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Coronavirus México Violencia y coronavirus: la cuarentena en países donde los asesinatos son la pandemia

México mantiene el número de asesinatos, en Honduras se han reducido levemente mientras que El Salvador y Guatemala registran un fuerte descenso en la violencia homicida. Hasta el momento la violencia homicida mata más que el coronavirus en estos países.

Un paramédico, con traje y máscara protectora, se encuentra junto a una ambulancia que transporta a un hombre sospechoso de estar infectado con la enfermedad por coronavirus en Ciudad de México, | REUTERS / Luis Cortes
Un paramédico, con traje y máscara protectora, se encuentra junto a una ambulancia que transporta a un hombre sospechoso de estar infectado con la enfermedad por coronavirus en Ciudad de México, | REUTERS / Luis Cortes

Siete personas fueron asesinadas en el bar "La Banquetera" de Tuntitlán, estado de México, el pasado 28 de marzo. Sujetos armados irrumpieron en el establecimiento y ametrallaron a las personas que estaban en su interior. La Fiscalía General del Estado (FGE) encontró más de 30 casquillos de bala en un local que no debería haber estado abierto. Una semana antes las autoridades sanitarias federales habían decretado el cierre de bares, antros y discotecas para evitar el contagio de coronavirus. Sin embargo, "La Banquetera" estaba abierta y se produjo la matanza.

El caso es utilizado por el investigador Alejandro Hope para explicar por qué en México, a pesar de la pandemia, el número de muertes violentas sigue incrementándose. "El impacto sobre los asesinatos tiene que ver con lo restrictivo de las medidas y con la capacidad de hacerlas cumplir", explica.

En México, al contrario que en otros países de la región, no hay toque de queda ni estado de excepción por Covid19. Lo que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador intenta es persuadir a los ciudadanos de que se queden en casa en la medida de sus posibilidades. Cuatro de cada diez mexicanos son pobres y seis de cada diez trabajan en economía informal, es decir, viven al día y no pueden permitirse el lujo de guardar cuarentena si quieren comer.

Argumenta el ejecutivo que no imponer el "quédate en casa" militarizando las calles es una cuestión de principios no autoritarios. En realidad, su gobierno (y sus antecesores) también tiene dificultades para mantener el control territorial, con o sin coronavirus.

México y el triángulo norte de Centroamérica son una de las partes más violentas del mundo. El año pasado, por ejemplo, más de 35 mil personas fueron asesinadas en México (27 por cada 100.000 habitantes), más de 3 mil 500 en Guatemala (21 por cada 100.000 habitantes), casi 4 mil en Honduras (41 por cada 100.000 habitantes) y casi 2.500 en El Salvador (35 por cada 100.000 habitantes).

Sus gobiernos han tenido actitudes diferentes ante la pandemia. Mientras que López Obrador rechaza decretar el estado de excepción, sus vecinos centroamericanos han cerrado fronteras y desplegado estados de emergencia. Nayib Bukele se presenta como el campeón contra la pandemia y está encerrando en centros de cuarentena a quienes son sorprendidos por la calle sin motivo. En Guatemala, Alejandro Giammattei no permite salir de casa entre las 4 de la tarde y las 4 de la mañana, mientras que en Honduras, Juan Orlando Hernández impone un toque de queda que ha sido desafiado por protestas.

La Organización Mundial de la Salud considera que una tasa de diez muertos por cada 100.000 habitantes es pandemia de violencia. Las distintas políticas de profilaxis contra el coronavirus han tenido un impacto diferente sobre el número de asesinatos que se registra en cuatro países que, según la OMS, están enfermos de violencia. En México los homicidios siguen su línea ascendente.

En Honduras se registra un leve descenso a pesar de la vigencia del toque de queda. En Guatemala y El Salvador baja notablemente el número de asesinatos.
En estos dos últimos países, sin embargo, la tendencia ya marcaba una línea descendente. En el caso de Guatemala, sostenida en el tiempo desde hace una década, mientras que en El Salvador esta tendencia aparece desde la llegada al poder del presidente, Nayib Bukele, en junio de 2019.

México registra 6.875 contagios confirmados de coronavirus y 546 muertes, Honduras ha detectado 457 contagios y 46 fallecimientos, Guatemala lleva 235 contaminados y siete víctimas y El Salvador, 190 contagios y siete víctimas.

A día de hoy, la violencia sigue siendo una epidemia que mata más que el coronavirus en México y Centroamérica. Todavía no se ha alcanzado el pico de contagios por lo que no se sabe hasta qué punto la enfermedad impactará en esta parte del mundo en las próximas semanas.

Cárteles que reparten alimentos y muertes que siguen subiendo

"En México las medidas de confinamiento han sido limitadas. En términos esquemáticos, a medidas más estrictas, mayor el impacto sobre el número de homicidios y otros delitos", dice Alejandro Hope.

Según los datos proporcionados por la secretaría de Seguridad, en lo que llevamos de abril asesinaron a 83 personas al día en todo el país. La cifra es similar a la registrada el año pasado. Marzo, además, fue el mes con más homicidios perpetrados en el país desde que llegó al poder Andrés Manuel López Obrador, con 2.585 víctimas.

Ni el despliegue de la Guardia Nacional, la gran apuesta del mandatario contra la violencia y la corrupción en los cuerpos de seguridad del estado, ni el llamado a quedarse en casa han disminuido la violencia homicida.

Según Hope, contexto de confinamiento en Estados Unidos y los países centroamericanos, así como la petición de quedarse en casa en México ha impactado en los grupos criminales. Tienen dificultades para recibir precursores para las sustancias como el fentanilo y la cuarentena en el norte complica que la droga llegue a sus consumidores. Sin embargo, los asesinatos no han bajado. "No necesariamente la violencia homicida es estratégica, una parte es violencia cotidiana", dice.

"La pandemia podría abrir oportunidad para reestablecer la autoridad del estado en territorios que están controlados por el crimen organizado", dice el experto. "Requeriría usar personal, retomar espacios, cerrar giros negros y establecimientos", reflexiona. El "quédate en casa" ha tenido también impacto en las víctimas de la violencia, como los familiares de los desaparecidos. En México, según datos oficiales, 61.000 personas siguen sin ser encontradas.

María Isabel Cruz Bernal es una mujer de Culiacán, Sinaloa, que lleva más de tres años buscando a su hijo Reyes Yosimar García. Junto a otras familiares de desaparecidos fundó el colectivo Sabuesos Guerreras de Sinaloa. La expansión del coronavirus ha suspendido las labores de búsqueda. Sin embargo, Cruz Bernal, que no se fía de las autoridades, mantiene las expediciones junto a otras familiares. Hace una semana encontraron varios huesos a diez kilómetros de Culiacán. "Tememos enfermar, pero ya estamos enfermos de dolor", dijo la mujer en declaraciones al portal mexicano Animal Político.

Un fenómeno característico de México es que algunos grupos criminales han tenido un papel activo de apoyo a los damnificados por la pandemia. En las últimas semanas se han visto imágenes de sicarios del Cartel Jalisco Nueva Generación o del Cartel del Noreste, que opera principalmente en Tamaulipas, repartiendo bolsas con alimentos en barrios populares. Incluso Alejandra, la hija de Joaquín Guzmán Loera, "El Chapo", ha distribuido despensas en Guadalajara con el rostro de su padre.

Pandillas imponen el toque de queda en El Salvador

Este protagonismo de los grupos delictivos no es exclusivo de México. En El Salvador, donde la violencia ha disminuido de forma drástica, se ha documentado cómo las pandillas, que controlan buena parte del territorio del país, están imponiendo sus propios toques de queda. La Mara Salvatrucha (MS-13) y el Barrio 18 han participado a la hora de imponer el asilamiento social. Además, la facción Sureños del Barrio 18 estarían distribuyendo despensas en los barrios populares que ellos controlan.

Se estima que en El Salvador, que no llega a los 7 millones de habitantes, hay 60.000 integrantes de las tres grandes pandillas (MS-13 y Barrio 18 en su dos facciones, Revolucionarios y Sureños) y unas 300 mil que, de una manera u otra, están vinculadas a estas estructuras.

"En El Salvador existe una simbiosis entre la pandilla y la comunidad", explica Tiziano Breda, analista de Crisis Group, una fundación dedicada al estudio de la violencia y las amenazas a la seguridad en América Latina y el Caribe.
En el país hay dos fenómenos que se mezclan: las duras medidas impuestas por Bukele y la desescalada de la violencia de los últimos meses.

Según la Policía Nacional Civil, en enero, febrero y mazo de 2019 murieron 289, 207 y 238 salvadoreños en hechos violentos. Un año después, los asesinatos fueron 120, 114 y 65. Desde los acuerdos de paz de 1992 que pusieron fin a doce años de guerra civil no se registró un año con menos de cien muertes violentas.

Bukele asegura que el descenso está vinculado a su plan de recuperar el control territorial. Expertos como el politólogo José Miguel Cruz consideran que esto obedece a una decisión adoptada por los propios pandilleros.

La exhibición de control territorial para imponer la cuarentena y repartir alimentos muestra que, lejos de estar debilitadas, estas estructuras siguen fuertes en las colonias populares salvadoreñas.

Honduras mantiene su tasa de homicidios entre protestas

En Honduras el número de asesinatos ha descendido levemente pero sigue siendo el país centroamericano en el que más se mata. Según datos policiales del país centroamericano, en 2019 se registraron nueve asesinatos al día entre enero y abril, mientras que en 2020 la cifra se redujo a 8,52.

"En Honduras hay una relación de las pandillas más predatoria en relación al territorio, por lo que se siguen registrando enfrentamientos", dice Tiziano Breda, de Crisis Group. Según el experto, que en Honduras no haya tenido apenas impacto el toque de queda tiene que ver también con la legitimidad del mandatario, Juan Orlando Hernández. Desde noviembre de 2017, cuando Hernández se hizo con el poder en unas elecciones en las que la oposición denunció fraude, se repiten las protestas contra el mandatario.

"Se mantiene la tendencia por una falta de control tanto por parte del estado como de los distintos grupos criminales", dice el experto. En las últimas semanas se han registrado al menos 70 protestas en colonias populares. Exigen apoyo del gobierno para aquellos que no tienen acceso a ningún medio de subsistencia.

El efecto del toque de queda en Guatemala

"El descenso del último mes es impresionante", dice el investigador Carlos Mendoza, que analiza para la Fundación Diálogos el comportamiento de la violencia homicida en Guatemala. En opinión de Mendoza los factores para el descenso son dos: por un lado, la intervención estatal que viene registrándose en los últimos meses y, por el otro, el toque de queda ocasionado por la propia pandemia.

"Se ha devuelto institucionalidad a la policía", dice Mendoza. En enero, el gobierno de Alejandro Giammattei desarrolló diversos operativos en Villanueva, Chimaltenango y Escuintla, algunos de los municipios con mayor incidencia de la violencia. A partir de entonces es notable un descenso en los homicidios en Guatemala. El toque de queda decretado por causa del coronavirus también marca la diferencia: un 25% menos de asesinatos, según Mendoza.

En este caso, el investigador señala que la falta de interacción social resulta clave para bajar las muertes de violentas. Según sus datos, únicamente uno de cada cuatro asesinatos tiene que ver con grupos criminales organizados. El resto está relacionado a conflictos entre personas que se conocen, impunidad y acceso a las armas.

Un elemento transversal a todos los países analizados es la violencia machista. Hasta el momento no hay datos oficiales pero las organizaciones feministas alertan de que el confinamiento puede hacer que estos crímenes se incrementen.

Está por ver los efectos del confinamiento a largo plazo. Todos los expertos advierten del peligro de que gobernantes con tics autoritarios quieran extender los estados de excepción cuando el virus ya no sea una amenaza.

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