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Celebraciones pandémicas: entre la precaución y el desfase colectivo

El final de las competiciones deportivas augura concentraciones multitudinarias en torno a unos colores. La importancia de celebrar en comunidad colisiona con los rigores de la prevención en plena alerta por los rebrotes.

La afición cadista se entrega a la algarabía tras la consecución del ascenso a Primera.
La afición cadista se entrega a la algarabía tras la consecución del ascenso a Primera.- EFE

La proeza nos distingue y sulibeya. Nada como la gloria para reivindicar nuestra propia identidad como individuo o colectivo. La posibilidad de festejar un éxito, voltear una bufanda en pleno mes de julio y proceder al cántico vespertino son, o han sido, pequeñas válvulas de escape legitimadas por la sociedad. Como si por un día nos concediésemos esa licencia, el extraño privilegio de procesionar en mitad de la calzada junto a cientos de los nuestros, coreando hazañas pretéritas, provistos de bengalas, expeliendo todo tipo de secreciones en mitad de la noche. 

Bella estampa. Sin duda. Bella y peligrosa estampa en tiempos de pandemia. No debe ser fácil contener todo ese fulgor, reprimir la inmensa dicha del éxito con un tímido hurra desde el balcón de casa. No es lo mismo. Ahora bien, ¿cómo gestionar ese derecho a la bulla con los rigores preventivos en plena alerta por los rebrotes?, ¿es posible entregarnos a la algarabía triunfal preservando la asepsia reglamentaria?, ¿celebrar es un mero capricho o es algo que nos define como individuos sociales?

"El fútbol es un deporte ancestral por sí mismo, es la sustitución moderna de formas de conflicto o representaciones en algunos casos bélicas y en otros folclóricas, como cuando un poblado se desplazaba a otro para realizar allí una suerte de danza colectiva", apunta Mariano Urraco, antropólogo y profesor en la UDIMA. Como lo oyen, los primeros homínidos y sus exhibiciones coreográficas a domicilio, quedan hermanados, a través de los siglos, con ese otro pelotón de hinchas jurando fidelidad a un escudo mientras señalan el cielo con sus manos (o sus cachis de cerveza).

"La posibilidad de fundirse en una identidad más general, como puede ser un equipo de fútbol, permite ser algo más, pertenecer a un colectivo, de tal forma que si no puedes asistir a un campo o no puedes celebrar una victoria, la experiencia queda muy limitada", agrega Urraco. Se podría decir, por ende, que sin celebraciones tanto dentro como fuera del campo, el fútbol pandémico no deja de ser un sucedáneo. Una sombra de lo que algún día fue. 

"Ante todo, conciencia social"

"No veo que sea mucho menos divertido. No es necesario juntarse 5.000 personas para celebrar un ascenso. Se puede celebrar de diez en diez. Y mucho menos necesario es juntarse las 5.000 personas sin medidas de protección. No hay que abrazarse demasiado, hay que mantener la distancia o usar mascarilla". Con estas palabras censuraba este martes Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, el alboroto que la afición cadista tuvo a bien organizar a modo de celebración tras la consecución del ascenso a Primera División. 

El tirón de orejas de Simón responde, como no podía ser de otro modo, a una lógica preventiva cuya pertinencia y razón de ser está fuera de toda duda. La emergencia sanitaria debe prevalecer ante cualquier tipo de euforia colectiva. Ahora bien, ¿podemos prescindir de ella de forma permanente? Alba Colombo, experta en sociología de la cultura y profesora de la UOC, lo tiene claro: "Ante todo debe haber conciencia social, no es el momento para este tipo de celebraciones multitudinarias, pero al mismo tiempo no podemos obviar que necesitamos de ellas, el confinamiento nos ha evidenciado que son cada vez más necesarias para nosotros, que debemos ir recuperándolas". 

Se trata, a fin de cuentas, de introducir pequeños paréntesis existenciales. El fútbol, con sus duelos y sus euforias más o menos controladas, es, ante todo, un generador de identidad al por mayor: "Vestir una camiseta o festejar una victoria con miles de iguales es pasar a integrar una comunidad mayor, dejar de ser quien eres durante un rato; celebrar una victoria sólo en el salón, delante del televisor, limita y mucho la experiencia futbolística", agrega Urraco. El tiempo dirá si el fútbol volverá a ser lo que fue. De momento, a celebrar de diez en diez.


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