seguimos con el delirio de Le Senne y sus culpables de la crisis demográfica: «El aborto, por supuesto, es indispensable para asegurar que esa frenética actividad sexual banalizada no tendrá consecuencias indeseadas. Por eso lo defienden con furia irracional, sin importar las vidas destruidas (...) El catastrofismo ecologista, exagerando las consecuencias de un cambio climático que siempre ha existido, y que se atribuye arbitrariamente al hombre y a un gas no contaminante (...) La inmigración de millones de musulmanes a Europa, facilitada al margen de la ley (...) y que evidentemente no contribuye a tener hijos, sino todo lo contrario».
¿Qué me dicen? Es un buen resumen de lo que nos espera, ¿no? Pues solo es la puntita del iceberg. Pero yo, hoy, tengo una buena noticia que dar a la ultraderecha negacionista: hay esperanza para paliar la crisis demográfica y no pasa por cargarse el planeta, mandar a misa a los niños y niñas, pisotear los derechos de las mujeres, homosexuales, transexuales, ... y otros colectivos. Se llama inmigración y la explicaba exhaustivamente esta semana en ‘La Vanguardia’ un informe del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Qué cosas, ¿verdad? La inmigración puede salvarnos y nosotros dejando ahogarse en el Mediterráneo a miles y miles de personas que podrían salvar el país, mientras tres potencias occidentales, EE.UU, Francia y Canadá, han tratado de rescatar durante días y días un batiscafo desaparecido con cinco ricos dentro haciendo turismo de riesgo. Qué cosas.