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Dictadura Franquista La ARMH denuncia que Aena oculta en su web que el aeropuerto de Santiago fue levantado por presos republicanos

El hijo de un represaliado se ha dirigido sin éxito en varias ocasiones a la empresa pública para que incluya una referencia en la historia del aeródromo gallego al campo de concentración instalado allí y por el que pasaron más de 2.000 personas durante la guerra y la postguerra.

La ARMH denuncia que Aena oculta en su web que el aeropuerto de Santiago fue levantado por presos republicanos
Prisioneros republicanos en Lavacolla.

La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) ha denunciado que la empresa pública Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (Aena) oculta en la web que dedica a la historia del aeropuerto Rosalía de Castro, en Santiago de Compostela, el hecho de que fue construido por miles de presos republicanos sometidos a trabajos forzados por el bando franquista durante la guerra y la postguerra.

Juan José Ibáñez, hijo de Julián Ibáñez, uno de aquellos prisioneros políticos, se ha dirigido en varias ocasiones a Aena para solicitar que se haga referencia a esa circunstancia en la web, pero no ha obtenido más respuesta que el traslado de la solicitud "al departamento correspondiente". La empresa, por su parte, ha asegurado a Público que está estudiando la petición.

La ARMH denuncia que Aena oculta en su web que el aeropuerto de Santiago fue levantado por presos republicanos
Imagen de Julian Ibañez.

Aena dedica en la web de cada aeropuerto un pequeño apartado a la historia de cada aeródromo. En el caso del de Santiago, la nota indica que se empezó a construir en 1935 y que cobró "carácter militar" tras el golpe de 1936. También que en 1937 se iniciaron vuelos comerciales regulares y que en 1947 se abrió al tráfico internacional. Pero no hay ninguna referencia a ese decenio entre 1937 y 1947, durante el que se desarrolló la ampliación que permitió los vuelos transoceánicos, y que fue ejecutada por prisioneros republicanos presos en el campo de concentración de Lavacolla, por el que pasaron más de 2.000 personas.

Así lo relata Victor Santidrián, doctor en Historia y coordinador de la edición de Diario del soldado republicano Casimiro Jabonero, basado en las notas manuscritas de un teniente del ejército popular de la República que paso varios meses en el campo, entre 1939 y 1940, en el Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores y Prisioneros número 28.

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Imagen del diario Jabonero. Diario Jabonero

"Es incomprensible que Aena no quiera explicar que las obras del aeropuerto las hicieron los presos republicanos. El diario de Jabonero se publicó en el 2002 y desde el 2006 hay un monolito con una placa que recuerda a los prisioneros. Es como no si alguien no quisiera reconocer el Holocausto o se negara a citarlo. No es irrelevante", lamenta el historiador, que recuerda que Aena es una empresa propiedad del Estado y que es el Estado, precisamente, el primero que debería evitar que se oculten esos hechos.

Santidrián se topó de casusalidad con la historia de Jabonero tras conocer la existencia de su diario gracias a unos parientes del soldado que lo conservaban, vecinos de unos familiares suyos. No pudo encontrar mucha más documentación sobre el campo de concentración, ubicado en la aldea aldea de Lavacolla, que pertenecía al municipio de Enfesta, porque Enfesta se unió a Santiago en 1962 y la mayoría de los archivos municipales desaparecieron o fueron destruidos.

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Página del diario Jabonero. Diario Jabonero

"Sólo queda algo de información en el Archivo General Militar de Guadalajara, quizá en el Archivo del Ejército del Aire, y en el del Tribunal de Cuentas, porque supuestamente los presos tenían cartilla de racionamiento y un jornal que sufragaba el Estado", explica el historiador, cuyo libro fue publicado por la Fundación 10 de marzo.

El diario del soldado narra las durísimas condiciones en las que se veían obligados a trabajar los presos republicanos como Jabonero, que se desayunaban con un café a las cinco de la mañana y caminaban tres kilómetros, de cinco en cinco, cogidos de la mano, hasta llegar a las obras para, durante horas, cavar tierra y picar piedras, cargarla en vagonetas y arrastrarlas para descargarlas en los desmontes. De noche cenaban col cocida. "A quien su familia no le mandaba algo, estaba condenado a muerte", relata el teniente, quien asegura que el supuesto salario que debían recibir no existía, ni siquiera en especie, aunque las obras estaban dirigidas por una contrata: "Ropa nos daban muy poca, y dinero, ninguno".

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Página del diario Jabonero. Diario Jabonero

Otro de los prisioneros de Lavacolla fue Julián Ibáñez. Según cuenta su hijo Juan José, fue enviado allí en 1939, después de combatir en varios frentes en el ejército republicano y de ser gravemente herido en una pierna. Tras regresar a su casa, en San Sebastián, al acabar la guerra, se declaró expresamente "no afecto al Régimen" frente de la autoridades militares durante una recluta, por lo que fue enviado a los campos de concentración. Primero a Miranda de Ebro, luego a Madrid, y finalmente, en septiembre de 1940, a Lavacolla, donde permaneció preso hasta mayo de 1942 en el Batallón Disciplinario 28.

Julián vivió los horrores y las penurias del campo, tanto que su hijo Juan José cuenta que tuvo "suerte" con un accidente con una vagoneta que volvió a destrozarle la pierna. Gracias a eso, y como era ebanista, pudo pasar los últimos meses de confinamiento trabajando en la carpintería. La España de Franco jamás le reconoció una pensión por aquel accidente.

Juan José supo hace unos meses que en la web del aeropuerto de Santiago no aparecía nada sobre la historia del campo de concentración tras hablar con la escritora canadiense Janette Higgins, quien hacía poco había publicado Luchando por la democracia: la verdadera historia de Jim Higgins, un activista canadiense en la guerra española. Ese libro narra la historia de su padre, Jim Higgins, un británico que emigró a Canadá con 21 años y que en 1937 se unió a las Brigadas Internacionales para defender la República.

Juan José contactó con Janette tras leer el libro, se hicieron amigos y hasta le ofreció traducirlo al español. Y le contó que su padre también había sido combatiente y que había estado prisionero en el campo de Lavacolla. Un día, charlando en una videoconferencia, Janette le dijo: "Me pregunto cuántos de las decenas de miles de peregrinos que han recorrido el Camino de Santiago saben que los presos de Franco construyeron la pista de su aeropuerto de destino". Fue entonces cuando Juan José echó un vistazo a la web de Aena y advirtió que en la página dedicada a la historia del aérodromo no había referencia alguna a aquellos años.

Su primer correo a Aena pidiendo a la empresa que incluya en la web alguna referencia a los presos políticos que hicieron la ampliación del aeropuerto es del pasado 21 de junio. "Desde entonces he enviado otros nueve emails", asegura Juan José. El último, el pasado martes. Pero hasta ahora sólo ha recibido dos mensajes, en julio y en septiembre, con la misma lacónica respuesta: "Reenviamos su consulta al departamento correspondiente".

"Es un poco triste la manera que tienen de tratar a las personas. Pero además, es que los ciudadanos tienen derecho a saber la verdad y a que ésta no se esconda", dice el hijo de Julián. Juan José recuerda la historia del alemán Wilfried Stuckmann, quien en el año 2014 exigió que le devolvieran el dinero que había pagado por pernoctar con su pareja dos noches en el Parador Nacional de León, ubicado en el convento de San Marcos.

Stuckmann y su acompañante alegaron que no se les habría ocurrido jamás dormir allí de haber sabido que el convento había sido un campo de concentración franquista entre 1936 y 1940, y que nadie les había informado de tal circunstancia cuando hicieron su reserva. Cuando les devolvieron el dinero, 396 euros, lo donaron a la ARMH.

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Imagen de la placa en honor a los represaliados de Lavacoilla.

El pasado 21 de junio se celebró en el parador, que también es propiedad de una empresa pública, un homenaje a los prisioneros de aquel campo, y se descubrió una pequeña placa en su honor. En Lavacolla también está ese pequeño monolito de la Fundación 10 de marzo y el Ayuntamiento de Santiago que recuerda a quienes trabajaron, sufrieron y murieron allí: "En memoria de los republicanos presos en el campo de concentración de Lavacolla y de aquellos que, desde 1939, contribuyeron durante su cautiverio en este lugar a la construcción de las pistas del aeropuerto".

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