Este artículo se publicó hace 4 años.
AragónCuenta atrás de Yesa: tres años para llenar un macropantano cuyas laderas se mueven
El Ministerio de Medio Ambiente sigue adelante con las obras de lo que será el mayor embalse del Pirineo pese a que los informes oficiales admiten que las faldas de las montañas que inundará, que deberán soportar la presión de más de mil millones de toneladas de agua, llevan siete años moviéndose y que un deslizamiento de 2014 sigue agrietando sus suelos.
Zaragoza-
Del proyecto de recrecimiento del pantano de Yesa para convertirlo en el mayor embalse del Pirineo se han dicho muchas cosas, algunas de ellas inquietantes como que la presa se asienta sobre una falla, tal y como reveló el estudio de impacto ambiental; que su presupuesto tiene un algo de pozo sin fondo al haberse cuadruplicado mientras la fecha de finalización se pospone una y otra vez; que sus laderas son inestables, y que esa inestabilidad es la causa principal del encarecimiento y el retraso, que un eventual colapso provocaría una catástrofe que arrasaría la ribera del Aragón y del Ebro engullendo pueblos enteros y que, por último, el Ministerio de Transición Ecológica, que es el mismo que impulsa esas obras iniciadas en 2000, avala la explotación de una mina de potasas que horadará 1.700 hectáreas en sus inmediaciones.
La inestabilidad de la ladera derecha, en la que hace unos años tuvieron que ser desalojadas dos urbanizaciones al agrietarse el suelo sobre el que se asentaban como consecuencia de las obras, acaba de ser ratificada por un informe del área de Seguridad de Infraestructuras y Geotecnología de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) que aporta a los trabajos de seguimiento iniciados en 2013 dos datos llamativos: la ladera derecha lleva moviéndose desde finales de 2012 y un deslizamiento de marzo de 2014 sigue provocando desprendimientos y agrietamientos en esos suelos más de un lustro después y tras haber acometido varias actuaciones de saneamiento.
El dictamen, fechado a mediados de este mes de enero y centrado en la ladera derecha, concluye que "no tiene movimiento significativo", que este, aunque existe, es "extremadamente lento" y que "no se han encontrado circunstancias que hayan cambiado las condiciones de estabilidad de la ladera en su conjunto". Y, sobre los ‘rebotes’ detectados casi seis años después, indica que "no tienen trascendencia para estabilidad global de la ladera ni para la seguridad de la presa y su embalse".
“Movimientos locales puntuales” no descartables
No obstante, admite que no es descartable "que puedan existir en un futuro movimientos locales puntuales" relacionados con las maniobras de llenado y vaciado del embalse, cuya capacidad pasaría de 447 hectómetros cúbicos de agua a 1.080, lo que supone un aumento de peso de 633 millones de toneladas para superar el millar, una magnitud susceptible, según los expertos, de alterar los equilibrios geológicos de la zona.
El estudio añade que esos movimientos, que también pueden darse por "los efectos de la lluvia", no afectarían "previsiblemente a las condiciones de seguridad de la globalidad de la ladera", aunque recomienda adoptar una serie las "medidas de sostenimiento previstas" para "reforzar la estabilidad de la ladera", consistentes en construir muros de contención, en asegurar el terreno con anclajes de cables, en abrir galerías de drenaje y en colocar "una pantalla continua de impermeabilización" en la ladera derecha.
"Todas las laderas registran cierto movimiento, aunque sea imperceptible", señalan fuentes de la CHE, que anotan que "nunca se puede registrar un movimiento cero". "En el caso de Yesa –añaden–, y según la clasificación internacional de movimiento, [el de] su ladera se corresponde con el umbral más bajo, denominado como extremadamente lento".
Las mismas fuentes confirmaron que, en cualquier caso, el Ministerio de Transición Ecológica mantiene sus previsiones de dar por finalizadas las obras en octubre de 2023, una vez esté acabado el dique de cola en el río Esca que debe proteger el casco urbano de Sigüés de las crecidas del río Esca tras el recrecimiento.
Esas previsiones incluyen que a partir de entonces comiencen las pruebas de llenado y vaciado del embalse recrecido, que habitualmente consisten en llenarlo hasta la mitad de la altura de la presa, en este caso la nueva de 26 metros y 3,2 millones de metros cúbicos, para después vaciarlo antes de llenarlo por completo y desembalsarlo de nuevo para, a partir de ahí, iniciar su explotación. Siempre que el comportamiento de las laderas (la izquierda registró deslizamientos en 2006) no aconseje otra opción, claro.
“Lo que dicen los datos es que la ladera se mueve”
Sin embargo, los movimientos del terreno provocan preocupación en el entorno del embalse. "Me llama la atención ese concepto de ‘normalidad’ que utiliza la CHE", señala Miguel Solana, portavoz de la Asociación Río Aragón, para quien "se ha demostrado que el terreno es inestable y no pueden asegurar que esa inestabilidad no vaya a aumentar en el futuro. De hecho, llevan desde 2006 resolviendo unos problemas que, en realidad, no dejan de crecer".
Coincide en el criterio con Antonio Casas, geólogo y profesor del departamento de Geodinámica Interna de la Universidad de Zaragoza. "La ladera no está en equilibrio. Lo que sale de esos datos es que se está moviendo, que en algunos puntos alcanza una velocidad de dos milímetros al mes, y que lo sigue haciendo pese a las medidas que han ido tomando", explica.
"El problema está en la interpretación que hacen de los datos, con la que ocultan la situación real"
"El problema está en la interpretación que hacen de los datos, con la que ocultan la situación real, que no es admisible para una obra pública vulnerable", anota. "Sabemos que estos movimientos geológicos tienden a acelerarse, pero no sabemos cuándo van a hacerlo, si en cuatro días o en cien años", añade.
“La inestabilidad aumentará con el llenado”
Ambos llaman la atención sobre los imprevisibles efectos de un eventual llenado del pantano, que elevaría en más de veinte metros la actual lámina de agua además de apoyar más de medio billón de kilos sobre una superficie de 480 hectáreas y sobre esas faldas.
"No quieren asumir que hay riesgos y que esos riesgos pueden desencadenar un evento catastrófico", indica Solana, ya que "las laderas son inestables, y esa inestabilidad va a aumentar conforme le pongas más peso encima. Además, no va a ser un volumen de agua fijo sino variable".
Casas, por su parte, lamenta que "el nuevo informe no se atreve a proponer que se paralicen los trabajos para replantearlos" cuando "desde que comenzaron las obras aquello va de mal en peor y no quieren admitir que la causa son las propias obras".
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